Trastorno de la Personalidad

¿Te Has Preguntado Quién Eres Realmente?

La confusión sobre el propio ser es una experiencia que muchos de nosotros atravesamos en diferentes momentos de la vida. Puede manifestarse como una sensación de desconexión interna, incertidumbre sobre quiénes somos realmente, o una incapacidad para comprender cuál es nuestro propósito en el mundo. Esta sensación puede surgir de varias circunstancias, como cambios importantes en la vida, crisis emocionales, o simplemente la necesidad de cuestionar nuestras creencias y valores. ¿Qué es la Confusión sobre el Propio Ser? La confusión sobre el propio ser se refiere a la dificultad para entender nuestra identidad o nuestras metas. Es un fenómeno común en diversas etapas de la vida, desde la adolescencia hasta la adultez, y puede ser desencadenado por experiencias de vida como la pérdida, el fracaso personal o la presión social. También puede ser parte de un proceso de crecimiento personal y autoconocimiento. En muchos casos, la confusión está relacionada con la falta de claridad sobre nuestras pasiones, intereses y valores, lo que lleva a una sensación de «vacío» o de estar perdidos. No tener respuestas claras sobre quiénes somos o qué queremos puede generar ansiedad, estrés y un sentimiento general de desconcierto. Factores que Contribuyen a la Confusión sobre el Propio Ser Presión Social y Expectativas Externas: Vivimos en un mundo donde las expectativas sociales y familiares a menudo dictan cómo debemos vivir, qué debemos hacer y cómo debemos ser. Esta presión puede hacer que perdamos de vista lo que realmente queremos y necesitamos. Crisis de Vida: Cambios importantes, como una ruptura, un cambio de trabajo o una pérdida significativa, pueden generar sentimientos de incertidumbre. Estas transiciones nos obligan a cuestionar nuestra identidad y nuestro propósito. Falta de Autoconocimiento: La introspección es esencial para el crecimiento personal. Sin embargo, muchos evitamos enfrentarnos a nosotros mismos o no sabemos cómo explorar nuestras emociones y deseos más profundos. Condiciones de Salud Mental: Trastornos como la ansiedad, la depresión o el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) pueden aumentar la confusión sobre el propio ser, ya que nos desconectan de nuestro sentido interno de seguridad y control. Cómo Afrontar la Confusión sobre el Propio Ser Autoconocimiento y Reflexión Personal: Una de las maneras más efectivas de superar la confusión sobre el propio ser es dedicar tiempo a conocerse a uno mismo. Esto puede incluir prácticas como la meditación, la escritura reflexiva o incluso buscar el apoyo de un terapeuta que nos ayude a explorar nuestras emociones y pensamientos. Aceptar la Incertidumbre: La vida está llena de incertidumbres, y la confusión sobre el propio ser puede ser parte del proceso de aprendizaje y crecimiento. Aceptar que no siempre tenemos todas las respuestas nos libera de la presión de «tener que saber» quiénes somos en todo momento. Buscar Apoyo Profesional: Si la confusión sobre el propio ser está relacionada con un trastorno de salud mental, es fundamental buscar la ayuda de un profesional. La terapia cognitivo-conductual, la psicoterapia y otras modalidades pueden proporcionar herramientas efectivas para aclarar pensamientos y emociones. Establecer Metas Claras: A veces, la falta de claridad sobre nuestra identidad proviene de no tener un rumbo definido. Establecer metas personales o profesionales, aunque sean pequeñas, puede ayudarnos a recuperar el control y avanzar con mayor propósito. Conectar con Otras Personas: Hablar sobre nuestros sentimientos con amigos cercanos o seres queridos puede ser un alivio. No siempre es necesario tener respuestas claras, pero compartir nuestras dudas y preocupaciones con otros puede ayudarnos a ver las cosas desde otra perspectiva. Reflexión Final La confusión sobre el propio ser no es algo que debamos temer. Es una etapa normal en la vida que puede ofrecer una oportunidad invaluable para el autodescubrimiento y el crecimiento. Aunque puede resultar incómoda y desorientadora, al enfrentarla con paciencia y apertura, podemos aprender más sobre quiénes somos realmente y encontrar un camino más auténtico hacia nuestra felicidad y realización personal.  

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¿Eres impulsivo y no lo sabes?

