Trastorno Destructivo

¿Es tu Hijo o Familiar Difícil de Manejar?

Cuando un niño o un miembro de la familia muestra comportamientos que parecen desafiantes, impulsivos o destructivos, es natural sentirse preocupado, frustrado y sin saber cómo manejar la situación. A veces, esos comportamientos son una fase pasajera, pero en otras ocasiones pueden ser un indicio de un trastorno más profundo, como el Trastorno Destructivo de la Conducta (TDC). ¿Qué es el Trastorno Destructivo de la Conducta? El Trastorno Destructivo de la Conducta es un trastorno psicológico que se caracteriza por patrones persistentes de comportamiento agresivo, destructivo, desobediente y retante. A menudo, quienes padecen este trastorno muestran actitudes hacia la autoridad, los compañeros y las normas sociales que afectan su vida cotidiana. El TDC puede surgir en la infancia o la adolescencia, pero sus efectos pueden prolongarse hasta la adultez si no se trata adecuadamente. Síntomas Comunes Identificar el Trastorno Destructivo de la Conducta no siempre es sencillo, pero hay ciertos signos que pueden ayudar a los padres y familiares a reconocerlo. Algunos de los síntomas más comunes incluyen: Comportamientos Desafiantes: Actitudes desobedientes, negarse a seguir instrucciones o reglas, incluso de forma repetitiva. Ira y Agresión: Estallidos de ira, peleas físicas o verbales, y respuestas violentas ante situaciones de frustración. Daño a Propiedad: Romper objetos, destruir pertenencias o causar daños a la propiedad sin arrepentimiento. Mentiras y Manipulación: Tendencia a mentir, manipular situaciones o a los demás para obtener lo que desean. Intolerancia hacia la Autoridad: Una constante resistencia a figuras de autoridad, como padres, maestros o adultos en general. Causas del Trastorno Destructivo de la Conducta Aunque no se comprende completamente la causa exacta del TDC, hay varios factores que pueden contribuir a su aparición. Estos incluyen: Genética: Existe cierta evidencia de que los trastornos de la conducta pueden tener un componente hereditario, lo que significa que si alguien en la familia tiene antecedentes de este trastorno, otros miembros pueden estar en mayor riesgo. Ambiente Familiar y Social: Un entorno familiar inestable, abuso físico o emocional, o una falta de supervisión puede desencadenar o agravar los síntomas. Trastornos del Cerebro: En algunos casos, alteraciones en el cerebro o en la química cerebral pueden influir en la aparición de comportamientos impulsivos o agresivos. ¿Cómo Abordarlo? Si crees que tu hijo o un familiar podría estar experimentando el Trastorno Destructivo de la Conducta, es fundamental buscar ayuda profesional. Algunos enfoques que pueden ser útiles incluyen: Terapia Conductual: Los psicólogos o terapeutas especializados pueden trabajar con el paciente para ayudarlo a manejar mejor sus impulsos y mejorar su relación con los demás. Intervención Familiar: Involucrar a la familia en el tratamiento es clave. Los miembros de la familia pueden aprender a establecer límites claros, ofrecer apoyo positivo y abordar los problemas de comportamiento de manera constructiva. Educación y Conciencia: Ayudar a los niños y adolescentes a comprender las consecuencias de sus acciones y enseñarles a manejar la frustración o la ira de manera saludable. Tratamiento Médico: En algunos casos, pueden ser útiles los medicamentos para controlar los síntomas, especialmente si existen trastornos comórbidos como el TDAH o la depresión. ¿Cuándo Buscar Ayuda Profesional? Si los comportamientos destructivos de un niño o familiar son graves, persistentes y afectan su bienestar o el de los demás, es esencial buscar el apoyo de un profesional en salud mental. La intervención temprana es crucial para evitar que el trastorno evolucione hacia problemas más complejos en la adultez. Conclusión Si sientes que un miembro de tu familia está mostrando comportamientos destructivos y desafiantes, es importante no ignorarlo. El Trastorno Destructivo de la Conducta puede ser tratado con el enfoque adecuado, pero requiere de la intervención temprana y el apoyo constante. Reconocer el problema y buscar ayuda profesional puede marcar la diferencia en el bienestar del individuo y la armonía de la familia.  

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El Límite Entre la Rebeldía y un Trastorno

