Trastornos de la Sexualidad

¿Es la anorgasmia un trastorno temporal o crónico?

Resulta impensable que una mujer de antes de 1950 tuviera preocupación porque las relaciones no culminaran con el orgasmo. La cultura de la época propiciaba que la sexualidad tuviera, entre otras, la función de débito conyugal, o sea, las satisfacciones de las necesidades del varón. Muchos quienes atribuyen un papel importante al informe Kinsey en la desmitificación de la pasividad de la mujer y la aparición subsiguiente de demandas sexuales propias, ajenas a los intereses del compañero. Pero de una reivindicación legítima se ha pasado a una auto exigencia, a veces cargada de ansiedad, lo cual está reproduciendo en la mujer muchos de los factores limitantes a los que ya se había adscrito el varón. Definición La décima revisión de la clasificación internacional de las enfermedades se refiere a  los trastornos sexuales en su capítulo 5 y hace referencia a la disfunción orgásmica cuando el “orgasmo no ocurre o está notablemente retrasado”. La definición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales es más completa: “ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo tras una fase de excitación sexual normal. Las mujeres muestran una amplia variabilidad en el tipo o intensidad de la estimulación que desencadena el orgasmo. El diagnóstico de trastorno orgásmico femenino debe efectuarse cuando la opinión médica considera que la capacidad orgásmica de una mujer es inferior a la que le correspondería por edad, experiencia sexual y estimulación sexual recibida”. En The Second International Consultation on Sexual Medicin se definió el trastorno del orgasmo como “a pesar de una adecuada excitación hay ausencia, notable disminución de la intensidad o retraso del orgasmo con cualquier tipo de estimulación”. Para los amantes de las clasificaciones, sería conveniente establecer un periodo concreto durante el cual otorgarle una entidad clínica si la anorgasmia se mantiene, ya que a lo largo de la vida de la mujer son muchas las ocasiones en que la respuesta sexual no va a culminar con la sensación orgásmica, sin que se pueda considerar por ello patológico. Habría también que establecer un tiempo de aprendizaje, a partir del cual determinar que existe anorgasmia, porque para la mayoría de mujeres este aprendizaje acontece después de un tiempo de iniciadas las relaciones sexuales. Son las mujeres con experiencia en masturbación las que más fácilmente responden de forma satisfactoria. En el Instituto Andaluz de Sexología y Psicología (IASP) casi el 98% de las mujeres que acuden a consulta quejándose de anorgasmia primaria no se ha masturbado con anterioridad. La forma más fácil de experimentar el orgasmo es por auto estimulación, especialmente del clítoris, un método utilizado por el 95,2% de las mujeres que se masturban. La inserción digital es uno de las formas menos facilitadoras de la respuesta y conduce al orgasmo solo al 0,9% de las mujeres. Otras fórmulas útiles para algunas mujeres, pueden ser la simple presión de las piernas 2,7% acariciarse los pechos 1,2% o únicamente fantaseando. Entre las mujeres que acuden al IASP, la forma más fácil de acceder al orgasmo, además de la estimulación manual, es a través de la estimulación bucal, a continuación la penetración en cabalgada con estimulación manual al mismo tiempo, después la penetración a tergo (ella tendida boca abajo y él penetrando por detrás) con estimulación clitoridea, posteriormente, la penetración en cabalgada, sin estimulación y por último la postura del misionero. La presión sociocultural, como ver escenas eróticas en el cine o leer revistas donde se refieren orgasmos explosivos, hace que quienes no experimentan esa sensación se sientan limitadas, interpretando su sexualidad como pobre, lo cual favorece la evitación y la falta de entrenamiento para acceder a una respuesta satisfactoria. Clases de disfunciones orgásmicas Masters y Johnson distinguían: Disfunción orgásmica primaria: mujeres que nunca han tenido orgasmo Disfunción orgásmica circunstancial o anorgasmia situacional, referida a mujeres que han conseguido el orgasmo pocas veces y bajo circunstancias concretas Disfunción orgásmica fortuita: mujeres que rara vez han alcanzado el orgasmo Disfunción orgásmica secundaria: mujeres que han tenido orgasmo pero a partir de cierto momento dejan de experimentarlo Otros autores también consideran anorgasmia secundaria la posibilidad de experimentar orgasmo con la masturbación pero no con la pareja. El DSM-IV-TR diferencia entre: Anorgasmia de toda la vida: cuando nunca ha habido orgasmo, ni en pareja, ni por masturbación, que es la modalidad más frecuente Anorgasmia adquirida: cuando tras una época de haber tenido orgasmos con normalidad, se deja de experimentarlos de forma sistemática. La experiencia propia señala que la anorgasmia adquirida o secundaria es de peor pronóstico que la primaria y casi siempre coincide con una mala relación de pareja más o menos encubierta. De hecho, es muy normal la aparición de molestias ante casi todas las iniciativas de la pareja, como cambios de ritmos, posturas, olores, además de aparecer ideas intrusivas, en el sentido de considerar que la relación no va a ir bien. En todo caso, ante una anorgasmia secundaria habrán que descartar factores orgánicos, especialmente ciertos fármacos o investigar la posibilidad de que haya ocurrido un hecho traumático. Anorgasmia general: si la mujer es incapaz de sentir un orgasmo ya sea inducido por el coito o por la estimulación del clítoris, en ninguna circunstancia Anorgasmia situacional: cuando se alcanza el orgasmo pero solo en determinadas circunstancias especificas. En el IASP se detectan las siguientes formas de presentación: Nunca ha habido orgasmo bajo ninguna circunstancia Anorgasmia salvo en sueños Orgasmo solo con auto estimulación Solo por presión del chorro de agua de la ducha Solo aprentando las piernas Solo en estimulación manual propia Solo por estimulación manual propia y de la pareja Solo con estimulación oral Solo por estimulación manual de la pareja, pero no con auto estimulación Orgasmo con penetración y estimulación clitoridea al mismo tiempo Con unas parejas pero no con otras Unas cuantas veces en su vida Orgasmo de baja intensidad Que no quieren tener más de un orgasmo seguido Que no están seguras de tener orgasmos A estas distintas formas de presentación habría que añadirle el apellido de “con fácil excitabilidad o con difícil excitabilidad”   (Información