Los comportamientos impulsivos son aquellos actos realizados sin una reflexión previa, generalmente motivados por un deseo inmediato, sin considerar las consecuencias a largo plazo. Estos pueden variar desde acciones menores, como gastar dinero innecesariamente, hasta comportamientos más graves que pueden afectar nuestra salud, relaciones o estabilidad emocional. Entender qué son y cómo gestionarlos es crucial para mantener un bienestar general y una salud mental equilibrada. ¿Qué Son los Comportamientos Impulsivos? Los comportamientos impulsivos son respuestas rápidas e inmediatas a estímulos emocionales o situaciones sin la intervención de la reflexión consciente. Las personas que muestran tendencias impulsivas pueden actuar sin pensar en las consecuencias de sus actos. Esto puede involucrar impulsos como: Compras compulsivas Comer en exceso Actos violentos o agresivos Uso de sustancias (alcohol, drogas) Decisiones arriesgadas (financieras, emocionales, etc.) Causas de los Comportamientos Impulsivos Los comportamientos impulsivos no surgen de la nada; varias causas pueden contribuir a su aparición, entre ellas: Factores neurológicos: El cerebro humano tiene áreas específicas involucradas en la toma de decisiones, como el lóbulo frontal. En algunas personas, estas áreas no funcionan de manera óptima, lo que puede llevar a la falta de autocontrol. Factores emocionales: El estrés, la ansiedad o la depresión pueden generar un impulso por aliviar temporalmente el malestar emocional, lo que lleva a realizar acciones impulsivas como una forma de escape. Trastornos psicológicos: Algunos trastornos de salud mental, como el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), están asociados con una mayor tendencia a los comportamientos impulsivos. Entorno social y cultural: En algunos casos, las presiones sociales o culturales pueden fomentar conductas impulsivas, como la necesidad de aceptación inmediata o la exposición a modelos de comportamiento arriesgados. ¿Cómo Identificar los Comportamientos Impulsivos? Reconocer los comportamientos impulsivos en uno mismo o en los demás puede ser difícil, ya que suelen pasar desapercibidos hasta que las consecuencias se vuelven evidentes. Sin embargo, algunos signos comunes incluyen: Arrebatos emocionales: Reacciones exageradas ante situaciones cotidianas. Incapacidad para detenerse: Realización de actos a pesar de la conciencia de sus consecuencias. Dificultad para planificar a largo plazo: Actuar sin tener en cuenta el futuro. Búsqueda constante de gratificación inmediata: Evitar la espera o el esfuerzo por recompensas futuras. Consecuencias de los Comportamientos Impulsivos Las consecuencias de actuar de manera impulsiva pueden ser tanto inmediatas como a largo plazo. Entre ellas se incluyen: Problemas financieros por compras impulsivas. Relaciones conflictivas debido a reacciones emocionales extremas o decisiones precipitadas. Impactos en la salud mental debido a la culpa, el arrepentimiento o la sensación de pérdida de control. Consecuencias físicas o de seguridad, como accidentes o situaciones de riesgo. Cómo Manejar los Comportamientos Impulsivos Afortunadamente, los comportamientos impulsivos se pueden gestionar y reducir mediante diversas estrategias: Técnicas de autocontrol: Aprender a hacer una pausa y reflexionar antes de actuar es fundamental. Se puede practicar la «técnica del respirador» o el «tiempo fuera» para dar espacio entre el impulso y la acción. Terapia psicológica: La terapia cognitivo-conductual (TCC) es especialmente útil para quienes luchan con impulsividad, ya que ayuda a cambiar los patrones de pensamiento que llevan a la impulsividad. Mindfulness: La práctica de la atención plena (mindfulness) puede ayudar a mejorar el autocontrol y a reconocer los impulsos sin sucumbir a ellos. Apoyo social: Contar con el apoyo de amigos, familiares o grupos de apoyo puede brindar la estabilidad emocional necesaria para manejar los impulsos. Desarrollar habilidades de resolución de problemas: En lugar de actuar impulsivamente, es útil tomar un momento para analizar diferentes soluciones posibles antes de decidir.    

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¿Por qué te saboteas emocionalmente?

La autodestrucción emocional es un patrón de pensamientos, comportamientos y sentimientos negativos que, de forma inconsciente o consciente, perjudican el bienestar psicológico de una persona. Esta conducta puede manifestarse de muchas formas: desde la autosabotaje en las relaciones hasta la autoexigencia extrema, pasando por la incapacidad de poner límites saludables o la perpetuación de emociones dolorosas. A lo largo de este artículo, exploraremos las causas subyacentes, las señales de alerta y, lo más importante, las estrategias para sanar y liberarse de esta dinámica destructiva. ¿Qué es la autodestrucción emocional? La autodestrucción emocional no se refiere únicamente a una acción puntual que cause daño, sino a un patrón persistente de comportamientos que reflejan una falta de amor propio y un profundo malestar interno. Las personas que atraviesan esta fase pueden sentirse atrapadas en un ciclo de autocrítica, dependencia emocional y relaciones tóxicas, lo que afecta su salud mental, emocional y, a largo plazo, su bienestar general. Causas comunes de la autodestrucción emocional Baja autoestima: Las personas con una percepción negativa de sí mismas a menudo sienten que no merecen ser felices, amadas o exitosas. Esto puede llevarlas a tomar decisiones que refuercen estos sentimientos de indignidad. Trauma no procesado: Las experiencias dolorosas, como el abuso emocional, físico o psicológico, pueden dejar cicatrices profundas en la psique de una persona. Si no se abordan adecuadamente, estos traumas pueden alimentar conductas autodestructivas. Perfeccionismo: La necesidad de ser perfecto o cumplir con expectativas irreales puede llevar a la autocrítica constante. En lugar de aceptar los errores como parte natural del proceso de aprendizaje, el perfeccionista se castiga por cualquier tipo de fracaso. Dependencia emocional: Las personas que buscan constantemente la validación o el amor de los demás pueden caer en relaciones codependientes o destructivas, donde sus necesidades emocionales nunca se ven realmente satisfechas, lo que genera más sufrimiento. Estrés y ansiedad crónica: La presión constante, las expectativas externas o la incapacidad para manejar el estrés pueden llevar a la persona a adoptar mecanismos de defensa que, a largo plazo, se convierten en patrones destructivos. Señales de autodestrucción emocional Es importante saber identificar las señales de la autodestrucción emocional para poder abordarla de manera adecuada. Algunas de estas señales incluyen: Autosabotaje: Hacer cosas que van en contra de los propios intereses, como procrastinar, no tomar decisiones importantes o evitar oportunidades de crecimiento personal. Relaciones tóxicas: Mantener vínculos que no solo no aportan nada positivo, sino que además son perjudiciales para el bienestar emocional. Pensamientos negativos constantes: Estar atrapado en un ciclo de pensamientos autocríticos o pesimistas sobre uno mismo y el futuro. Sentimiento de inutilidad: Experimentar sensaciones de vacío o de no tener un propósito claro en la vida. Aislamiento social: Alejarse de amigos y familiares, prefiriendo la soledad por miedo al juicio o rechazo. Estrategias para superar la autodestrucción emocional Afortunadamente, la autodestrucción emocional se puede superar con el tiempo y el esfuerzo adecuado. Algunas estrategias que pueden ayudar incluyen: Terapia psicológica: Contar con el apoyo de un terapeuta o psicólogo es crucial para explorar las causas profundas de la autodestrucción emocional y trabajar en sanar esas heridas internas. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es particularmente eficaz para modificar patrones de pensamiento negativos. Prácticas de autocuidado: Establecer rutinas que favorezcan el bienestar emocional y físico, como el ejercicio, la meditación o el descanso adecuado, puede mejorar la salud mental de manera significativa. Desarrollar la autocompasión: Aprender a ser amable contigo mismo, a perdonarte por los errores pasados y a aceptar que todos somos humanos, puede ser una herramienta poderosa en el proceso de sanación. Fomentar relaciones saludables: Rodearse de personas que respeten tus límites, te apoyen y te valoren es fundamental para mejorar tu autoestima y romper con patrones de dependencia emocional. Establecer metas realistas: En lugar de buscar la perfección, es importante enfocarse en objetivos alcanzables y aprender a celebrar los pequeños logros. Esto ayuda a construir una mentalidad positiva y constructiva. Educación emocional: Aprender a identificar y gestionar las emociones de manera adecuada puede ser un paso importante hacia la autorregulación y el bienestar emocional.  