En muchas ocasiones, nos encontramos con comportamientos destructivos en adolescentes o incluso adultos que tienden a ser etiquetados como simples «etapas» o «crisis temporales». Sin embargo, lo que en un principio podría parecer una reacción normal frente a cambios o dificultades emocionales, podría estar relacionado con un trastorno psicológico más serio que necesita atención y tratamiento. El Estigma de la «Etapa» Es común que cuando un joven se comporta de manera impulsiva, destructiva o autodestructiva, los adultos tiendan a restarle importancia, pensando que simplemente están pasando por una fase rebelde o que eventualmente «lo superarán». Frases como «es solo una etapa» o «todos pasamos por eso» son muy frecuentes. Sin embargo, este tipo de razonamiento puede tener consecuencias graves, ya que puede llevar a la minimización de un trastorno subyacente. El Trastorno de Comportamiento Destructivo: Más Allá de la Rebeldía Los comportamientos destructivos pueden estar vinculados a diversos trastornos mentales que requieren una evaluación profesional adecuada. Algunos de estos incluyen: Trastorno de Conducta (TC): Este trastorno implica patrones persistentes de comportamiento en los que la persona viola normas sociales, legales y éticas. Los adolescentes con trastorno de conducta pueden mostrar conductas agresivas, vandalismo, mentiras y manipulación, entre otras actitudes que no deben ser confundidas con simples travesuras. Trastorno Límite de la Personalidad (TLP): Las personas con TLP pueden experimentar emociones intensas y, en ocasiones, comportamientos impulsivos y destructivos. Esto puede incluir autolesiones, destrucción de pertenencias personales, entre otros, como resultado de la inestabilidad emocional. Trastornos del Ánimo (como la Depresión o el Trastorno Bipolar): La depresión no siempre se manifiesta con tristeza o desesperanza; en algunos casos, puede estar vinculada con comportamientos autodestructivos o destructivos hacia los demás. Los episodios maníacos de personas con trastorno bipolar también pueden incluir conductas irresponsables o dañinas. Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT): Las personas con TEPT, especialmente aquellas que han experimentado trauma, pueden mostrar comportamientos destructivos como una forma de lidiar con el dolor emocional que sienten. Trastornos Alimentarios: La anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón pueden llevar a una persona a desarrollar comportamientos autodestructivos que incluyen no solo conductas alimentarias, sino también el rechazo o el daño a su cuerpo de diversas maneras. ¿Por Qué No Es Solo una Etapa? Identificar que un comportamiento destructivo es un trastorno y no solo una fase es fundamental para prevenir complicaciones a largo plazo. Estos trastornos, si no son tratados adecuadamente, pueden tener efectos devastadores en la vida emocional, social y profesional de la persona. Emocionales: La persona afectada podría enfrentarse a una constante sensación de vacío, desesperación o incapacidad para manejar sus emociones, lo que a menudo puede generar una espiral destructiva de pensamientos negativos y autoengaños. Sociales: La familia y los amigos pueden verse distanciados o incluso abandonados debido a la incapacidad de la persona para manejar sus relaciones. A medida que se perpetúan los comportamientos destructivos, las relaciones interpersonales pueden deteriorarse gravemente. Físicos: Los daños autoinfligidos, el abuso de sustancias, o las conductas alimentarias peligrosas son solo algunas de las consecuencias físicas que pueden surgir si no se busca ayuda. ¿Qué Hacer al Respecto? Si bien cada trastorno requiere un enfoque individualizado, existen varias acciones clave que pueden hacer la diferencia: Reconocimiento Temprano: Reconocer que lo que parece ser una simple fase podría ser un trastorno puede ser crucial para iniciar el tratamiento adecuado. Es vital no ignorar las señales de alarma. Buscar Ayuda Profesional: Psicólogos, psiquiatras y terapeutas son fundamentales en el diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales. La terapia cognitivo-conductual, la terapia dialéctico-conductual (especialmente útil en el TLP) y otras modalidades pueden ser de gran ayuda. Apoyo Familiar y Social: La participación de la familia y los amigos en el proceso de tratamiento y recuperación puede ser un factor importante. Estar informados y ser comprensivos ayudará a la persona a sentirse más apoyada y menos aislada. Educación y Conciencia: Muchas veces, el desconocimiento es uno de los principales obstáculos para el tratamiento. Cuanto más se hable sobre los trastornos mentales, más personas se sentirán capacitadas para identificar señales de alerta y buscar ayuda. Conclusión Lo que parece ser una simple «etapa» de rebeldía o crisis temporal podría, en realidad, ser un trastorno serio que requiere atención. La clave está en identificar estos comportamientos de manera temprana y buscar la ayuda adecuada. No permitir que los prejuicios o el estigma se interpongan en el camino de una intervención eficaz puede ser crucial para la salud mental y el bienestar general de una persona.  

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Comportamientos Autolesivos o de Alto Riesgo: Causas, Prevención y Apoyo en la Salud Mental

Los comportamientos autolesivos son aquellos actos en los que una persona se causa daño a sí misma de manera intencional, como cortarse, quemarse o golpearse. Estos comportamientos son a menudo una manifestación de un dolor emocional profundo o de una lucha interna, y pueden estar asociados con trastornos de salud mental como la depresión, la ansiedad, el trastorno límite de la personalidad, entre otros. Entender estos comportamientos es crucial para ofrecer apoyo adecuado y evitar consecuencias graves. ¿Qué son los comportamientos autolesivos? Define qué son los comportamientos autolesivos (como cortarse, quemarse, rascarse hasta sangrar, entre otros) y cómo se diferencian de otros tipos de comportamiento destructivo. Menciona la importancia de reconocer que no siempre son un intento de suicidio, sino una forma de lidiar con el dolor emocional. Causas y factores de riesgo Explora los factores que pueden contribuir a los comportamientos autolesivos: Trastornos mentales: Depresión, trastorno límite de la personalidad, trastornos de ansiedad, etc. Factores biológicos: Alteraciones en la regulación emocional y en el sistema nervioso. Trauma y abuso: Experiencias pasadas de abuso físico, emocional o sexual pueden aumentar el riesgo. Entorno social: Aislamiento social, falta de apoyo emocional y estrés interpersonal. Problemas familiares: Conflictos familiares graves o disfunción en el hogar. Señales de advertencia Explica las señales de advertencia que podrían indicar que alguien está involucrado en comportamientos autolesivos: Cambio en el comportamiento (aislándose, pérdida de interés en actividades cotidianas). Lesiones inexplicables o ocultas. Expresiones frecuentes de desesperanza o de «no poder soportar más». Cambios en el estado emocional, como irritabilidad, tristeza profunda o ansiedad extrema. ¿Por qué las personas recurren a comportamientos autolesivos? Aclarar que las personas que se autolesionan no lo hacen porque quieran morir, sino como una forma de gestionar emociones intensas. Algunas razones pueden ser: Liberación emocional: El dolor físico puede servir como una forma de liberar o enfocar el dolor emocional. Control: Puede ser una manera de recuperar el control sobre su vida cuando todo lo demás parece fuera de control. Alivio temporal: Un intento de calmar la angustia emocional de manera inmediata, aunque no resuelve el problema subyacente. Prevención y tratamiento Aborda cómo prevenir y tratar los comportamientos autolesivos: Psicoterapia: Terapias como la terapia cognitivo-conductual (TCC) o la terapia dialéctico-conductual (TDC) son eficaces en la reducción de estos comportamientos. Apoyo social: El papel fundamental de amigos, familiares y profesionales de salud mental para ofrecer apoyo emocional y escuchar sin juzgar. Estrategias de afrontamiento saludables: Fomentar el desarrollo de habilidades para gestionar el estrés y las emociones de manera efectiva sin recurrir al autodaño. Medicamentos: En algunos casos, los medicamentos pueden ser necesarios para tratar trastornos subyacentes como la depresión o la ansiedad. Cómo apoyar a alguien que se autolesiona Proporciona recomendaciones sobre cómo las personas pueden ayudar a alguien que está lidiando con comportamientos autolesivos: Escuchar sin juzgar: Mostrar empatía y comprensión sin hacer comentarios que minimicen su sufrimiento. Animar a buscar ayuda profesional: Ayudarles a encontrar un terapeuta o un consejero con experiencia en el manejo de estos comportamientos. Evitar la confrontación: No insistir en que dejen de hacerlo sin proporcionar un plan para recibir ayuda. Reitera la importancia de tratar el comportamiento autolesivo con seriedad, apoyo y compasión. Además, recuerda que la prevención y la intervención temprana son esenciales para reducir el riesgo de daño más grave y mejorar la salud mental a largo plazo. Llamado a la acción: Invita a los lectores a compartir el artículo, a buscar ayuda si experimentan estos comportamientos o a apoyar a personas cercanas que los estén viviendo. Este enfoque no solo educa sobre el tema, sino que también proporciona recursos útiles para quienes enfrentan o apoyan a alguien con estos desafíos.  