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Eyaculación retardada, ¿cuáles son las dificultades de los hombres en el terreno sexual?

La característica distintiva de la eyaculación retardada es el retraso marcado o la incapacidad para alcanzar la eyaculación (Criterio A). El varón refiere dificultad o incapacidad para eyacular a pesar de la presencia de estimulación adecuada y de deseo de eyacular. La dificultad suele aparecer durante la actividad sexual con la pareja. En la mayoría de los casos, el diagnóstico se hará en base a lo referido por el propio individuo. La definición de retardo no tiene limites precisos, puesto que no hay consenso acerca de qué constituye un tiempo razonable para alcanzar el orgasmo o qué supone un retardo inaceptable para la mayoría de los varones y sus parejas sexuales. El varón y su pareja pueden referir haber realizado intentos prolongados para alcanzar el orgasmo hasta el punto de producir agotamiento o molestias genitales, y después haber dejado de intentarlo. Algunos varones suelen referir que evitan la actividad sexual debido a un patrón repetido de dificultades para eyacular. Algunas parejas sexuales pueden referir sentirse menos atractivas sexualmente porque su pareja no eyacula con facilidad. Además de los subtipos de por vida adquirido y generalizado, en la evaluación y diagnóstico de la eyaculación retardada se deben considerar los siguientes 5 factores, puesto que pueden ser relevantes para la etiología o el tratamiento: Factores de pareja (problemas sexuales de la pareja, estado de salud) Factores de la relación (escasa comunicación, discrepancias en el deseo de mantener actividad sexual) Factores de vulnerabilidad individual (imagen corporal mala, antecedentes abuso sexual o emocional) Factores culturales o religiosos (inhibición en relación a prohibiciones de la actividad sexual, actitudes hacia la sexualidad) Factores médicos relevantes para el pronóstico, el curso o el tratamiento Cada uno de estos factores puede contribuir de distinta manera a los síntomas que presentan los diferentes hombres con este trastorno (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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¿Qué hombres son los que padecen trastorno eréctil?