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¿Cómo afectan los trastornos de personalidad tu vida?

Los trastornos de personalidad son condiciones psicológicas que afectan profundamente cómo una persona piensa, siente y se relaciona con los demás. Aunque pueden sonar como algo «ajeno», la realidad es que todos conocemos a alguien que podría estar luchando con uno de estos trastornos, sin siquiera saberlo. Pero, ¿qué los causa y cómo se manifiestan? Aquí desglosamos lo esencial para entenderlos mejor. ¿Realidad o mito? Lo que creemos vs. lo que es verdad Mito 1: «Las personas con trastornos de personalidad son malas o peligrosas.» Realidad: No son malas, son personas que luchan con patrones de comportamiento que a menudo nacen de experiencias traumáticas o desequilibrios genéticos. Mito 2: «No tienen cura, así que no hay nada que hacer.» Realidad: Con tratamiento adecuado, muchas personas con trastornos de personalidad pueden mejorar significativamente su calidad de vida. Mito 3: «Son fáciles de identificar.» Realidad: Muchos trastornos pasan desapercibidos porque las personas suelen ocultar sus luchas detrás de máscaras sociales. Los trastornos de personalidad más comunes y cómo reconocerlos Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) Señales: Cambios emocionales intensos, miedo al abandono, relaciones inestables. Lo que no sabías: Las personas con TLP suelen ser increíblemente empáticas, pero luchan con cómo manejar sus emociones. Trastorno Narcisista de la Personalidad Señales: Sentido exagerado de importancia, necesidad de admiración constante, falta de empatía. Lo que no sabías: Detrás de la aparente arrogancia, a menudo hay una autoestima muy frágil. Trastorno Antisocial de la Personalidad Señales: Falta de respeto por las normas sociales, comportamiento impulsivo, manipulación. Lo que no sabías: No todos los que tienen este trastorno son criminales; muchos buscan formas de encajar en la sociedad. ¿Qué causa los trastornos de personalidad? La ciencia detrás de la mente Los trastornos de personalidad son el resultado de una combinación de factores: Genética: Algunas personas nacen con una predisposición biológica. Experiencias traumáticas: Abuso, negligencia o pérdida en la infancia son detonantes comunes. Entorno social: Relaciones disfuncionales y estrés continuo pueden agravar los síntomas. Cómo apoyarlos (y por qué todos deberíamos hacerlo) Si conoces a alguien con un trastorno de personalidad, aquí hay algunas formas de ayudar: Infórmate: Conocer más sobre su condición te ayudará a comprender mejor su comportamiento. Sé paciente: Los cambios no ocurren de la noche a la mañana, pero el apoyo constante marca la diferencia. Anímalos a buscar ayuda profesional: La terapia es clave para su recuperación. ¿Por qué deberíamos hablar más sobre esto? El estigma es uno de los mayores obstáculos para quienes viven con trastornos de personalidad. Hablar de estos temas abiertamente puede ayudar a normalizar las conversaciones sobre salud mental, romper barreras y brindar esperanza. Conclusión: Una invitación al cambio La próxima vez que escuches sobre alguien con un trastorno de personalidad, recuerda: detrás de sus luchas hay una persona que merece comprensión, apoyo y respeto. Compartir este artículo es un primer paso para crear conciencia.    

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¿Cómo evitar hacer el tonto?