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Control de Conductas Desafiantes en Niños con TDAH

El tratamiento conductual se fundamenta en que las conductas se producen, mantienen o desaparecen en función de las consecuencias ambientales. Si un comportamiento determinado va seguido de una recompensa aparecerá con mas frecuencia. Por el contrario, si ese comportamiento no tiene ninguna recompensa, se ignora de forma sistemática o va seguido de un castigo o una pérdida de beneficios tiende a reducirse y desaparecer. Los programas de modificación de conducta siguen una pauta que se resumen en los siguientes puntos: Identificación de las conductas problema Análisis de las relaciones entre estas conductas y los acontecimientos externos y los estados internos Manejo de las consecuencias ambientales Se ha observado que cuando aparecen conductas alteradas o comportamientos perturbadores en niños hiperactivos, los adultos prestan demasiada atención a estas conductas, hacen valoraciones negativas sobre la forma de ser del niño y lo molesto de su comportamiento y lanzan amenazas en forma de castigos que en muchas ocasiones quedan sin cumplir. Por el contrario, son menos frecuentes las valoraciones positivas, como alabanzas, elogios, muestras de satisfacción por parte de los padres y la familia en relación con las habilidades y conductas adecuadas. Esta actitud resulta comprensible pero no ayuda al niño a cambiar su comportamiento y en cambio carga negativamente las relaciones familiares. Las técnicas de modificación de conductas permiten intervenir de una forma mas eficaz para lograr el control y la modificación de los comportamientos inadecuados y el refuerzo de las conductas adaptadas y positivas de los niños con TDAH. Los conceptos de premio y castigo son ampliamente admitidos como estrategias educativas, pero con frecuencia desconocemos que precisan de ciertas condiciones para resultar eficaces. La primera tiene que ver con la identificación de las conductas que queremos eliminar o desarrollar y su asociación con consecuencias coherentes, consistentes y proporcionadas. No aplicar de forma aleatoria premios o castigos, sino que cada comportamiento del niño quede asociado siempre a la misma consecuencia ambiental y que ésta sea específica para esa conducta. La segunda es saber que los procedimientos de castigo nunca favorecen el establecimiento de hábitos deseables. El castigo será eficaz únicamente para eliminar aquellos comportamientos a los cuales queda asociado de manera inmediata y consistente. Es fundamental no utilizar el castigo físico como forma de corrección de conductas negativas. El castigo físico merma la autoestima del niño, que en el caso de niños con TDAH suele estar ya afectada por el bajo rendimiento escolar y por sentir que no cumplen con las expectativas de los padres. Además, despierta intensos sentimientos de rabia en el niño que le conducen a actitudes desafiantes y deteriora su confianza en los padres y en su capacidad para controlar las situaciones. Es siempre preferible aplicar la fuerza de la razón que la razón de la fuerza. Técnicas para disminuir o eliminar las conductas alteradas Retirada de atención. Consiste en no prestar atención a la conducta alterada, dirigir la mirada hacia otro lado sin hacer ningún tipo de comentario tanto positivo como negativo acerca de lo ocurrido. Esta técnica puede utilizarse en aquellos comportamientos no deseables del niño y que suelen ser objeto de atención continuada por parte de los adultos como, por ejemplo, llantos y rabietas, utilización de palabras malsonantes, bromas inoportunas o gestos inadecuados a la situación. Tiempo fuera. Es muy eficaz cuando el niño se porta mal buscando la atención de las personas que están con él. Consiste en la retirada del niño a un lugar cercano pero apartado de estímulos gratificantes como personas o juguetes durante un tiempo breve que dependerá de la edad del niño y de la conducta que se pretende corregir Coste de respuesta. Se trata de retirar algún reforzador tras emitir una conducta desajustada Sobrecorreccion. Se aplica cuando el comportamiento inadecuado ha tenido consecuencias negativas para terceros o entraña una gravedad significativa. El niño tiene que reparar los efectos que ha originado su conducta y además realizar una acción compensatoria. Técnicas para el aumento de las conductas adaptadas Refuerzo positivo. Es todo objeto o experiencia que cuando se produce tras una conducta hace que aumente la probabilidad de que esa conducta se repita en el futuro. Son premios a las conductas positivas en forma de objetos materiales o refuerzos sociales. Reconocimiento social. Las alabanzas como premio han demostrado ser muy eficaces en mejorar el rendimiento y el comportamiento de los niños hiperactivos. Pese a su aparente desinterés, los niños con TDAH están ansiosos por lograr la aprobación de quienes les rodean y en especial de aquellos adultos a los que sienten realmente interesados en su bienestar. La imposibilidad de conseguir esa aprobación es la mayor fuente de frustración en esos niños y el convencimiento de que esta incapacidad es algo intrínseco en ellos y no una dificultad extreman, constituye uno de los mayores riesgos para el desarrollo de trastornos de conducta y/o del estado de ánimo. Atención a los adultos. Es uno de los principales reforzadores para los niños, por lo que resulta muy útil el procedimiento de la atención selectiva. Ignorarle cuando se porta mal y atenderle, escucharle, jugar con él cuando se porta bien es uno de los principios básicos para cambiar su comportamiento. Un tipo de refuerzo positivo muy utilizado es el llamado “economía de fichas o puntos” que consiste en otorgar al niño un punto cada vez que los adultos consideren que ha cumplido con el objetivo planteado. Los puntos pueden anotarse en algún tipo de registro o entregarse en forma de fichas que pueden ser de cualquier material, forma o color. El primer paso es lograr la colaboración del niño, de manera que no vea esta tarea como una imposición de los adultos, sino que perciba que el objetivo último es que él consiga el control de su propia conducta, a la vez que logra un repertorio de comportamientos adecuado a su edad y capacidades. Para ello es importante que adquiera protagonismo participando activamente en las sucesivas decisiones que hay que tomar en el diseño del sistema de economía de puntos. La primera de estas decisiones

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¿La violencia en televisión tiene efectos sobre el niño?

