Muerte en la tercera edad

La tercera edad está considerada como la etapa del ciclo vital que empieza alrededor de los 65 años y que finaliza con la muerte. Existen diferentes términos para hacer referencia al mismo periodo, tercera edad, edad avanzada, vejez, ancianidad, etc.

Las personas que se incluyen en esta etapa tienen una percepción de la propia muerte como algo más cercana. A lo largo de su vida habrán tenido numerosos contactos con personas que han muerto. La muerte del otro se convierte entonces para el anciano en el punto de partida sobre el cual imagina o fantasea acerca de cómo será su propia muerte. De esa manera se va preparando para su proceso de “ser en la muerte”.

Las pérdidas que a lo largo de su existencia puede haber venido acumulando en los ámbitos personal y social pueden también ocasionar el que cada nueva muerte signifique un aumento de empobrecimiento y de su soporte en la vida, ya sea afectivo o biológico. Por ello lo que más le preocupa al anciano no es la muerte sino la pérdida.

La muerte contiene una enorme cantidad de incógnitas, pero es un hecho inevitable, natural a la condición humana, como lo es el rechazo que despierta, con la consiguiente angustia y temor que expresan los ancianos. El hombre, sabe que morirá y tiene conciencia de este hecho, aunque no lo haya experimentado en él mismo. Desde la antigüedad, el hombre se ha esforzado por asumir la muerte. Ya viejos poemas hacen referencia a ella, lo que nos demuestra que ya en aquellos tiempos el hombre se resiste a aceptar que va a desaparecer y necesita creer que pervivirá en su alma. La ciencia define la muerte como el cese absoluto y definitivo de todas las funciones biológicas, que incluye la interrupción total e irreversible de las funciones circulatoria y respiratoria y el cese, también irreversible, de todas las funciones cerebrales.

Para la psicología la muerte constituye una de las fuentes de angustia más significativas e importantes. Las diferentes emociones que pueden presentar los ancianos ante la muerte como el miedo, la angustia, la tristeza o el enfado junto con la influencia de los factores culturales serán la base que tenga en el proceso del final de la vida. La muerte se considera como un proceso y no como un acto puntual.

El enfermo terminal se va muriendo poco a poco y va diciendo adiós al amor, a las ilusiones y a las esperanzas. Por otro lado, aumentan los miedos al más allá, al sufrimiento de los últimos días, a qué pasará con sus familiares, al olvido. Pero también es importante resaltar, que este proceso de morir, lo experimentan los familiares y/o cuidadores que están día a día con el enfermo al final de su vida. La muerte psicológica también penetra en la esfera familiar que a través del duelo tendrá que aceptar que todos nos morimos un poco en la pérdida del ser querido. En este sentido, cuidar al cuidador es una labor importante y necesaria ya que puede facilitar el buen morir del enfermo al final de la vida.

Actitudes ante la muerte

La actitud es uno de los conceptos más relevantes en psicología social. No es un concepto aislado, sino que se haya en estrecha relación con otros conceptos psicológicos como: motivación, percepción, personalidad y conducta. Allport lo define de la siguiente forma: “Estado de disposición nerviosa y mental, organizada mediante la experiencia, que ejerce un influjo dinámico o directivo sobre las respuestas que un individuo da a todos los objetos y situaciones con que ella está relacionada” (1935)

Una actitud tiene los siguientes componentes:

  • Ideas y creencias sobre el objeto de la actitud
  • Emociones que produce el objeto de la actitud
  • Acción respecto al objeto de la actitud

Los tres componentes pueden o no estar relacionados, pues a veces hay contradicciones entre ellos; por ejemplo, las actitudes ante la muerte con frecuencia son contradictorias, pues la muerte en sí encierra una contradicción.

Las actitudes ante la muerte son un producto de la educación, que varía en función del contexto cultural. Están estrechamente relacionados con la visión personal del mundo y con la posición que uno considera que ocupa en el mundo. Esto a su vez tiene que ver con el control percibido de la realidad, en concreto de las leyes naturales, pues una sensación de control sobre éstas lleva a tener menos conciencia del poder de la naturaleza sobre la vida y por lo tanto de la muerte. También tienen que ver con las experiencias relacionadas con la muerte, con la esperanza de vida y con las creencias sobre lo que es un ser humano

La muerte genera todo tipo de actitudes y emociones siendo el miedo y la ansiedad las respuestas más comunes. Para Limonero (1997), la ansiedad ante la muerte se puede entender como una reacción emocional producida por la percepción de señales de peligro o amenaza a la propia existencia. La ansiedad podría aparecer ante la presencia de una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, la noticia de un fallecimiento o por estímulos situacionales que por asociación con los anteriores han condicionado estímulos internos del sujeto tales como pensamientos o imágenes relacionadas con la muerte propia o la de un ser querido.

Para Dobler (1974), la ansiedad sería un estado emocional negativo que carece de objetivo específico. Sería como tener miedo a algo, sin saber que ese algo, mientras que el miedo sería lo que experimentamos cuando podemos localizar y describir la fuente de nuestras preocupaciones. Es decir, la ansiedad ante la muerte sería el miedo a dejar de sentir, mientras que el miedo a la muerte podría ser miedo al proceso de morir, en el sentido de cómo será la agonía, si se podrá controlar el dolor, etc.

La actitud ante la muerte depende de múltiples factores: la personalidad de la persona, su estilo de vida, el contexto sociocultural, las relaciones humanas que se han tenido y las que se mantienen con la familia y los amigos, el dolor padecido…conviene ayudar a aceptar la realidad, la situación, la edad que se tiene, con sus limitaciones. Para que pueda darse el desarrollo personal el ser humano tiene que dejar tras de sí lo que ha muerto y continuar su camino hacia delante, aunque sabemos que esto es muy difícil y que constantemente anhelan sus años de juventud y a las personas que quedaron por el camino

Las actitudes mas comunes de los ancianos ante su propia muerte que fueron propuestas por Martin en 1976 son:

  • Actitud de indiferencia: era normal que un día sucediera, a todos nos toca, yo ya soy demasiado viejo.
  • Actitud de temor: quizá no tan ligada a la muerte como a todo aquello que la precede (temor al dolor, sufrimiento inútil, etc.)
  • Actitud de descanso: experimentando sobre todo por personas que han sufrido mucho en su vida o que padecen una enfermedad crónica
  • Actitud de serenidad: el anciano tiene conciencia de haber vivido una existencia plena, de haber sido útil a los demás.

En esta etapa hay que diferenciar entre el miedo a la muerte y el miedo a morir que tienen las personas con edad avanzada. Es decir, les preocupa más el cómo van a morir que su propia muerte. Thomas en 1976 afirma que para los ancianos el miedo a morir es mas intenso que el mismo miedo a la muerte. Y que esto es así especialmente en lo referido a la obsesión por no morir en soledad, el miedo a ser abandonado sin cuidado, a no ser atendido a tiempo y/o a ser encontrado en estado de descomposición. Miedos a los que podríamos añadir el miedo a la pérdida de control que según Kalish en 1976 podría provocar conductas en los ancianos, que aparentemente no tienen relación con la muerte, o al menos sin relación directa, pero que puede hacer que su cuidado, se convierta en una carga insoportable para su familiares o cuidadores.

(Información extraída de Perspectivas de estudio en gerontología y salud en el siglo XXI  / Coordinadores: Jesús Rodríguez Marín, Esther Sitges Maciá, 2020)

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