La característica esencial es el fracaso repetido para conseguir o mantener las erecciones durante la actividad sexual en pareja (Criterio A). Se requiere una historia sexual detallada para confirmar que el problema ha estado presente durante un periodo de tiempo significativo (unos seis meses) y que sucede en la mayoría de las ocasiones de actividad sexual (al menos el 75% de las veces). Los síntomas pueden aparecer sólo en situaciones concretas que implican determinados tipos de estimulación o de pareja, o pueden ocurrir de manera generalizada en todo tipo de situaciones, estimulaciones o parejas. Muchos hombres con trastorno eréctil pueden tener baja autoestima, poca confianza en sí mismos y un sentimiento de masculinidad disminuido y pueden experimentar un afecto deprimido. Pueden sentir temor o evitación de los encuentros sexuales futuros. Es frecuente la disminución de la satisfacción y del deseo sexual en la pareja del individuo. Además de los subtipos de por vida/adquiridos y generalizado/situacional, en la evaluación y el diagnóstico del trastorno eréctil se deberían constatar los siguientes 5 factores, puesto que pueden ser relevantes para la etiología o el tratamiento: Factores de pareja (problemas sexuales de la pareja, estado de salud de la pareja) Factores de la relación (mala comunicación, discrepancias en el deseo de mantener la actividad sexual) Factores de vulnerabilidad individual (imagen corporal mala, antecedentes de abuso sexual y emocional), comorbilidad psiquiátrica (depresión, ansiedad) o factores de estrés (pérdida del empleo, duelo) Factores culturales o religiosos (inhibición en relación a prohibiciones de la actividad sexual, actitudes hacia la sexualidad) Factores médicos relevantes para el pronóstico, el curso o el tratamiento. Cada uno de estos factores puede contribuir de manera distinta a los síntomas que presentan los diferentes hombres con este trastorno.   (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)  

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¿Cómo Se Origina la Sexualidad Desde lo Biológico y lo Psicosocial?