No existe ninguna investigación que por sí sola haya demostrado suficientemente que la violencia televisiva engendre comportamientos agresivos en el niño. Sin embargo, la convergencia de numerosas investigaciones al respecto es tan abrumadora que se puede afirmar que bajo determinadas condiciones, la violencia televisiva puede influir sobre el ulterior comportamiento agresivo del telespectador. Para muchos la conexión entre la violencia televisiva y la conducta agresiva ha sido establecida más allá de una duda razonable. Aunque en algún caso se habla de esta relación en términos de conexión causal, los investigadores suelen utilizar términos más matizados como efectos establecidos bajo ciertas condiciones. Ello significa que hay un efecto facilitador pero no determinista. Niños sometidos a televisión violenta pueden no manifestar esos efectos perniciosos. La investigación ha señalado, entre las variables facilitadores, unas ligadas al sujeto y otras al contexto. Para cada caso se tratará pues de analizar qué factores facilitadores están presentes, si lo que se presente es evaluar el eventual efecto sobre la conducta final del niño. Los mayores efectos de la violencia en televisión pueden situarse en las siguientes ocho categorías: Desplazamiento de otras actividades saludables Moldeamiento de conductas inapropiadas Desinhibición Desensibilización Distorsión Aumento del arousal agresivo Asociación con conductas de alto riesgo Afectar al estilo de ensoñaciones Desplazamiento de otras actividades saludables. Por ejemplo, en lugar de mostrar al niño una conducta de juego y colaboración con otros niños, le induce otra de lucha que desplaza a la anterior. Al mismo tiempo, ver mucha televisión de tipo violento produce una reducción del juego en general y del juego dramatizado en particular, en el que el niño despliega su imaginación y creatividad mediante la acción de la que es guionista, director y actor Modelamiento de conductas inapropiadas. Por ejemplo, un niño que quiere molestar a su hermano ve en televisión un acto violento que le sugiere la manera de hacerlo. Desinhibición. Hacer algún acto violento al que antes no se atrevía porque, según su manera de razón, si en la tele lo hacen yo también puedo hacerlo. Es una manera de atribuir la justificación y responsabilidad del propio acto a la televisión. Desensbilización. Ver a alguien pegando brutalmente a otra persona puede producirle menos pena Distorsión. Incrementar las percepciones del espectador de vivir en un mundo peligroso del que hay que defenderse. Aumento del arousal agresivo. El programa agresivo puede hacer que al provocar que aumente el nivel de arousal o activación cortical del niño, éste reaccione más violentamente ante una contrariedad de lo que le hubiera hecho antes de ver el programa, cuando su nivel era más bajo Asociación con conductas de alto riesgo. El niño ha visto a un personaje luchando con otro con cuchillos. Sale ileso y le parece fácil manejarlo. Decide jugar con un amigo suyo y con cuchillos de verdad porque seguro que no pasa nada y es más divertido. Afectar el estilo de ensoñaciones. En un estudio a lo largo de un año con niños entre 8 y 11 años, aquellos que veían programas dramáticos violentos tenían ensoñaciones en las que dominaban los héroes agresivos, mientras que aquellos que veían programas no violentos presentaban ensoñaciones cada vez más positivas a medida que discurría el año. ¿La violencia afecta igual a todos los niños? La respuesta es no. La misma violencia que aparece en televisión puede afectar mucho, algo o poco a diferentes niños dependiendo de algunas variables como las siguientes: Predisposiciones a la violencia. Los chicos propensos a la violencia o que presentan conductas delincuentes en la vida cotidiana ven mucha televisión violenta o presentan niveles de agresividad previos y tienen mayor probabilidad de ser influidos por la violencia televisiva trasladándola a su comportamiento en su entorno. Hay determinados periodos críticos para fortalecer esta relación violencia-conducta agresiva. Así, en un estudio longitudinal se pudo comprobar que aquellos jóvenes que mantenían conductas agresivas habían mostrado preferencias por la violencia televisiva cuando tenían 8-9 años. La violencia televisiva puede afecta tanto a chicas como a chicos, aunque estos últimos suelen presentar mayores índices de violencia, sobre todo con relación a series de lucha como Power Rangers. La estructura de la personalidad es un buen indicador de la eventual inclinación del niño a percibir o ignorar la violencia televisiva. La violencia televisiva influye sobre la forma en que el superyó se construya La actitud hacia la violencia es también otro factor que indica la forma en que el niño será o no influido por la violencia televisiva. No parece haber correlación significa entre el nivel de inteligencia y el de agresividad. Ello quiere decir que el niño no manifiesta más o menos agresividad si es más o menos inteligente. Puede ser muy agresivo y poco inteligente. Puede ser muy agresivo y muy inteligente. El grado de agresividad depende pues de otras causas La cantidad de televisión a la que se expone el niño influye sobre su evaluación de la violencia que ve.   (Información extraída de Mi hijo y la televisión / Jesús Bermejo Berros, 2006)  

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Características de la ira en el niño

