Trastorno de la Personalidad

¿Cómo evitar hacer el tonto?

Lo socialmente hoy más penalizado es hacer el tonto (O ser ingenuo), pero quien hace el bien espontáneamente  y sin trastienda suele ser ingenuo. ¿Qué es hacer el tonto? El Diccionario de María Moliner se queda corto diciendo que “se aplica a personas de poca inteligencia”; el Diccionario de la Academia es aun peor: lo define por otro vocablo igualmente popular pero ya fuera de uso: “mentecato” y añade “de escaso entendimiento o razón”. Quien hace el bien no da muestras de “escaso entendimiento o razón” ni de poca inteligencia. Lo más da muestras de poca picardía, de ingenuidad, de falta de malicia y de falta de sagacidad práctico-social.  Si alguien presta una ayuda por auxiliar sin más  se le desprecia; si dice que ayuda para manipularles y ganarlo para su conveniencia y tenerle a su disposición, se le perdona haber hecho el bien. Pero la ingenuidad o la excesiva confianza o la gratuidad bonachona no indican en absoluta “falta de inteligencia” ni merma de razón como los diccionarios dicen. Básicamente “tonto” es quien no es lucido acerca de los asuntos que le atañen; pero ni este sesgo de la aceptación coincide del todo con la falta de inteligencia ni todas las aceptaciones tienen que ver con la razón ni con la inteligencia sin que reflejan perfiles emocionales e incluso sociales de la tontería. Tonto es quien no acierta a emplear su dinero, quien se deja despojar fácilmente sus bienes, quien carece de la necesaria sagacidad para administrarse y naturalmente es presa fácil de aprovechados. También al que no acierta a sacar provecho de los servicios o favores que dispensa y los hace con total gratuidad. Tonto es quien imagina que los seres humanos que con él se relacionan con mejores de lo que son, que se puede confiar en ellos, en sus promesas de devolución o en sus quejas de desgracia  y escasez. Y los primeros que se ríen de tales idealistas son quienes más se benefician de su ingenuidad engañándolos. La sociedad es despiadada y cuando se conmueve con ternura por algo es histriónica y superficial. Muy pronto se le pasa el sofoco que le produce la desgracia ajena…Tonto es quien se ilusiona con poder regenerar a alguien dejándose conscientemente engañar por él o el idealista que concibe proyectos altruista y magnánimos de los cuales se aprovechan los sinvergüenzas de siempre. En un tercer campo semántico tonto es el ingenuo y ¿qué es ser ingenuo? La definición de María Moliner es la adecuada “persona que no tener malicia o picardía; que supone siempre buena intención en los otros y cree lo que dicen y a su vez habla y obra de buena fe y sin reservas”. Lo peor es que es verdad. No se puede ir por la vida confianza y dando crédito a quienes se oye y a lo que dicen, ni actuando de buena fe y sin reservas. A quien va así por la vida, le devoran, le destruyan y encima se le burlan. Es mejor hacer el bien que quedar bien Se ha de procurar al haber el bien no quedar mal de alguna de las maneras en que esto suele suceder (proteccionismo, paternalismo, impersonalidad, etc.) mas ante todo hay que ser prudente en el modo, aunque sea generoso en la sustancia. Y por encima de todo hay que guardarse de los aprovechados y los manipuladores: Fresco es el cínico Aprovechado, el cazurro que va a lo suyo aprovechando las figuras que se le ofrecen para meterse más de la cuenta a saco o a sorprender la buena fe del otro, sin casi aparentarlo. Manipulador es quien aun no teniendo necesidad se gana al bienhechor con otros fines, so capa de necesitar remedios; pero ello es para utilizarle según conveniencias Cualquiera de estos descuidos crea la imagen de ingenuo y de despreciable y los primeros que levan a despreciar a usted son los beneficiarios cínicos, aprovechados y manipuladores. Ante todo hay que hacer el bien serio, no un tratar de remediar totalmente males o necesidades sin importancia y por ello desatender otras necesidades y fines de verdadera urgencia hay que hacer además el bien caro y puro, no barato y aguado. Se podría caracterizar esta actitud como conducta generosa pero prudente. Esta es la trampa común en la que a veces ha caído la jerarquía católica: Ser tan inmensamente prudente que no se actúe para no arriesgar nada. Si usted se arriesga, sepa que vale mucho mas lo hecho por el bien aun perdiendo que la preservación del posible beneficio hecho por haberse defendido demasiado. Solo el amor hace que se lance al riesgo sin demasiada prudencia. Pero el amor es ya otra cosa, y lo que realmente acaba valiendo es el amor con que se hizo y por quien se hizo. Perder por amor es desde luego peligroso, pero no triste. A veces hay que perder bastante para gran más o de mejor calidad que lo que se tenía. Es necesario fijar cuatro advertencias para, con amor o sin amor, hacer el bien serio y seguro: No confiar No confidenciar No franquear No prodigar No confiar. Hay que hacer el bien sabiendo que aquellos a quienes se hace no estarían dispuestos a su vez a hacerlo e incluso más bien nos harían mal si pudiesen. Y esto sin prejuzgar nada, por pura experiencia de la vida y puro sentido común. El bien hay que hacerlo por ser bien no por ser útil, porque útil de inmediato o durante el tiempo de la existencia más bien no lo es, salvo el bienestar que se genera en torno. Aunque hay destinos, destinos muy extraños y no lógicos, a los que cuando más hacen el bien peor les va; pero esto han de asumirlo como un estilo propio de irles en la vida. No confidenciar. No conviene en absoluto dar parte a nadie de las propias intimidades o asuntos personales y menos de las debilidades ¡ni siquiera a la pareja! Conviene tener un amigo de toda