La mayor parte de lo que hoy se conoce sobre la sexualidad humana se ha descubierto y publicado durante el presente siglo y aún existen puntos de vista controvertidos sobre algunos aspectos de la amplia y compleja gama de particularidades que abarca y que hace difícil una definición precisa. Como aproximación, puede hablarse de dos vertientes principales, una de origen biológico y otra psicosocial. La biología no solo afecta a la procreación, sino también al impulso, deseo, a la capacidad de respuesta sexual y de goce a través de ella. En cuanto al plano psicosocial, es sabido que desde los primeros años de la infancia se adoptan ideas y actitudes hacia el sexo determinadas por el entorno familiar y escolar, y que éstas varían de acuerdo con el sistema de valores morales que regulan los distintos estamentos sociales y las diferentes culturas, por lo que carecen de validez universal para definir unívocamente el comportamiento sexual. También la ciencia, en constante evolución y la aparición de nuevas enfermedades pueden ser causa de cambios radicales en las costumbres sexuales, como ha ocurrido, por ejemplo, con el perfeccionamiento de los anticonceptivos y con la aparición del sida. Estos y otros factores han alterado de manera notable las costumbres eróticas de la sociedad occidental. No solo ha variado la concepción acerca del distinto papel sexual atribuido al hombre o a la mujer, que han perdido rigidez en favor de una sexualidad más compartida y menos dogmática, sino también la de la propia relación sexual, concebida hoy como un acto de placer. De igual manera, la edad de iniciación sexual es mucho más temprana, lo que refleja que la sexualidad se vive con una mayor libertad. Así, muchas cosas que antes se consideraban prohibidas forman parte ahora del comportamiento sexual normal y se pueden abordar y discutir libremente. Esto ha contribuido a desterrar, al menos en una parte importante, una serie de mitos, leyendas, tabúes, prejuicios y temores que, tanto el hombre como la mujer, arrastraban como un pesado inventario que influía de manera negativa sobre la mayoría de sus actos. Si bien persisten ciertos vicios de comportamiento, debidos más a una falta de educación que al arraigo de una educación errónea e injusta, el cambio es evidente y puede documentarse en cifras sobre cada uno de los distintos aspectos que configuran la conducta sexual de la población y cuya elocuencia no admite reparos. En todo caso, hoy los problemas más graves son otros, como los embarazos no deseados en las adolescentes o el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual. Una de las claves para vivir una sexualidad sana y placentera y obtener la máxima satisfacción en las relaciones íntimas es la de poseer una educación sexual adecuada y esto supone, de acuerdo con la naturaleza de las relaciones, tanto el estar informado de todos los métodos de anticoncepción y de prevención, como el tener, en todos los casos, un conocimiento más o menos profundo del funcionamiento de los órganos sexuales de la persona con quien se comparte la relación y una conciencia plena de que se pueda disfrutar del sexo sin límites de edad. Sexualidad y tercera edad A pesar de que los ancianos con buen estado de salud no tengan una actividad sexual tan frecuente como cuando eran jóvenes, su capacidad de goce y de satisfacción personal en las relaciones sexuales permanece inalterable con la edad. Es solo cuestión de responder a los propios impulsos y encontrar la mejor vía para hallar y proporcionar satisfacción, donde el único órgano imprescindible para que ello ocurra es el cerebro. La sexualidad adulta adopta distintas orientaciones y formas de manifestar que tienen más que ver con el afecto, que, con la atracción física, es más comprensiva e independiente, y en contra de una creencia más o menos generalizada, no decae con el paso de los años, especialmente si se ha llevado una vida sexual activa durante la edad madura. No obstante, deben tenerse en cuenta ciertos condicionamientos fisiológicos que modifican la relación sexual en la tercera edad. Así, el hombre de edad llega a la erección de un modo más lento que el joven; y la mujer requiere más tiempo de estimulación para que la lubricación de sus órganos genitales sea suficiente y la relación sexual pueda ser agradable y placentera. Si bien la erección se consigue con más lentitud, por otra parte, su duración suele ser también mayor y la eyaculación se presenta con cierto retardo. El tiempo para estar en forma para una nueva erección, condicionado por razones fisiológicas, es en el hombre mayor, de doce a veinticuatro horas, como promedio, aunque esto está sujeto a amplias variaciones de carácter individual. Trastornos de la sexualidad La impotencia y la eyaculación precoz, en el hombre y la frigidez en la mujer, son trastornos debidos a causas físicas u orgánicas o, con mayor frecuencia, a causas psíquicas. El conocimiento de su naturaleza es decisivo para lograr unas relaciones sexuales plenas. Impotencia Las causas más frecuentes de impotencia o disfunción eréctil son los factores de carácter psíquico, que pueden ser de signo muy diverso, aunque en la mayoría de los casos se manifiesta con un incremento de la ansiedad y comportan inhibiciones sexuales y conflictos de relación de pareja, por lo demás, síntomas comunes a todas las impotencias. En raros casos, la causa principal es de carácter orgánico, como las alteraciones en el flujo sanguíneo de entrada (arterial) o de salida (venoso) en el pene. Otras impotencias están asociadas al uso de medicamentos que reducen la capacidad eréctil, entre otros, los hipotensores, los antidepresivos y los antipsicóticos. Cualquiera que sea su etiología, la terapia sexual siempre resulta conveniente, ya que reduce estos síntomas, y en algunos casos, ello resulta suficiente para curar la impotencia. En cuanto a la provocada por problemas circulatorios, la cirugía vascular ha experimentado grandes avances y la implantación de prótesis puede solucionar el problema con una intervención cuyo éxito oscila entre el 30 y el 80% de los casos. Eyaculación precoz

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¿Cuáles Son los Síntomas Claves del Trastorno Orgásmico Femenino?

