El papel del alcohol: celebración, coloque y desfase

Desde hace décadas en nuestra cultura se han ido configurando unos valores, actitudes y prácticas sociales, según las cuales, toda celebración festiva y grupal debe estar acompañada por el alcohol. Bodas, bautizos, cenas, fiesta mayores, tratos económicos, reuniones familiares y de amigos, salidas, etc., requieren de la presencia del alcohol, que actúa como elemento de sociabilidad. Refuerza al grupo y establece lazos entre sus miembros. El escote, el invite y la ronda son formas y expresiones de dicha sociabilidad.

Los adultos, incluso los padres de los actuales jóvenes y adolescentes, fueron socializados en esta realidad. Para ello hay un patrón de consumo de alcohol, repetitivo y diario, asociado a las comidas y a las relaciones sociales y un consumo más intensivo en momentos de fiesta y celebración, que incluye también a las mujeres, a los adolescentes y a los jóvenes.

El nuevo patrón de bebida emergente en los ochenta y consolidado en los noventa, rompe con el modelo anterior adulto. Se basa en un tiempo dualizado, en que el consumo se concentra en el fin de semana, trastoca la tradición sobre cuales alcoholes son los adecuados para según qué circunstancias, crea nuevas combinaciones y usos diferenciales; rompe las exigencias de moderación y control sobre los más pequeños, abriendo la puerta para que se den, mas allá del control ritual, consumos excesivos en edades muy tempranas; cambia los comportamientos de género, puesto que entre los más jóvenes los consumos de alcohol se equiparan entre todos.

Este nuevo patrón que tiene más que ver con el modelo de la celebración que con el del uso cotidiano, permite a nivel simbólico, revalorizar el coloque y el desfase mimetizados en términos de los jóvenes por la expresión “coger el punto”. Emborracharse, sobrepasando el límite del puntillo es una actividad puntual, pero repetitiva en el ciclo anual, para gran parte de los jóvenes que están experimentan con sus límites. Tiene un carácter opcional y de celebración, puesto que la mayoría de sus salidas no se alcanza dicho punto, aunque para una minoría puede llegar a ser la pauta más seguida y buscada.

Colocarse y desfasarse aparecen como la conducta opuesta a aburrirse y entre ambos polos quedan modalidades de consumo de alcohol más o menos intensivas, pero mucho más integradas. De lo que se trata es de relacionarse con los iguales, pero en determinados momentos en la relación con otros está bien valorado desfasarse: en momentos especiales, cuando se celebra algo no rutinario, etc.

El problema se produce cuando se interpretan los consumos festivos, entendiéndolos no dese la diversidad, sino enfatizando la celebración del desfase, puesto que este tipo de discurso opera no solo en el imaginario adulto, sino también en el de los jóvenes ya que las variadas formas de beber se reducen a una única: la borrachera y el coloque. Lo que es puntual y representa un acontecimiento especial en los itinerarios vitales de la mayoría de los jóvenes y adolescentes, se convierte en algo cotidiano y normal. Queda inscrito en el orden simbólico dentro de los comportamientos juveniles como algo rutinario y ritualizado.

 

(Información extraída de Más allá́ del botellón: análisis socioantropológico del consumo de alcohol en los adolescentes y jóvenes / [Javier Elzo Imaz, Marina Teresa Laespada, Joan Pallarés], 2003)

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