Lo socialmente hoy más penalizado es hacer el tonto (O ser ingenuo), pero quien hace el bien espontáneamente  y sin trastienda suele ser ingenuo. ¿Qué es hacer el tonto? El Diccionario de María Moliner se queda corto diciendo que “se aplica a personas de poca inteligencia”; el Diccionario de la Academia es aun peor: lo define por otro vocablo igualmente popular pero ya fuera de uso: “mentecato” y añade “de escaso entendimiento o razón”. Quien hace el bien no da muestras de “escaso entendimiento o razón” ni de poca inteligencia. Lo más da muestras de poca picardía, de ingenuidad, de falta de malicia y de falta de sagacidad práctico-social.  Si alguien presta una ayuda por auxiliar sin más  se le desprecia; si dice que ayuda para manipularles y ganarlo para su conveniencia y tenerle a su disposición, se le perdona haber hecho el bien. Pero la ingenuidad o la excesiva confianza o la gratuidad bonachona no indican en absoluta “falta de inteligencia” ni merma de razón como los diccionarios dicen. Básicamente “tonto” es quien no es lucido acerca de los asuntos que le atañen; pero ni este sesgo de la aceptación coincide del todo con la falta de inteligencia ni todas las aceptaciones tienen que ver con la razón ni con la inteligencia sin que reflejan perfiles emocionales e incluso sociales de la tontería. Tonto es quien no acierta a emplear su dinero, quien se deja despojar fácilmente sus bienes, quien carece de la necesaria sagacidad para administrarse y naturalmente es presa fácil de aprovechados. También al que no acierta a sacar provecho de los servicios o favores que dispensa y los hace con total gratuidad. Tonto es quien imagina que los seres humanos que con él se relacionan con mejores de lo que son, que se puede confiar en ellos, en sus promesas de devolución o en sus quejas de desgracia  y escasez. Y los primeros que se ríen de tales idealistas son quienes más se benefician de su ingenuidad engañándolos. La sociedad es despiadada y cuando se conmueve con ternura por algo es histriónica y superficial. Muy pronto se le pasa el sofoco que le produce la desgracia ajena…Tonto es quien se ilusiona con poder regenerar a alguien dejándose conscientemente engañar por él o el idealista que concibe proyectos altruista y magnánimos de los cuales se aprovechan los sinvergüenzas de siempre. En un tercer campo semántico tonto es el ingenuo y ¿qué es ser ingenuo? La definición de María Moliner es la adecuada “persona que no tener malicia o picardía; que supone siempre buena intención en los otros y cree lo que dicen y a su vez habla y obra de buena fe y sin reservas”. Lo peor es que es verdad. No se puede ir por la vida confianza y dando crédito a quienes se oye y a lo que dicen, ni actuando de buena fe y sin reservas. A quien va así por la vida, le devoran, le destruyan y encima se le burlan. Es mejor hacer el bien que quedar bien Se ha de procurar al haber el bien no quedar mal de alguna de las maneras en que esto suele suceder (proteccionismo, paternalismo, impersonalidad, etc.) mas ante todo hay que ser prudente en el modo, aunque sea generoso en la sustancia. Y por encima de todo hay que guardarse de los aprovechados y los manipuladores: Fresco es el cínico Aprovechado, el cazurro que va a lo suyo aprovechando las figuras que se le ofrecen para meterse más de la cuenta a saco o a sorprender la buena fe del otro, sin casi aparentarlo. Manipulador es quien aun no teniendo necesidad se gana al bienhechor con otros fines, so capa de necesitar remedios; pero ello es para utilizarle según conveniencias Cualquiera de estos descuidos crea la imagen de ingenuo y de despreciable y los primeros que levan a despreciar a usted son los beneficiarios cínicos, aprovechados y manipuladores. Ante todo hay que hacer el bien serio, no un tratar de remediar totalmente males o necesidades sin importancia y por ello desatender otras necesidades y fines de verdadera urgencia hay que hacer además el bien caro y puro, no barato y aguado. Se podría caracterizar esta actitud como conducta generosa pero prudente. Esta es la trampa común en la que a veces ha caído la jerarquía católica: Ser tan inmensamente prudente que no se actúe para no arriesgar nada. Si usted se arriesga, sepa que vale mucho mas lo hecho por el bien aun perdiendo que la preservación del posible beneficio hecho por haberse defendido demasiado. Solo el amor hace que se lance al riesgo sin demasiada prudencia. Pero el amor es ya otra cosa, y lo que realmente acaba valiendo es el amor con que se hizo y por quien se hizo. Perder por amor es desde luego peligroso, pero no triste. A veces hay que perder bastante para gran más o de mejor calidad que lo que se tenía. Es necesario fijar cuatro advertencias para, con amor o sin amor, hacer el bien serio y seguro: No confiar No confidenciar No franquear No prodigar No confiar. Hay que hacer el bien sabiendo que aquellos a quienes se hace no estarían dispuestos a su vez a hacerlo e incluso más bien nos harían mal si pudiesen. Y esto sin prejuzgar nada, por pura experiencia de la vida y puro sentido común. El bien hay que hacerlo por ser bien no por ser útil, porque útil de inmediato o durante el tiempo de la existencia más bien no lo es, salvo el bienestar que se genera en torno. Aunque hay destinos, destinos muy extraños y no lógicos, a los que cuando más hacen el bien peor les va; pero esto han de asumirlo como un estilo propio de irles en la vida. No confidenciar. No conviene en absoluto dar parte a nadie de las propias intimidades o asuntos personales y menos de las debilidades ¡ni siquiera a la pareja! Conviene tener un amigo de toda

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¿Qué tipos de programas afectan más las creencias y actitudes de los niños?