En este tipo de problemas la mujer, alcanzando un nivel de excitación adecuado tiene, sin embargo, una gran dificultad o es incapaz de llegar al orgasmo. En algunos casos nunca se ha llegado al orgasmo, identificándose la disfunción como primaria y en otros, tras un periodo en el que se ha disfrutado del orgasmo en las relaciones sexuales, se ha perdido la capacidad de alcanzarlo o es muy costoso de obtener. Otras mujeres se quejan de la imposibilidad de llegar al orgasmo al ser estimulada por su pareja en una relación sexual, aunque sí lo pueden obtener mediante la masturbación. A la hora de valorar la presencia de una disfunción orgásmica conviene tener presente que no se puede hablar de una manera “normal” de obtener el orgasmo, debido a la gran variabilidad que existe, no solo entre una mujer y otra, sino al comparar experiencias en una misma mujer, con relación a su modo de responder ante la estimulación erótica. Los niveles de excitación, en ocasiones, se alcanzan rápidamente y con facilidad y otras veces se requiere una estimulación más duradera e intensa para que esto se logre. Algunas mujeres necesitan la estimulación directa en la zona del clítoris para alcanzar el orgasmo, mientras que otras llegan al orgasmo únicamente a través de la estimulación producida por los movimientos de penetración durante el coito. Los estudios sobre comportamientos sexuales femeninos, tanto en nuestro país como fuera de él, han encontrado que solamente alrededor de un 30% de mujeres son capaces de llegar al orgasmo mediante el coito exclusivamente, por lo que carece de sentido considerar a una mujer como disfuncional por el hecho de no alcanzar el orgasmo a través de la estimulación coital. A veces, la mujer que no alcanza el orgasmo durante la relación sexual acaba fingiendo que lo tiene. Entre las relaciones aducidas para hacerlo se encuentra el evitar conflictos con la pareja ya que es habitual que se den enfados y discusiones. El varón le dirá a la mujer que lo único que tiene que hacer para llegar al orgasmo es “dejarse llevar” y puesto que ella es incapaz de lograrlo, se sentirá frustrado y se quejará de su poca cooperación. Además, en numerosos casos, intentará resolver la inseguridad que siente respecto a su inadecuación como compañero sexual, interrogando a la mujer durante el juego amoroso sobre lo apropiado o no de su actuación, lo que genera a su vez, en ella, una gran presión que, junto con una sensación de distanciamiento del juego amoroso, vivido más bien como un campo de experimentación, imposibilitará que la excitación se mantenga y que se tenga el orgasmo. El fingimiento del orgasmo una vez establecido hará difícil que salga a la luz la situación problemática. Las continuas experiencias sexuales insatisfactorias pueden llevar a una vivencia de frustración y resentimiento que frecuentemente acabará afectando a la relación de pareja En algunas mujeres, la situación crónica de excitación no resuelta con el orgasmo genera la aparición de un trastorno denominado síndrome de congestión pélvica, resultado de la situación de vaso congestión mantenida. En este estado, la mujer experimenta un dolor sordo y profundo en la zona abdominal, que se agudiza en el coito, acompañado de una sensación de pesadez e hinchazón. Los síntomas comienzan al levantarse y empeoran a medida que transcurre el día. La sensación de malestar continuado genera sentimientos de tristeza y ansiedad.   (Extraída información de Disfunciones sexuales femeninas / M.ª José́ Carrasco, 2001)

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¿Es Común Experimentar Problemas de Excitación Sexual en Mujeres?

En los problemas de falta de excitación sexual, las mujeres se quejan, normalmente, de vivir una situación en la que, súbitamente, pierden sus niveles de excitación y la actividad sexual deja de ser placentera, dándose una desconexión tanto física como emocional del acto sexual. En otras ocasiones, las mujeres perciben una incapacidad para responder a las caricias, no sintiéndose excitadas ante la estimulación y no experimentando las respuestas fisiológicas características, como son las sensaciones de tumefacción en la zona genital o la lubricación vaginal. Cuando las experiencias insatisfactorias se acumulan, las relaciones sexuales se viven de forma problemática, se inician con aprensión al prever fracaso y se escudriña constantemente el estado de excitación, lo que dificulta, aún más, la obtención de una experiencia placentera. Esta situación lleva a mostrar una actitud negativa hacia el sexo y a rehuir los contactos sexuales, experimentando una inhibición del deseo que se une al trastorno de excitación. (información extraída de Disfunciones sexuales femeninas / M.ª José́ Carrasco, 2001)

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¿Por Qué las Sustancias Pueden Alterar la Sexualidad de Manera Inesperada?