Las características expresivas de la ira son muy conocidas: la frente deprimida, mejillas levantadas, boca abierta mostrando los dientes y ojos abiertos, aunque realmente la posición de los ojos es muy cambiante puesto que se pueden apretar  o distender los parpados y fruncir o no el ceño. Otros autores han recogido otra serie de gestos típicos: descenso de las cejas, tensión y estrechamiento de la abertura de los parpados, aleteo de las ventanas nasales, abertura de la boca mostrando los dientes. Todos estos gestos parecen adecuados para preparar al sujeto para el ataque. La posición de los ojos mejoraría la agudeza visual, el movimiento de la nariz, la ingestión de oxigeno y la posición de la boca intimidaría al oponente. La expresión de ira es evolutiva, se ha descrito la pauta corporal de la cólera en el bebé: luchar, agitarse o llorar. A partir de los 18 meses la ira se manifiesta con movimientos faciales, corporales, cierto tono de voz y expresiones verbales en los que se imita la conducta paterna en tales ocasiones. En niños entre 18 y 60 meses se han listado estas conductas relacionadas con la ira: arquear la espalda, estirar las piernas, tirarse al suelo, gritar, chillar, llorar, empujar, pegar, pellizcar, dar patadas, tirar cosas, correr alejándose, morder, pinchar, arañar, tirar del pelo, etc. En los niños más mayores: chillar, dar patadas, arañar, morder, hablar rápido y entrecortado, insultar, ojos brillantes y en casos muy extremados, temblores. Las pautas expresivas son aquí muy próximas a las de otras emociones negativas tales como la incomodidad y el dolor. Solo difieren en la posición de los ojos, que en las dos últimas permanecen cerrados y contraídos, mientras que en la ira están abiertos. Los estudios de Izard et al. (1987), filmando niños de 2 meses en situación de ponerse una inyección, han mostrado que los sujetos responden con expresión de dolor en un 41% de casos y con expresión de cólera en el 36%; sin embargo, a medida que los niños crecen (18 meses) aumentan las respuestas de cólera 54% y disminuyen las del dolor 13%. Los mismos resultados los encontramos también en los trabajos de Stenberg y Campos (1990) y Camras (1980). Esto ha llevado a pensar que entre el dolor y la ira parece haber más diferencias cuantitativas que cualitativas, sobre todo en los primeros meses. La ira es una emoción muy común en los niños. En la famosa encuesta de Lapouse y Monk (1959) llevada a cabo sobre 482 niños de la población general, entre 6-12 años, aparecía que los ataques de ira ocurrían en un 10% de la muestra. La duración de los episodios de ira es variable. Se estima que la intensidad es un modulador de la duración ya que a mayor intensidad se asocia una mayor duración del episodio. La duración media de un ataque de ira en un niño se estima entre 5 a 15 minutos aunque puede ser mucho más corto o también mucho más largo. Las rabietas infantiles son un ejemplo de estos accesos. Cuando se cronometra una rabieta en edad preescolar se encuentra una variabilidad altísima. Algunos especialistas han encontrado unos valores promedio de 23 segundos, mientras que para otros la duración podía oscilar entre 1 minuto y 75 minutos. Otros estudiosos encuentran medias de 4,7 minutos en niños entre 18 y 60 meses. Las conductas asociadas a los ataques de ira parecen tener un patrón constante. Conductas como pegar, empujar y tirar cosas suelen darse al comienzo del episodio, en sus primeros 30 segundos, mientras que el llorar se produce ya en el medio del episodio. (Información extraída de Emociones infantiles: evolución, evaluación y prevención / María Victoria del Barrio, 2002)

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¿Cómo debe actuar profesorado ante incidente agresivo en el aula?

Con frecuencia, los profesores de un colectivo, ante un mismo incidente agresivo, opinan de muy diferentes maneras, configurando un amplio abanico de respuestas; así, nos encontramos con un pequeño grupo que rara vez lo califica de problemático; otros, incluso apuntan que una dosis de agresividad entre los escolares es necesaria para formar adultos capaces de “hacerse” con el mundo social en que vivimos y por el contrario, los hay que asumen gran parte de responsabilidad en estas situaciones y les atribuyen una gran dosis de gravedad. Para aproximarnos a las creencias del profesorado, podemos de manera informal, recabar su opinión sobre las situaciones bullying en su centro educativo, si cree que se dan y en qué medida, si perciben que son frecuentes y qué formas suelen adoptar, etc. Además, solicitar qué respuestas sugieren como posibles estrategias para su detección e intervención en su caso. Para promover la reflexión se pueden utilizar algunas encuestas, como la del texto Conductas agresivas en la edad escolar (Cerezo, 1997). Se trata, de proporcionar algún tipo de ayuda que permita la reflexión del colectivo de profesores, en primer lugar con carácter individual y después fomentar la puesta en común y el debate en grupo. La finalidad de estas reflexiones en grupo es conseguir que todos expresen su opinión y que traten de aunar criterios hasta llegar a una definición operativa y valida común para todo el profesorado. Dan Olweus, en su trabajo titulado Bullying at school (1993) publicado en castellano bajo el titulo Conductas de acoso y amenaza entre escolares en 1998, propone una guía para la identificación de posibles víctimas y bullies en el marco escolar. Posibles indicadores para identificar al alumno victima Primaria: son llamados por motes, ridiculizados, intimidados, degradados, dominados se ríen de ellos de forma poco amigable sufren agresiones fiscas de las que no pueden defenderse se involucran en peleas donde se encuentran indefensos su material suele presentar deterioro provocado y pierden con frecuencia pertenencias de manera inopinada presentan arañazos y otras muestras evidentes de lesión física Secundaria: están a menudo solos y excluidos del grupo son los peores en los juegos o trabajos en grupo tienen dificultad para hablar en clase y dan la impresión de ser inseguros aparece depresión, infelicidad, distracción muestran un gradual deterioro del interés por el trabajo del colegio Algunas características generales de los posibles victimas físicamente débiles preocupados por ser heridos; inefectivos al realizar actividades físicas; poca coordinación física son sensibles, callados, pasivos, sumisos y tímidos; lloran con facilidad presentan dificultades de asertividad se relacionan mejor con quienes son menores que ellos normalmente tienen un nivel académico bajo Victimas provocativas Normalmente son chicos con patrones agresivos de respuesta: presentan un temperamento fuerte y pueden responder violentamente cuando son atacados o insultados suelen ser hiperactivos y tienen dificultades de atención y concentración con frecuencia provocan situaciones tensas suelen ser despreciados por los adultos, incluido el profesor a veces intentan agredir a los estudiantes débiles También podemos recurrir a pequeños cuestionarios sobre indicadores de maltrato infantil en los centros escolares, como el que recoge el Protocolo de Actuación ante el menor maltratado que presenta el Servicio del Menor. Entre ellos factores a considerar incluye indicadores comportamentales o emocionales como los siguientes: Persistente asistencia irregular o faltas a clase Muestra temor al salir de clase y vuelve solo a casa en edad inadecuada No se integra o es rechazado por sus compañeros aduciendo elementos de su aspecto físicos En ocasiones, se muestra agresivo sin motivo aparente Descuida el material escolar Parece triste, ensimismado, aislado Presenta cambios frecuentes y bruscos en su estado de animo Sufre miedo o fobias sin explicación aparente Muestra conductas regresivas: descontrol de esfínteres, trastornos alimentarios, de sueño, etc. Desde el otro lado, cabe observar el comportamiento de aquellos alumnos que muestran cierta propensión a agredir. Es evidente que la edad del agresor será un factor importante a considerar, pero la conducta violenta contra personas o propiedades, la mentira, el robo y la desobediencia, aunque puede conceptuarse de manera diferente en función de la edad del adulto, siempre deberían considerarse antisociales ocurran cuando ocurran. La amplitud de situaciones que podemos calificar en actos antisociales unida a la varianza que introduce el factor redad, añaden dificultad para definir las conductas agresivas e identificar a los alumnos agresores. Aun así, algunas características pueden ayudaros a su definición. En primer lugar, la frecuencia y la intensidad de las conductas. Si un determinado comportamiento es infrecuente en el repertorio de un alumno y no conduce a daños ni lesiones, facilita que disminuya su significación para los adultos, es decir, no se le dará importancia y por tanto no se calificará de agresión. Así pues, la frecuencia y las consecuencias de la conducta son características que contribuyen a que un comportamiento se identifique como problemático o no. La identificación también depende de la gravedad de los hechos. Así, dar un empujón a un compañero podría considerarse dentro de una categoría de agresividad baja, mientras que atacar a un compañero con un arma podría ser una forma más severa de conducta agresiva. Llega un momento en que es probable que una diferencia cuantitativa pase a tener una consideración cualitativa, es decir, que en un determinado momento deja de ser considerada como leve y pasa a ser considerada grave. En el caso de la conducta agresiva, esto suele ocurrir cuando resulta peligrosa, frecuente y se torna ingobernable. Algunos indicadores que pueden alterarnos ante un posible alumno agresor: Posibles indicadores para identificar al alumno bully Agreden, intimidan, ponen motes, ridiculizan, golpean, empujan, dañan las pertenencias de otros estudiantes, etc. Dirigen sus agresiones a estudiantes débiles e indefensos. Pueden tener seguidores que realizan el trabajo sucio mientras ellos organizan El bullying entre las chicas es menos visible y mas rebuscado; se dedican a expandir rumores y a manipular las relaciones entre amigos en la clase Algunas características especificas del alumno bully Físicamente fuertes, mas mayores o de igual edad Necesitan dominar, tener poder y sentirse superiores Con fuerte temperamento, fácilmente enojables, impulsivos y