El niño de 4 a 12 años se encuentra en una fase de su vida en la que se forma todo tipo de creencias. Pero a diferencia del adulto, la televisión le presenta no pocas parcelas de la realidad con la que todavía no ha tenido contacto directo. Además, su capacidad de discernimiento y pensamiento está en formación. Ello hace que esté en una situación de fragilidad y desventaja porque no puede comparar las creencias que le presenta la televisión y la realidad de la vida cotidiana que todavía no ha experimentado. De ahí que la televisión sea un medio propicio para inducir la formación de creencias y actitudes. Puede provocar, sin que el niño lo advierta, creencias distorsionadas y estereotipos Los estereotipos son creencias o concepciones estandarizadas y convencionales. Son generalizaciones o presunciones que a menudo están basadas en percepciones distorsionadas pues cuando se aplican a personas presentan a éstas de forma unidimensional. Los estereotipos juegan un papel importante en los roles televisivos como agentes de socialización. La televisión presenta numerosos estereotipos y el niño, en su contacto con esos contenidos, puede desarrollar concepciones acerca de la gente que reflejen esas imágenes estereotipadas asimiladas de la pantalla. A pesar de las apariencias, el mundo de la televisión es muy estable en cuanto a las imágenes que muestra. A pesar de que la representación de los personajes femeninos en televisión ha mejorado, sigue sin reflejar la proporción en la vida real. Así por ejemplo, en los años setenta y ochenta los personajes masculinos eran tres veces más numeroso que los de la mujer y en los años noventa seguían siendo el doble. Por otro lado, durante los años noventa los roles de las mujeres seguían siendo menos importantes que las de los hombres y cuando las mujeres tienen roles importantes suelen darse en la comedia. La presencia de estereotipos en televisión sigue siendo muy fuerte en la actualidad. Por ejemplo, las mujeres prime time suelen ser más jóvenes que los hombres y se presentan con papeles más tradicionales y estereotipados que los hombres. Siguiendo un estudio realizado por la asociación CEACCU, en la programación infantil se dan varios arquetipos de representación de la condición femenina que se repiten con insistencia: La mujer como única ejecutar de las tareas del hogar La coquetería como cualidad más destacada del carácter femenino Referencias al aspecto físico femenino, realizadas por personajes masculinos La utilización de las mal llamadas “armas de mujer” Referencia a cualquier “rasgo distintivo” del sexo femenino Cuando se presenta una mujer ocupando algún lugar de la vida pública, fuera del ámbito privado del hogar, generalmente se ridiculiza o se deja bien patente su ineptitud. Si los análisis pues siguen mostrando que la televisión actual todavía presenta estereotipos, la cuestión fundamental es que la investigación también ha mostrado que tales estereotipos influyen sobre las percepciones de los niños, particularmente en lo que se refiere a los estereotipos de género, entre los que destacan los roles profesionales, el aspecto físico y el matrimonio. Por ejemplo, la felicidad se asocia frecuentemente al ejercicio de determinadas profesiones  y a la belleza física. Dicho de otra manera, la televisión tendería a hacer creer que ser feliz siendo obrero y feo es una aspiración difícil de lograr. Una temática que permite ver claramente cómo la televisión puede afectar al niño en la adquisición de creencias y actitudes es la representación que hace del sexo y el alcohol. La asimilación por los niños de ese conjunto de comportamientos sexuales representados en la pantalla, puestos en evidencia por los análisis de contenido, tiene influencia sobre las creencias y actitudes construidas sobre ellos. Dada la baja probabilidad de que el niño pueda contrastar las escenas de sexualidad vistas en televisión en la vida real, suelen perdurar en ellos más tiempo las creencias de que lo que  ven en televisión es real, en comparación con otros tipos de contenidos. La televisión por esta razón es un influyente inductor de creencias. Otra creencia entre los jóvenes que ven muchas series de televisión y que ilustra la distorsión que se produce, es que estiman mayores porcentajes de gente divorciada y de hijos ilegítimos en la vida real que aquellos jóvenes que ven menos esas series. También pueden llegar a creer que las relaciones sexuales prematrimoniales y extramatrimoniales, la violación y la prostitución son más comunes en la vida corriente de lo que realmente son. Por otro lado, los jóvenes que ven mucha televisión suelen manifestar actitudes más estereotipadas con relación a los roles sexuales. Con respecto al alcohol las creencias y actitudes están influidas también por la televisión. Por ejemplo, en una investigación se pretendía comprobar cómo afectaba el visionado de imágenes de gente bebiendo sobre las creencias de los niños acerca del alcohol. Los resultados mostraban que las intenciones de los chicos de consumir alcohol podían predecirse a partir de sus interpretaciones de los mensajes televisivos, de las conductas en casa con relación al alcohol, de sus deseos de ser como los personajes que bebían y por ultimo por las expectativas de que “beber aporta recompensa” Otro aspecto a tener en cuenta es la influencia de la realidad televisiva sobre la realidad del niño. Numerosos trabajos han mostrado que el contenido televisivo percibido como no realista retiene menos influencia sobre las actitudes, las creencias y los comportamientos del niño que aquellos considerados como realistas. Por otro lado, los contenidos de origen real dan lugar a mayores niveles de recuerdo y de interferencia de estados psicológicos, como motivos e intenciones de las personas que aparecen en el programa. La familia puede influir para reducir el realismo que el niño atribuye a programas ficcionales. Pero una cuestión muy importante es la que plantea qué efectos producen en el niño las imágenes en función de su carácter factual o ficcional. De manera general, las imágenes factuales le influyen más que aquella que juzga como ficticias. A pesar de que los programas de ficción también pueden tener influencia sobre él. En algún caso se ha

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¿Cómo afecta la dependencia emocional la calidad de las relaciones personales?

Los dependientes utilizan a sus objetos para compensar su necesidad afectiva del otro y su negación patológica de sí mismos. Las características que tienen estos objetos son las siguientes: Son fácilmente idealizables. No es casualidad situar esta característica como la primera y no por ser más importante o significativa que las demás, sino por tratarse de un autentico nexo de unión entre las peculiaridades propias de los objetos. los objetos no son personas fácilmente idealizables de por sí, es decir, no es normal que cualquier persona puede reaccionar con extrañeza, desinterés, apatía o en la mayoría de las ocasiones con un contacto superficial. Los objetos son fácilmente idealizables para personas con baja autoestima, entre ellas los dependientes emocionales, por eso esta característica es válida solo para ellos y no para otras personas, que en absoluto les idealizarían. Idealizar significa otorgar a personas o cosas cualidades positivas que no existen en realidad o que son exageraciones de la misma. Son narcisistas y explotadores. El narcisismo es el amor excesivo a uno mismo, es una exageración patológica de la autoestima que conduce a una autentica auto idealización. Existen muchos grados de narcisismo, desde la vaga sensación de ser diferente a los demás por despuntar en algo, hasta la convicción absoluta de ser una persona especial, peculiar, etc. el denominador común a todos los grados es la sobrevaloración que en mayor o menos medida se produce del ego y la consiguiente minusvaloración del entorno. El narcisista es una persona que solo desea admiración del entorno, que entiende las relaciones positivas únicamente como la adulación de sus propias cualidades por parte de otro individuo. El amor excesivo a sí mismo tiene entonces un deseo de correspondencia en los demás. No existe afecto sincero hacia los demás, pero tampoco se desea su cariño, solo su sometimiento y su admiración. La contrapartida del narcisismo es la devaluación de los demás, incluidas las personas que entran en el juego de la exaltación de su ego. Para justificar su amor excesivo hacia sí mismos deben considerarse realmente superiores a los demás, diferentes, peculiares, extraordinarios. Suelen padecer trastornos de personalidad. Al igual que sucede con los dependientes emocionales, el padecimiento por parte de los objetos de entidades patológicas no es un requisito indispensable; es más, es también bastante común que estos individuos no tenga trastornos de personalidad diagnosticables y que solo sean ligeramente egoístas y soberbios, aunque con el tiempo estos rasgos se acentúen en interacción con sus parejas sumisas y admiradoras. Obviamente el trastorno narcisista de la personalidad será el diagnóstico más común, los criterios propuestos por el DSM-IV para esta categoría: Un patrón general de grandiosidad, una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican los siguientes ítems: Tiene un grandioso sentido de auto importancia Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios Cree que es especial y único y que solo puede ser comprendido por otras personas que son especiales o de alto status Exige una admiración excesiva Es muy pretencioso; por ejemplo, tiene expectativas irrazonables de recibir un trato especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas Es interpersonalmente explotador, saca provecho de los demás para alcanzar sus metas Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios Los individuos con trastorno narcisista de la personalidad basan su carácter precisamente en el narcisismo desproporcionado; por tanto, esta categoría constituye el prototipo de los objetos de los dependientes emocionales. Pueden existir rasgos de narcisismo en otros trastornos de la personalidad que también aparecerán con relativa frecuencia en los objetos de los dependientes emocionales. Algunos de estos otros trastornos de personalidad son el histriónico, el antisocial y el paranoide.   (Información extraída de Dependencia emocional: características y tratamiento / Jorge Castelló Blasco, 2005)  