El consumo de determinados fármacos o el abuso de ciertas drogas puede afectar negativamente a la respuesta sexual de distintas maneras, inhibiendo el deseo, dificultando la obtención de niveles satisfactorios de excitación o imposibilitando la obtención del orgasmo. En ocasiones su acción es directa sobre el funcionamiento cerebral y el sistema nervioso central, mientras que otras veces actúa afectando la producción de hormonas sexuales. Al valorar los efectos de la medicación sobre la sexualidad conviene tener presente que no todas las personas responden de la misma manera, viéndose algunas afectadas negativamente y no teniendo repercusión en otras. Las razones de esta variabilidad no han sido aún esclarecidas. El espectro de sustancias que pueden ocasionar un trastorno sexual es muy amplio. Cualquier droga que influya sobre los sistemas implicados en la respuesta sexual, neurológico, vascular o endocrino puede repercutir sobre el funcionamiento sexual. Dentro de este grupo estarían algunos medicamentos tomados para combatir la hipertensión o fármacos utilizados para el tratamiento de la depresión. Otro grupo de sustancias como el alcohol, la marihuana, la cocaína y los opiáceos, como la heroína y la morfina, tienen un claro efecto negativo sobre la sexualidad de aquellas personas que muestran un consumo continuado de las mismas.   (información extraída de Disfunciones sexuales femeninas / Mª José Carrasco, 2001)

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¿Sientes dolores en tus relaciones sexuales?

El vaginismo se define como un espasmo voluntario de la musculatura del tercio exterior de la vagina, que se produce ante cualquier intento de penetración. Muchas mujeres que con este trastorno son capaces de excitarse y alcanzar el orgasmo a través del juego amoroso, siempre y cuando se excluya la penetración. La mujer no percibe la contracción muscular como dolorosa ni siente cuando se produce, por lo que no se da cuenta de la misma. Lo único que percibe es la imposibilidad o extremada dificultad para introducir algo en su vagina, como si hubiera un muro que imposibilitara la entrada. Esto ha llevado a algunas mujeres que padecen este trastorno, a plantearse que carecen de abertura vaginal. Si se intenta la penetración forzando la resistencia, se experimenta dolor. El grado de severidad del problema varía desde mujeres que no pueden someterse a revisiones ginecológicas o colocarse tampones durante la menstruación, a otros casos en los que el malestar aparece exclusivamente en las relaciones sexuales cuando se intenta el coito. Si la pareja acomoda de forma satisfactoria sus juegos sexuales y la mujer no teme que haya intentos repentinos y por sorpresa de penetración, la actividad sexual puede ser vivida de forma placentera, aunque con cierta frustración por las limitaciones existentes. En estos casos se busca ayuda profesional especialmente cuando se desea tener un hijo. En otras ocasiones, sin embargo, cuando la base fundamental de la relación sexual se coloca en el coito, las relaciones sexuales son vividas de manera insatisfactoria, pudiendo no llegar a alcanzar excitación durante el juego por preocupación o temor a lo que sucederá posteriormente ante los intentos de penetración. La relación se carga de ansiedad y es frecuente que se evite. El problema puede aparecer con las primeras relaciones sexuales por lo que en ningún momento ha sido posible el coito o puede ocurrir tras un periodo en el que la penetración se ha realizado sin problemas. Esto a veces sucede tras haber dado a luz, o después de haber sufrido alguna experiencia traumática como, por ejemplo, una violación. (información extraída de Disfunciones sexuales femeninas / M.ª José́ Carrasco, 2001)  

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¿Has oído lo que significa el Síndrome de deseo sexual hipoactivo?