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La diferencia entre el perdón y otros conceptos

Cuando se menciona el perdón por primera vez, puede parecer algo extraño e inaceptable. Para ayudar, suele ser útil distinguir el perdón de otros conceptos relacionados pero diferentes. El procedimiento puede contemplarse como una modalidad de entrenamiento en discriminación cognitiva. A través de la discusión, a los pacientes se les enseña a diferenciar el perdón de otras posibles reacciones frente a una ofensa. La diferenciación de las siguientes palabras y conceptos de cara a los pacientes son las siguientes: Aceptar. Esta palabra implica indiferencia y una falta de motivación para cambiar los aspectos aversivos del mundo que nos rodea. Por contraste, el perdón deja abierta la opción de luchar por el cambio. Por ejemplo, perdonar la conducta de unos estudiantes que copian en los exámenes, no implica aceptar el copiar como algo inevitable. Los educadores que perdonan no dejan por ello de querer cambiar las condicionar para minimizar la probabilidad de que los estudiantes vuelvan a copiar en el futuro. De forma similar, perdonar a un niño que enciende un fuego o que pega a otros niños del vecindario no implica indiferencia ante tales conductas. Disculpar. Esta palabra implica minimización. Los pacientes pueden decir cosas por estilo de “tampoco es tan importante que mi mujer se gastara todo nuestro dinero en las maquinas tragaperras. En el fondo es una buena persona y me consta que no volverá a hacerlo” o “Así que cada vez que bebe se pone a darme gritos. Pero hay cosas mucho peores en la vida. Por lo menos sigue trabajando y nos mantiene, y jamás me ha puesto la mano encima. De modo que, en el fondo no es para tanto”. Perdonar es muy diferente e disculpar sin más. Perdonar implica admitir que las conductas son negativas. Perdonar no implica minimizar los problemas, ni tampoco ignorar la necesidad de buscar soluciones. Adoptar una postura neutral. Esta palabra implica que no hay que tomar ningún partido en los conflictos. No podemos esperar que las víctimas sean neutrales frente a las acciones de los terroristas, dictadores y demás malhechores. Sus acciones provocaron mucho sufrimiento y la neutralidad puede acarrear más problemas en el futuro. Las victimas están del lado contrario de los ofensores, ya se trate de la discriminación en el trabajo o de los crímenes reiterados de los asesinos en serie y puede que se precisen fuertes medidas para erradicar tales soluciones. Los partidos están tomados de antemano, pero es la victima quien elige perdonar al ofensor. Olvidar. Douglas sirve de ejemplo para explicar este caso, él murió en un estúpido accidente de coche hace más de 35 años. El perdón ha permitido introducir un cambio en el centro de atención. En lugar de recordar obsesivamente la inapropiadisima conducta del conductor temerario que provocó el accidente, los recuerdos se centran ahora en los buenos momentos con Douglas. Los recuerdos del accidente y las ideas de culpabilización son ahora menos frecuentes que cuando ocurrieron los hechos. Justificar. “Es el alcohol lo que hace que se ponga así. En el fondo me quiere y en realidad no es él quien me pega. Es como si lo hiciera otra persona”. Si bien el perdón implica el análisis de las causas de la conducta, no supone una justificación de los actos aversivos de los demás. Tranquilizarse. Es muy útil, pero no es sinónimo de perdonar. Parte del perdón, incluye la conciencia de que en la vida existen conflictos y de que disponemos de procedimientos legales para resolver las disputas. Perdonar implica dejarlo estar en el sentido de reducir la alteración fisiológica, cambiar de actitud y permitir que otros nos ayuden a zanjar la disputa de una forma justa. El perdón forzado, las treguas y el pseudoperdón. El autentico perdón implica un proceso de análisis y de reestructuración cognitiva por las partes ofendidas. El deseo de justicia, de compensación y de sentirse bien. La justicia retributiva supone que una víctima se sentirá bien únicamente cando haya podido llevar a cabo algún tipo de revancha. Por contraste, el perdón no es un arreglo del tipo de un quid pro quo. No exige una compensación de entrada. De hecho como dijo Gandhi: “Si llevamos a la práctica el ojo por ojo y diente por diente, pronto el mundo se quedará ciego y sin dientes”. El perdón puede o no conducir a sentirnos bien. Y dado que el perdón es un proceso que requiere tiempo, el sentirnos bien puede crecer y decrecer. Desgraciadamente, la justicia, las compensaciones económicas y demás formas de compensación, junto con la satisfacción que generan, no nos devolverán al ser amado muerto por un conductor borracho o al amigo que murió en el atentado contra las Torres Gemelas. Además, aunque algún bienestar transitorio pueda extraerse ciertamente del hecho de ver sufrir a una antigua pareja, ello no reparará la relación sentimental del paciente. Perdonar significa, algo más y algo diferente de sentirse bien y recibir una compensación. A propósito de las víctimas de la tortura procedentes de otros países, Gorman (2001) escribió: “cuando los supervivientes refugiados se deciden a hablar de sus muchas pérdidas traumáticas, también deben afrontar la toma de conciencia de que puede que no haya ninguna respuesta o compensación adecuada a las atrocidades perpetradas contra ellos”. Al mismo tiempo, renunciar a la agresividad, el resentimiento y las fantasías de venganzas no significa renunciar al deseo de justicia. El ofensor continuo siendo responsable de sus crímenes. Condenar. El perdón no se deriva de un sentido de condena, que da por sentada la culpabilización y la censura. La actitud de la persona que condena puede ser algo así como: “A fulano le trae todo absolutamente sin cuidado y se merece saber lo mucho que me hirió ¡no tiene corazón!”. Este supuesto perdón refleja un sentido de la superioridad moral que está ausente en el perdón autentico.   (Información extraída de El manejo de la agresividad manual de tratamiento completo para profesionales Howard Kassinove, Raymond Chip Tafrate, 2005)  