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El efecto de ver televisión sobre la formación de creencias y actitudes en los niños

El niño de 4 a 12 años se encuentra en una fase de su vida en la que se forma todo tipo de creencias. Pero a diferencia del adulto, la televisión le presenta no pocas parcelas de la realidad con la que todavía no ha tenido contacto directo. Además, su capacidad de discernimiento y pensamiento está en formación. Ello hace que esté en una situación de fragilidad y desventaja porque no puede comparar las creencias que le presenta la televisión y la realidad de la vida cotidiana que todavía no ha experimentado. De ahí que la televisión sea un medio propicio para inducir la formación de creencias y actitudes. Puede provocar, sin que el niño lo advierta, creencias distorsionadas y estereotipos Los estereotipos son creencias o concepciones estandarizadas y convencionales. Son generalizaciones o presunciones que a menudo están basadas en percepciones distorsionadas pues cuando se aplican a personas presentan a éstas de forma unidimensional. Los estereotipos juegan un papel importante en los roles televisivos como agentes de socialización. La televisión presenta numerosos estereotipos y el niño, en su contacto con esos contenidos, puede desarrollar concepciones acerca de la gente que reflejen esas imágenes estereotipadas asimiladas de la pantalla. A pesar de las apariencias, el mundo de la televisión es muy estable en cuanto a las imágenes que muestra. A pesar de que la representación de los personajes femeninos en televisión ha mejorado, sigue sin reflejar la proporción en la vida real. Así por ejemplo, en los años setenta y ochenta los personajes masculinos eran tres veces más numeroso que los de la mujer y en los años noventa seguían siendo el doble. Por otro lado, durante los años noventa los roles de las mujeres seguían siendo menos importantes que las de los hombres y cuando las mujeres tienen roles importantes suelen darse en la comedia. La presencia de estereotipos en televisión sigue siendo muy fuerte en la actualidad. Por ejemplo, las mujeres prime time suelen ser más jóvenes que los hombres y se presentan con papeles más tradicionales y estereotipados que los hombres. Siguiendo un estudio realizado por la asociación CEACCU, en la programación infantil se dan varios arquetipos de representación de la condición femenina que se repiten con insistencia: La mujer como única ejecutar de las tareas del hogar La coquetería como cualidad más destacada del carácter femenino Referencias al aspecto físico femenino, realizadas por personajes masculinos La utilización de las mal llamadas “armas de mujer” Referencia a cualquier “rasgo distintivo” del sexo femenino Cuando se presenta una mujer ocupando algún lugar de la vida pública, fuera del ámbito privado del hogar, generalmente se ridiculiza o se deja bien patente su ineptitud. Si los análisis pues siguen mostrando que la televisión actual todavía presenta estereotipos, la cuestión fundamental es que la investigación también ha mostrado que tales estereotipos influyen sobre las percepciones de los niños, particularmente en lo que se refiere a los estereotipos de género, entre los que destacan los roles profesionales, el aspecto físico y el matrimonio. Por ejemplo, la felicidad se asocia frecuentemente al ejercicio de determinadas profesiones  y a la belleza física. Dicho de otra manera, la televisión tendería a hacer creer que ser feliz siendo obrero y feo es una aspiración difícil de lograr. Una temática que permite ver claramente cómo la televisión puede afectar al niño en la adquisición de creencias y actitudes es la representación que hace del sexo y el alcohol. La asimilación por los niños de ese conjunto de comportamientos sexuales representados en la pantalla, puestos en evidencia por los análisis de contenido, tiene influencia sobre las creencias y actitudes construidas sobre ellos. Dada la baja probabilidad de que el niño pueda contrastar las escenas de sexualidad vistas en televisión en la vida real, suelen perdurar en ellos más tiempo las creencias de que lo que  ven en televisión es real, en comparación con otros tipos de contenidos. La televisión por esta razón es un influyente inductor de creencias. Otra creencia entre los jóvenes que ven muchas series de televisión y que ilustra la distorsión que se produce, es que estiman mayores porcentajes de gente divorciada y de hijos ilegítimos en la vida real que aquellos jóvenes que ven menos esas series. También pueden llegar a creer que las relaciones sexuales prematrimoniales y extramatrimoniales, la violación y la prostitución son más comunes en la vida corriente de lo que realmente son. Por otro lado, los jóvenes que ven mucha televisión suelen manifestar actitudes más estereotipadas con relación a los roles sexuales. Con respecto al alcohol las creencias y actitudes están influidas también por la televisión. Por ejemplo, en una investigación se pretendía comprobar cómo afectaba el visionado de imágenes de gente bebiendo sobre las creencias de los niños acerca del alcohol. Los resultados mostraban que las intenciones de los chicos de consumir alcohol podían predecirse a partir de sus interpretaciones de los mensajes televisivos, de las conductas en casa con relación al alcohol, de sus deseos de ser como los personajes que bebían y por ultimo por las expectativas de que “beber aporta recompensa” Otro aspecto a tener en cuenta es la influencia de la realidad televisiva sobre la realidad del niño. Numerosos trabajos han mostrado que el contenido televisivo percibido como no realista retiene menos influencia sobre las actitudes, las creencias y los comportamientos del niño que aquellos considerados como realistas. Por otro lado, los contenidos de origen real dan lugar a mayores niveles de recuerdo y de interferencia de estados psicológicos, como motivos e intenciones de las personas que aparecen en el programa. La familia puede influir para reducir el realismo que el niño atribuye a programas ficcionales. Pero una cuestión muy importante es la que plantea qué efectos producen en el niño las imágenes en función de su carácter factual o ficcional. De manera general, las imágenes factuales le influyen más que aquella que juzga como ficticias. A pesar de que los programas de ficción también pueden tener influencia sobre él. En algún caso se ha