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¿Cómo la baja autoestima está relacionada con la dependencia emocional?

Se pueden dividir en tres áreas relevantes del ser humano y de las personas afectas de este problema como son el área de las relaciones de pareja, de relaciones con otras personas y el de la autoestima y estado anímico. Como es obvio, no es preciso que se cumplan todas y cada una de las siguientes características para poder afirmar que alguien sufre de dependencia emocional. Área de las relaciones de pareja Necesidad excesiva del otro, deseo de acceso constante hacia él Deseos de exclusividad en la relación Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa Idealización del objeto Relaciones basadas en la sumisión y la subordinación Historia de relaciones de pareja desequilibradas Miedo a la ruptura Asunción del sistema de creencias de la pareja Área de las relaciones con el entorno interpersonal Deseos de exclusividad hacia otras personas significativas Necesidad de agradar Déficit de habilidades sociales Área de autoestima y estado anímico Baja autoestima Miedo e intolerancia a la soledad Estado de ánimo negativo y comorbilidades frecuentes Área de las relaciones de pareja Sin lugar a duda, ésta es el área más relevante y manifiesta en los dependientes emocionales. También es el contexto más frecuente en el que están inmersos a pesar de que pueden tener situaciones de soledad, más o menos deseada o incluso relaciones de pareja ficticias, como determinados noviazgos por internet o a distancia, que son mas fruto de su propia ilusión que de la realidad. Las características de los dependientes emocionales que se producen dentro de las relaciones de pareja: Necesidad excesiva del otro, deseo de acceso constancia hacia él. Es la expresión de la necesidad psicológica que el dependiente tiene hacia su pareja. Se puede traducir en deseos constantes del hablar con él, llamadas continuas al teléfono, mensajes de texto en el móvil, apariciones inoportunas en lugares como el trabajo o el gimnasio, realizar cualquier actividad junto a la otra persona sea de trabajo o de ocio, ser incapaz de hacer algo solo sin sentir la necesidad de tener contacto con la pareja, etc. Los dependientes describen en ocasiones esta sensación como de “hambre” de la pareja, una necesidad insaciable que recuerda a la de los adictos a sustancias. La reacción de los objetos suele ser de agobio. Esto puede traer consecuencias de diferentes tipos, como puede ser la ruptura precoz de la relación, o la más frecuente, la demarcación de límites estrictos. Poco a poco, la pareja restringe las continuas invasiones del dependiente basándose en amenazas mas o menos explicitas, con lo que a éste no le queda más remedio que aceptar las reglas y contenerse en su afán desmedido del otro. Es muy usual también que los objetos aprovechen este tipo de ocasiones en el que el agobio es muy evidente para establecer sus reglas generales sobre la relación, afirmando, por ejemplo, que su idea es la de tener una pareja libre o abierta o que simplemente son amigos. El dependiente aceptará estas reglas muy a su pesar. Por tanto, a nivel conductual el dependiente puede no aparentar esta necesidad excesiva hacia la otra persona, pero sin duda la está sintiendo con toda su fuerza como algo que le impulsa hacia ella y que produce un torrente de ideas obsesivas alrededor de la pareja.   Deseos de exclusividad en la relación. La exclusividad se extiende aquí en ambos sentidos, en el del propio dependiente, que voluntariamente se aísla en mayor o menor medida de su entorno para dedicarse por entero a su pareja y en el del anhelo de que el objeto haga lo propio. No obstante, esto último le resulta más difícil por la reacción de la pareja, que en lugar de participar en esa burbuja imaginaria en la que ambos se fusionarían y se distanciarían de los demás, intentará marcar sus propias pautas. Existe una modalidad de dependencia emocional en la que el sujeto que la padece sí consigue imponer sus deseos al otro. Obviamente, la exclusividad es una de las reglas que se imponen consiguiendo que la pareja se aísle casi por completo de su entorno. Si hubiera alguna frase que pudiera ilustrar con claridad los deseos de exclusividad del dependiente emocional hacia su pareja, podría ser “yo soy solo para él y el es solo para mi, nosotros nos bastamos mutuamente”. La exclusividad aparecerá también en las relaciones con otras personas significativas. Por ejemplo, los dependientes emocionales se encuentran más cómodos en las relaciones de amistad con una sola persona perdiéndose en las situaciones de grupo   Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa. Es una de las características más frecuentes y mas observables por el entorno social, entre otros motivos porque éste está directamente afectado al sentirse minusvalorado o simplemente despreciado. El dependiente emocional considera a su pareja el centro de su existencia, el objeto predilecto de su atención, el sentido de su vida. no habrá nada más importante, incluyéndose a sí mismo o incluso a sus hijos. Si la pareja considera que algo debe hacerse se hará sin dudar, si ella piensa que habría que mudarse de casa o que el dependiente debería cambiar de trabajo, también se procederá a hacerlo porque la otra persona es lo más importante. Ocupará continuamente el pensamiento con él, reproduciría sus frases, se esperará con exceptuación cualquier gesto, movimiento o palabra porque el objeto se habrá convertido en lo más importante y necesario de la vida, pasado todo lo demás a un segundo plano mucho más discreto.   Idealización del objeto. El dependiente suele idealizar enormemente a su pareja a lo largo de la relación a pesar de ser consciente con el paso del tiempo de sus defectos. El objeto representa todo aquello que no tiene el dependiente, como es seguridad en sí mismo, auto aprecio y una posición de superioridad sobre los demás; por esto supone su tabla de salvación, la persona a la que tiene que aferrarse para encontrar lo que le falta. Esta carencia, la del afecto de los demás y la de su propia

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¿Cómo detectar a una persona con personalidad histérica?