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Características psicológicas de los violadores ¿cómo son?

Los violadores no son menos inteligentes ni están más enfermos mentalmente que otras personas. Muchos violadores no muestran evidencias de trastorno psicológicos. Esto no quiere decir que su conducta sea normal. Quiere decir que la mayoría de los violadores controlan su conducta y saben que es ilegal. Algunos violadores se sienten socialmente inadaptados y confiesan que no son capaces de encontrar parejas dispuestas. Algunos carecen de habilidades sociales y evitan las interacciones sociales con las mujeres. Sin embargo, otros no son menos hábiles socialmente que los no violadores en el mismo grupo socioeconómico. Algunos violadores son básicamente antisociales y tienen largos historiales de conducta violenta. Tienden a actuar según sus impulsos, sin tener en cuenta la costa para la persona a la que atacan. El uso del alcohol también puede amortiguar el autocontrol y espolear la agresividad sexual. Para algunos violadores, la violencia y la excitación sexual están imbricadas. Así pues buscan combinar sexo y violencia para aumentar su excitación sexual. Algunos violadores se excitan más que otros hombres con las descripciones verbales o los videos que describen violaciones. Sin embargo, otros investigadores han fracasado en el intento de encontrar patrones de excitación desviados en los violadores. Estos investigadores encuentran que los violadores como la mayoría de otras personas, se excitan mas con los estímulos provocados en una actividad sexual mutuamente consentida que con los estímulos que reciben en una violación. Los estudios realizados con violadores encarcelados pueden criticarse basándose en que no representan a la población total de los violadores. Se estima que menos del 4% de los violadores son detenidos y eventualmente privados de libertad. La mayoría de las violaciones son cometidas por conocidos de la víctima y éstos aun tienen una probabilidad menor de ser arrestados, condenados y encarcelados. Para compensar este problema metodológico, los investigadores han intentado el método de estudio según el cual hombres que conservan su anonimato confiesan haber mantenido conductas sexuales coactivas, incluyendo la violación, y no haber sido identificados por el sistema judicial criminal. Harney y Muehlenhard (1991) resumieron los hallazgos de los investigadores sobre hombres que se declaran sexualmente agresivos. Estos presentaban las siguientes características: Perdonan la violación y la violencia contra las mujeres Mantienen actitudes tradicionales de rol de genero Son experimentados sexualmente Son hostiles hacia las mujeres Mantienen la actividad sexual para expresar dominio social Se excitan sexualmente con las descripciones de violaciones Son irresponsables y carecen de conciencia social Tienen grupos de amigos, como fraternidades, que les presionan hacia la actividad sexual Los móviles de los violadores: la búsqueda de los tipos Aunque la excitación sexual es un elemento obvio e importante en una violación, algunos investigadores argumentan que el deseo sexual no es la motivación básica para la violación. Otros investigadores encuentran que la motivación sexual juega un papel clave en las violaciones en las citas y por conocidos. Basándose en el trabajo clínico con más de 1000 violadores, Groth y Birnbaum proponen tres tipos de violación: violación por cólera, por poder y sádica. Violación por cólera. Es un ataque vicioso y no planeado que se activa por la cólera y el resentimiento hacia las mujeres. El violador por cólera normalmente emplea mas fuerza de la necesaria para obtener la sumisión. Sus víctimas a menudo son obligadas a cometer actos degradantes y humillantes. Típicamente, el violador por cólera confiesa haber sufrió humillaciones de manos de las mujeres y utiliza la violación como un instrumento de venganza Violación por poder. El hombre que comete una violación por poder está motivado por el deseo de controlar y dominar a la mujer que viola. La recompensa sexual es secundaria. El violador por poder está intentando resolver dudas que le perturban acerca de su identidad sexual y valía o combatir sentimientos profundamente arraigados de inseguridad y vulnerabilidad. Violación sádica. Realiza un ataque salvaje y ritualizado. Algunos sádicos atan a sus víctimas y la someten a experiencias y amenazas humillantes y degradantes. Algunos torturan o asesinan a sus víctimas. La mutilación es común. Groth (1979) estima que el 40% de las violaciones son violaciones por cólera, el 55% por poder y el 5% sádicas.   (Información extraída de Sexualidad humana / Spencer A. Rathus, Jeffrey S. Nevid, Lois Fichner-Rathus; traducción, Roberto Leal Ortega; revisión técnica, prologo y adaptación, Félix López, 2005)  

