¿Por qué es importante modificar la impulsividad?

¿Tan importante es la impulsividad como para que sea realmente necesaria su modificación? Y si así fuera, ¿no podría desaparecer por sí sola con el paso del tiempo? En respuesta a estas preguntas, los autores dicen que sí a la primera y no a la segunda. Las razones por las que se dan estas respuestas tan tajantes son las siguientes: con respecto al sí a la necesidad de modificar la impulsividad, o lo que es lo mismo, hacer que los niños sean más reflexivos, es una respuesta que no puede poner en tela de juicio, ya que los problemas académicos que tienen los niños que responden impulsivamente son numerosos y su educación se ve mermada, empobrecida por ese “modo de actuar” ante determinadas tareas.

Además, no solo es importante lo que ocurra en el presente de un niño que se comporta impulsivamente hoy, sino que también es importante lo que suceda en el niño (adulto en el futuro) que se comporte impulsivamente mañana.

Lo importante es fomentar una actitud reflexiva que promueva la evaluación de las distintas opciones existentes en el contexto de la resolución de un problema, y que la toma rápida de alguna de ellas pueda tener importantes repercusiones.

En lo que respecta a la segunda de la respuesta, se argumenta así: para cambiar hace falta que algo cambie y el paso del tiempo (y la práctica) fortalece las conductas aprendidas. Comenzando por la primera de las dos razones aducidas, no hay ni que decir que las conductas se aprenden y si no tratamos de desaprenderlas “introduciendo” algún elemento que haga que cambien, éstas no cambiarán por sí solas. No es necesario que seamos nosotros mismos los que introduzcamos esas modificaciones, el propio ambiente, el medio en el que uno se encuentra puede hacer proclive que éstas se den.

Lo que es indiscutible es que, para modificar una conducta, algo de lo que la sustenta debe ser cambiado. Podemos dejar que esos cambios aparezcan por sí solos, pero ¿qué necesidad hay de mantenerlos a la espera de que se den o no?, ¿no es mejor que seamos nosotros los que los provoquemos? Evidentemente es mejor una conducta activa, es decir, tratar de cambiar ese aspecto que mantiene la conducta, que esperar a que el cambio nos venga como “caído del cielo” o, peor aún, “por arte de magia”. Las cosas cambian por alguna razón, y si somos nosotros los que tenemos la posibilidad de cambiarlas, o los elementos que nos hacen falta para su modificación entonces mucho mejor.

Otro aspecto que hace difícil la modificación de las conductas es la práctica, es decir, cuanto más se ha practicado una forma de hacer las cosas, más difícil se hace su cambio. Por ejemplo, si nos dicen que debemos aprender a conducir por la izquierda, probablemente nos resultaría muy difícil y seguramente no lo haríamos a no ser por un buen motivo (cambio en el ambiente), como por ejemplo, tener que trasladarnos a vivir a Gran Bretaña y que conducir un coche fuera un hecho totalmente necesario para el desarrollo de nuestra vida cotidiana o simplemente porque la conducta de conducir por la derecha resultará problemática para vivir en consonancia con el entorno que nos rodeara. A su vez no solo debe cambiar algo en el ambiente que nos lleve a cambiar a nosotros, sino que además ese cambio se convierte en un reto muy difícil cuando la conducta se ha practicado muchas veces, a lo largo del tiempo.  Si llevamos veinte años conduciendo en España, el hecho de irse a vivir a un lugar donde cambia el sentido de la conducción, nos resultaría cuanto menos problemático en un primer momento. De hecho, pensemos cómo sería si lleváramos únicamente un año con la licencia de conducción.

Lo mismo que con este ejemplo tan cotidiana ocurre cuando un niño ha aprendido a responder de manera impulsiva ante cualquier tarea que requiera un mínimo de reflexión para ser resuelta y no solo eso, sino que además sus resultados académicos no son buenos. ¿No sería bueno modificar de manera sencilla y hasta divertida, esa tendencia a contestar sin pensar? ¿no es beneficioso “enseñar a pensar” a esos niños para que en un futuro no necesiten mucho más que sus propias energías para asimilar cualquier concepto y resolver con la mayor eficacia que puedan cualquier problema?

 ¿Por qué importante modificarla en la edad infantil?

Si en los niños pequeños, las conductas llevan menos tiempo siendo practicadas, será más fácil cambiarlas. Otro hecho importante, es la interferencia de algunos aprendizajes que interfieren con otros que se están llevando a cabo y dificultan la adquisición del nuevo. En el aprendizaje de idiomas, no es lo mismo aprender inglés y alemán a la vez que inglés primero y alemán después. En el primer caso, probablemente cuando estemos leyendo en alemán la palabra name pronunciemos en inglés (/neim/) que es la manera en la que aprendimos a leerlo cuando aprendimos inglés. Sin embargo, será al menos sorprendente el descubrimiento de que en alemán esa palabra, que tiene el mismo grafema que en inglés, se pronuncia tal y como se lee (/name/). No es necesario indicar que hasta que esa conducta se haga de manera automática serán muchas las veces que se diga “neim” en vez de “name”. Un aprendizaje consolidado puede dificultad la adquisición de otro nuevo y parecido. Esto, en el caso de los niños, también es menos problemático, ya que no solo el aprendizaje aún está menos consolidado, sino que hay menos hechos aprendidos que pueden interferir, ya que las experiencias que los niños de corta edad tienen son menos numerosas.

La modificación de la impulsividad es necesaria por varias razones:

  • La impulsividad puede llevar a elegir una opción incorrecta cuyas implicaciones sean negativas
  • No va a cambiar por sí sola a no ser que el ambiente lo haga, y esperar a ello es una pérdida de tiempo
  • Cuanto más tiempo dejemos que se siga practicando la conducta que pretendemos que cambie más difícil se hará su modificación.
  • Cuanto más tiempo pase y más conocimientos se adquieran, más interferencia con otros aprendizajes semejantes tendrá la nueva conducta que deseamos sea adquirida y más tiempo tardará en serlo.

(información extraída de El Niño impulsivo: estrategias de evaluación, tratamiento y prevención / Gualberto Buela-Casal, Hugo Carretero-Dios, Macarena de los Santos-Roig, 2002)

 

 

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