El deseo sexual hipoactivo se caracteriza por las quejas sobre falta de interés en el sexo, ausencia de fantasía sexual y baja frecuencia de actividad sexual. Las mujeres que padecen este trastorno no suelen tomar la iniciativa para iniciar contactos sexuales y cuando tienen relaciones sexuales las inician con desgana y a regañadientes. En algunos casos, si superan los primeros momentos de apatía, responden satisfactoriamente a la estimulación pudiendo tener experiencias sexuales satisfactorias. Los casos más severos muestran unos niveles de inapetencia que les impide disfrutar del contacto sexual por lo que, si éste continúa, viven pasivamente la relación hasta que su pareja la finaliza. Las mujeres con un problema de deseo sexual inhibido de carácter primario suelen comentar que podrían vivir el resto de sus vidas sin “sexo” y que las relaciones sexuales constituyen una obligación hacia su pareja, por lo que ceden a las peticiones del otro, procurando esparcirlas lo máximo posible. Dado que no existen criterios unánimemente aceptados respecto a lo que se define como un deseo sexual normal o saludable, el problema aparece cuando la persona se siente afectada por su falta de interés o deseo sexual, o cuando los problemas de una relación se asocian con la falta de interés o deseo sexual de un miembro de la pareja. En ocasiones, esta dificultad se presenta enmascarada tras un trastorno de ausencia de excitación o de anorgasmia. A veces, tras una situación de deseo sexual inhibido en la mujer, lo que se está dando es una discrepancia de deseo sexual en la pareja. Es habitual que las parejas muestren niveles diferentes de deseo sexual, lo que se plasma en distintas preferencias en cuanto a la frecuencia de sus relaciones sexuales. La existencia de este desajuste, absolutamente normal en la mayoría de los casos, lleva a la pareja a buscar, desde la aceptación y el respeto al otro, compromisos gratificantes para ambos. Sin embargo, no siempre la pareja es capaz de manejar de forma satisfactoria estas diferencias y esto acaba afectando en la relación. La persona con un mayor nivel de demanda vive la negativa y la carencia de iniciativa como rechazo y desapego emocional lo que provoca enfados y discusiones. La persona con menor deseo vive los acercamientos sexuales de otro como una situación de demanda exigente, en donde se percibe implícitamente una falta de respeto, generándose resentimiento y malestar, ya que se siente obligada a ceder a los requerimientos para evitar el conflicto. Se crea así un clima de distanciamiento emocional en el que escasean las manifestaciones físicas de afecto, ya que son fácilmente malinterpretadas como iniciativas sexuales y donde la persona con la apetencia menor se muestra cada vez más fría, emocional y físicamente. En esta situación, es frecuente que la mujer, si tiene menor nivel de deseo, se considere disfuncional, por las constantes referencias que su cónyuge suele hacer respecto a su funcionamiento problemático a lo anormal de su frialdad y rechazo. En relación a este tema, surgen voces discrepantes respecto a la existencia de posibles sesgos que influyen a la hora de diagnosticar este tipo de problema. Algunos autores que defienden la existencia de diferencias de género en el deseo sexual, estiman que el no reconocimiento de estas diferencias implica un sesgo para la mujer, que está siendo enjuiciada y etiquetada de disfuncional al emplearse criterios que le son ajenos. Además, se identifica otro posible sesgo hacia la hipersexualidad. En la gran mayoría de los sistemas de clasificación propuestos, es revelador la no identificación de un excesivo deseo sexual, como una situación disfuncional.   (información extraída de Disfunciones sexuales femeninas, de M.ª José́ Carrasco, 2001)  

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¿Qué es el rechazo o aversión al sexo?

Las mujeres que sufren este tipo de problema experimentan sentimientos intensos de desagrado, repulsión, asco o temor ante situaciones de tipo sexual. Dependiendo de la gravedad del trastorno estos sentimientos pueden surgir ante estímulos o actividades concretas como el semen, el sexo oral o los besos en la boca o pueden llegar a desencadenarse ante cualquier situación mínimamente relacionada con el sexo, e incluso ante el hecho de pensar en tener una relación sexual. En los casos más graves pueden aparecer reacciones de fuerte ansiedad, náuseas, palpitaciones o mareos ante una situación sexual. Las personas que sufren este trastorno tratan de evitar el contacto sexual con la pareja, lo que dificulta su relación. El padecimiento de esta disfunción de forma primaria puede impedir el establecimiento de relaciones de carácter íntimo, por el intenso temor ante aquellas situaciones que impliquen proximidad física. Experiencias de abuso sexual en la infancia pueden estar en la base de esta vivencia disfuncional, mientras que las víctimas de violaciones u otro tipo de agresiones sexuales pueden llegar a desarrollar aversión a actos sexuales específicos que tuvieron lugar durante la experiencia traumática. (Extraído de Disfunciones sexuales femeninas de M.ª José́ Carrasco, 2001)

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