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Las rabietas en el niño

Pedir, reclamar, exigir implican en el niño un mínimo de agresividad. El pequeño tiene a veces ataques de rabia. Grita, patalea, se debate en todos los sentidos cuando no obtiene lo que desea. Entre los dos y tres años, el niño se vuelve más antagónico, más irascible. Algunos atacan a otros niños, muerden, arañan, tiran de los cabellos. Después, hacia los cuatro años, el niño que muerde se calma. Expresa su agresividad a través de las palabras y menos a través de gestos. Generalmente, los niños son más agresivos que las niñas, rivalizando en imaginación cuando inventan juegos violentos. Afortunadamente, con la edad, se instala cierta moderación. Desafortunadamente para los padres, algunos niños continúan mostrándose irascibles. Pegan a sus compañeros y a veces a los adultos, rompen todo lo que cae en sus manos, sus juguetes y los de los demás, ante la más mínima contrariedad. Son niños que, según los psiquiatras, no soportan la frustración. En algunos casos de gran intolerancia a la frustración, el niño puede entrar en verdaderas crisis de rabia por el más mínimo motivo, como por ejemplo porque no encuentra un juguete que está buscando. El niño empieza a dar puñetazos, patadas a diestro y siniestro y a veces acaba por dañarse a sí mismo, por ejemplo golpeándose la cabeza contra la pared. Nos podemos imaginar hasta qué punto tales explosiones de cólera pueden dejar a los padres desconcertados. Cuando un niño va haciéndose mayor y no se calma, cuando tiende a ponerse en posiciones extremas por una simple advertencia o reprimenda, podemos hablar en estos casos de trastorno del comportamiento. Al hacerse mayor, si los trastornos del comportamiento persisten, habrá otras incidencias. Al niño le costará mucho adaptarse a normas sociales y por lo tanto a integrarse en la escuela, relacionarse con otros niños, hacer amigos o expresar sus emociones tanto si son positivas como negativas. Le costará proyectarse en el tiempo, expresado solo deseos momentáneos. Frágil, poco seguro de sí mismo, será incapaz de cuestionarse o asumir la responsabilidad de una falta. Muy dependiente de su entorno, buscará el conflicto permanentemente, como si quisiera castigar a su entorno por su propia falta de autonomía. En algunos niños, el dominante ansioso estará también presente, pudiéndose traducir en trastornos obsesivos, fobia escolar, la aparición de tics, etc. Algunas formas de trastorno del comportamiento no se manifiestan de entrada mediante la agresividad sino a través de una inhibición muy fuerte. El niño se encuentra la mayor parte del tiempo en un estado amorfo, evita las relaciones con los demás. De inteligencia normal, sin embargo, fracasa en la escuela, como paralizado cuando tiene que esforzarse en pensar. El niño se muestra muy dependiente de su entorno. La clasificación americana de las enfermedades distingue diferentes tipos de trastorno del comportamiento: los trastornos del comportamiento con hiperactividad, falta de atención, impulsividad, los trastornos del comportamiento en los que el niño infringe sistemáticamente las normas y reglas sociales, tanto en casa como en la escuela y los trastornos del comportamiento en los que el niño se muestra particularmente hostil y desafiante. Una última categoría, el trastorno explosivo intermitente que designa cóleras patológicas en las que el niño es incapaz de resistirse a impulsos agresivos espectaculares, totalmente desproporcionados con respecto al factor desencadenante. Estos trastornos coexisten con trastornos de conducta y trastornos de oposición. ¿Cuántos niños padecen un trastorno del comportamiento? Los trastornos del comportamiento son uno de los motivos más frecuentes de consulta en psiquiatría infantil. El trastorno oposicionista con desafío afectaría del 2 al 10%, incluso al 16% de niños y adolescentes de la población general. Antes de entrar en la pubertad, son más los varones que las niñas, más o menos dos niños por niña, los que padecen este tipo de trastorno. Pero pasada la pubertad, la tendencia es a la inversa. No existen estudios sobre el trastorno explosivo intermitente en el niño. Es más frecuente que este tipo de trastorno empiece en la adolescencia con un predominio masculino. El trastorno de la conducta es uno de los diagnósticos mas establecidos en los servicios de psiquiatría. Resulta difícil dar cifras, en razón de los métodos de evaluación utilizados que pueden variar de un servicio a otro. Además, los niños y los adolescentes se contabilizan casi siempre juntos, aunque exista una diferencia notoria entre los trastornos que aparecen en la infancia o en la adolescencia. Según los estudios se estima que del 6 al 16% de varones menores de dieciocho años padecen un trastorno de conducta y en niñas en la misma franja de edad solo del 2 al 9%. El reparto proporcional es de cinco varones por una niña. La proporción de niños es mucho más elevada antes de los diez años de edad. ¿Por qué algunos niños son más violentos que otros? Pueden ser varias las causas que expliquen un comportamiento agresivo, incluso auto agresivo. Frecuentemente se menciona el carácter. Mi hijo pequeño tiene un carácter de mil demonios mientras que los otros son más manejables dicen a veces los padres. El carácter, aunque puede entrar en la comprensión del niño, no justifica todo el trastorno. El hecho de que un niño continúe mostrándose violento mas allá de los cinco, seis años puede ser debido a ciertas carencias educativas, como por ejemplo la falta de autoridad por parte de los padres, por una permisiva excesiva o a la inversa por una actitud demasiado rígida que predispone al niño. En algunos casos, un cambio de actitud, una organización familiar diferente podrán aportar una ligera mejora. En otros casos, la actitud de los padres y el contexto educativo no son la causa. Algunos niños al hacerse mayores siguen mostrándose agresivos, incapaces de hacer amistad con otros niños, de adaptarse al marco escolar, de respetar un mínimo de reglas y disciplinas, sin que el origen de este trastorno sea realmente explicable. Estos niños tienen un fracaso escolar masivo y están en oposición constante con cualquier forma de autoridad. La causa de estos trastornos es multifactorial. La agresividad puede ser

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