Las personalidades histéricas se llaman también histriónicas. Son personas extravertidas, reaccionan ante la frustración con ansiedad, fobias o convirtiendo los conflictos en síntomas somáticos. Son egocéntricas, emocionalmente inestables con reacciones fuertes y prontos. Una de sus características más importantes es la necesidad de centralizar la atención y de manipular su entorno, lo que consiguen con los medios más sofisticados y llamativos, utilizando con frecuencia una forma teatral de expresarse que recuerda el histrionismo. La histeria ha estado asociada durante siglos a las mujeres, como una enfermedad femenina derivada del útero. Ya en el siglo XX se supo que la histeria tiene mucho que ver con una alteración de la personalidad, a menudo reforzada por la educación, que afecta tanto a hombres como a mujeres. En los niños pequeños, los comportamientos histéricos son bastante normales, porque todavía no han logrado establecer lazos afectivos altruistas. Los niños son egocéntricos y narcisistas y quieren que el mundo gire a su alrededor. Eso es normal hasta que aprenden a decir te quiero y a querer realmente, es decir, a anteponer el bienestar de los demás a su propio bienestar. Pero si el niño tiene tendencia a desarrollar una personalidad histérica, será más difícil que alcance esa etapa de altruismo y mantendrá el egocentrismo durante toda su vida. Esto puede deberse en gran parte al refuerzo, es decir, a la facilidad que le dan los adultos para que consiga lo que desea accediendo a sus crisis y pataletas. Otras veces, aunque los adultos no se presten al chantaje del niño, éste desarrollará la personalidad histérica que le acompañará durante toda su vida. También se da con frecuencia en los ancianos, que regresan a etapas infantiles y a comportamientos propios de los niños. Muchos ancianos recurren a crisis histéricas para llamar la atención constantemente. Hay ancianos que se quejan de la comida, de la temperatura y hasta del trato que reciben en instituciones, residencias, hospitales e incluso en su propia familia. Si las quejas son infundadas, cosa que siempre conviene investigar, podemos estar ante un caso de llamada de atención de tipo histérico. Esa persona que monopoliza la atención en una reunión social, que trata de seducir a todos, que es capaz de convertir una sonrisa encantadora en la más feroz de los gestos si alguien escapa a su manejo, tiene un comportamiento histérico. Esa madre que hace una crisis de llanto y suspiros cuando sus hijos le dicen que van a cenar fuera con unos amigos tiene un comportamiento histérico. Si consigue culpabilizar a sus hijos para que no salgan, habrá conseguido su objetivo y dispondrá de un arma inestimable la siguiente vez que no quiera quedarse sola. Las personalidades histéricas tienen las siguientes características: Conducta teatral. En muchas ocasiones estas personas parece que estén representando una obra en el escenario, sobre todo cuando se presenta una situación conflictiva. Se enfrentan a los conflictos con teatralidad y desde la posición de victimas de un ser maléfico superior que se empeña en hacerlas desgraciadas. El comportamiento teatral va acompañado de planteamientos fantasiosos y poco realistas. Muchas veces, las personas histéricas mienten, pero no siempre son conscientes de que es mentira, porque llegan a confundir su fabulación con la realidad. Les gusta llamar la atención y les importa mucho la opinión de los demás. Si alguien les muestra antipatía, tienden a creer que se debe a envidia o se sitúan inmediatamente en la posición de la victima que no sabe qué ha hecho para merecer ese rechazo. Suelen hacer amistades con facilidad, pero se vuelven posesivos y exigentes, reclamando atención de forma constante, porque necesitan gran atención y dedicación. Si no se les presta toda la atención que demandan, manipulan y culpabilizan valiéndose de cualquier método, desde enfermar hasta hacer intentos de suicidios. Sus reacciones son desproporcionadas, debido a su excesiva sensibilidad emocional. Son típicas las lágrimas, gritos y desmayos ante una situación que otra persona enfrentaría con un gesto o una exclamación de dolor o angustia Son inestables emocionalmente, con cambios bruscos de actitud, apasionamiento y escaso raciocinio. Esto les hace volubles en sus afectos. Quieren y odian apasionadamente en cuestión de segundos. En realidad, las personas histéricas solo se aman a sí mismas, porque son extremadamente narcisistas y egocéntricas y no han llegado a superar esa etapa y alcanzar la etapa del altruismo. Si algo va mal, suelen adoptar el papel de victimas. Es frecuente que una de estas personas se eche la culpa de algo malo que ha sucedido, pero se culpa en público y de forma teatral, como una víctima del destino. Son chantajistas y manipuladores, consiguen sus fines manejando y culpabilizando su entorno. Si es necesario recurren a enfermedades reales, no fingidas porque son capaces de somatizar sus conflictos. Pero este mecanismo no es consciente, es decir, la persona histérica que enferma para evitar que la familia salga de vacaciones, por ejemplo, no lo hace a propósito de una manera consciente, sino que se sugestiona con el malestar hasta llegar a enfermar realmente. Tienden a convertir sus conflictos en síntomas físicos que aceptan con resignación. Se llama belle indiferente a la aceptación resignada y casi mística con que el histérico admite sus síntomas fiscos con lo que se libra de otra situación y además culpabiliza a alguien. Las personalidades histéricas son muy sugestionables y pueden transformar fácilmente su malestar psíquico en una enfermedad física real. Hay niños que llegan a tener vomito e incluso fiebre el mismo día en que sus padres han decidido salir a divertirse y dejarlos con la canguro. Y es fiebre de verdad, de la que hay que llamar al médico, no una simulación. Hay personas adultas que llegan a padecer cólicos cuando han de enfrentarse a una situación no deseada. La somatización no es en absoluto voluntaria, sino totalmente inconsciente, pero en las personalidades histéricas tienen una finalidad conductual que muchas veces es la atención médica continuada y la preocupación de las personas del entorno. En la Edad Media algunos médicos equipararon la histeria de la

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¿Qué Señales Te Ayudan a Detectar a una Persona Manipuladora?

Resulta muy duro vivir con una “espada de Damocles” encima, con el miedo de que cualquier situación revele nuestra debilidad y todos se den cuenta de las limitaciones que arrastramos. La inseguridad, además, tiende a generar baja autoestima y pobre control emocional. También puede ocurrir que nosotros nos sintamos inseguros y que los demás, por el contrario, nos vean como personas seguras, equilibradas, y con mucha confianza. Es una paradoja, pero se da con cierta frecuencia. En estos casos, a pesar de que la imagen que ofrece es buena, el inseguro sigue pasándolo mal y cree que los otros no lo conocen de verdad. Sobreviene un sufrimiento añadido cuando a nuestra inseguridad se une el reproche de aquellos que se han visto defraudados en sus expectativas hacia nosotros. En ese caso, la sensación de impotencia y de fracaso puede arrastrarnos a una crisis difícil de superar. En estas situaciones, nos sentimos tan culpables que perdonarnos nos parece una quimera e incluso una injusticia. Cuidado con los manipuladores Los psicólogos sabemos que las personas sensibles, las que habitualmente identificamos como buenas personas, pueden caer en el engaño y en la manipulación. Con los manipuladores, la secuencia de los hechos casi siempre es la misma: primero, se muestran encantadores y seductores, y después, cuando sienten que ya tienen a su “presa” segura, empiezan las extorsiones, las agresiones y en muchos casos, las vejaciones y el maltrato. Finalmente, intentan aislar al máximo a sus víctimas alejándolas de su familia y de sus amigos, para debilitarlas aún más. Desde fuera, se ve con nitidez cómo han tendido sus “redes”, cómo eligen muy bien a sus víctimas, cómo trabajan esas primeras fases de seducción, hasta que llegan a crearles una dependencia muy enfermiza, que las deja muy débiles y vulnerables, incapaces de reaccionar, sintiéndose cada día peor con ellas mismas. No parece sencillo perdonarnos primero y querernos después cuando sentimos que hemos perdido la dignidad, pero lo podemos conseguir. Sentimiento de fracaso con los hijos El sentimiento de haber fracasado con los hijos es uno de los sufrimientos más intensos y difíciles de superar. Lo curioso es que cuando preguntas a un padre por qué piensa que ha fracaso, habitualmente te dice que se siente responsable de aquellas facetas o conductas más negativas de su hijo; por el contrario, si le pides que te enumere los aspectos positivos o las cualidades que presenta su vástago nunca manifestará que sean debidas a su intervención. Y si le formulas por qué su hijo en el fondo es buena persona o generoso con los amigos o se muestra sensible con los abuelos, te contesta que era así desde pequeño. Así pues, mientras que se siente “responsable” de lo malo, no cree que tenga mérito alguno en los aspectos positivos de su hijo. En general, la mayoría hemos intentado prepararnos para afrontar la vida en buenas condiciones. Por ejemplo, nos hemos pasado bastantes años estudiando antes de ponernos a trabajar, pero nos hemos preparado poco, o nada, para ejercer la profesión más difícil del mundo: ser padres. Con ese precedente, es normal que cuando nos toque ejercer nos sintamos inseguros y en muchas ocasiones, la educación que intentamos transmitirles esté llena de ensayos y errores. El primer principio es que cada hijo es único y debemos tratarlo como tal, en función de su singularidad, para ayudarle a sacar lo mejor de sí mismo. Otro principio es que los niños necesitan pautas, normas, reglas, límites, hábitos y no lo decimos para anularlos, sino todo lo contrario; lo defendemos y argumentamos desde el convencimiento de que, gracias a este modelo educativo, el niño de hoy podrá ser un adulto auténticamente libre en ese difícil mañana que le espera. Otro hecho es que solo los buenos padres se plantean si están actuando bien con sus hijos, se preocupan por su desarrollo, se exigen al máximo y están pendientes de su evolución. Cuando vemos a un padre preocupado, sabemos que nos hallamos ante un progenitor sensible y honesto, que trata de dar la mejor educación a sus hijos. Precisamente, son los padres de este tipo los que a veces se desmoronan y se culpabilizan, al creer que han cometido errores o fallos imperdonables. Conviene recordar que: Perdonarnos cuando creemos que hemos defraudado a quien amamos es difícil, pero es indispensable para vivir y con apoyo terapéutico se puede conseguir No estar a la altura requerida en momentos difíciles a veces es inevitable, pero las personas que nos aman de verdad nunca nos juzgarán mal. Al perdonarnos, recuperamos la autoestima y la seguridad perdida, de manera que dejan de condicionarnos negativamente las opiniones de los demás Somos nosotros y no los demás los creadores tanto de nuestra felicidad como de nuestra insatisfacción Aprender a neutralizar los sentimientos de culpa por haberse dejado engañar es necesario para aquellas personas sensibles que son más vulnerables ante el engaño y la manipulación. Es la mejor forma de perdonarse y recuperar la dignidad. Saber perdonarnos es condición sin qua non para liberarnos de la extorsión de quienes nos manipulan, que ven fortalecidas sus estrategias con los sentimientos de culpabilidad que nos debilitan Perdonarnos cuando creemos que hemos fracasado con nuestros hijos es tan necesario como difícil Juzgarse con excesiva dureza es muy habitual entre las buenas personas. Por ello les cuesta tanto perdonarse a sí mismas, mientras que les resulta fácil perdonar a los demás. (información extraída de Las 3 claves de la felicidad : perdónate bien, quiérete mejor y coge las riendas de tu vida / Mº Jesús Álava Reyes, 2014)  

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