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Características de los objetos de los dependientes emocionales

Los dependientes utilizan a sus objetos para compensar su necesidad afectiva del otro y su negación patológica de sí mismos. Las características que tienen estos objetos son las siguientes: Son fácilmente idealizables. No es casualidad situar esta característica como la primera y no por ser más importante o significativa que las demás, sino por tratarse de un autentico nexo de unión entre las peculiaridades propias de los objetos. los objetos no son personas fácilmente idealizables de por sí, es decir, no es normal que cualquier persona puede reaccionar con extrañeza, desinterés, apatía o en la mayoría de las ocasiones con un contacto superficial. Los objetos son fácilmente idealizables para personas con baja autoestima, entre ellas los dependientes emocionales, por eso esta característica es válida solo para ellos y no para otras personas, que en absoluto les idealizarían. Idealizar significa otorgar a personas o cosas cualidades positivas que no existen en realidad o que son exageraciones de la misma. Son narcisistas y explotadores. El narcisismo es el amor excesivo a uno mismo, es una exageración patológica de la autoestima que conduce a una autentica auto idealización. Existen muchos grados de narcisismo, desde la vaga sensación de ser diferente a los demás por despuntar en algo, hasta la convicción absoluta de ser una persona especial, peculiar, etc. el denominador común a todos los grados es la sobrevaloración que en mayor o menos medida se produce del ego y la consiguiente minusvaloración del entorno. El narcisista es una persona que solo desea admiración del entorno, que entiende las relaciones positivas únicamente como la adulación de sus propias cualidades por parte de otro individuo. El amor excesivo a sí mismo tiene entonces un deseo de correspondencia en los demás. No existe afecto sincero hacia los demás, pero tampoco se desea su cariño, solo su sometimiento y su admiración. La contrapartida del narcisismo es la devaluación de los demás, incluidas las personas que entran en el juego de la exaltación de su ego. Para justificar su amor excesivo hacia sí mismos deben considerarse realmente superiores a los demás, diferentes, peculiares, extraordinarios. Suelen padecer trastornos de personalidad. Al igual que sucede con los dependientes emocionales, el padecimiento por parte de los objetos de entidades patológicas no es un requisito indispensable; es más, es también bastante común que estos individuos no tenga trastornos de personalidad diagnosticables y que solo sean ligeramente egoístas y soberbios, aunque con el tiempo estos rasgos se acentúen en interacción con sus parejas sumisas y admiradoras. Obviamente el trastorno narcisista de la personalidad será el diagnóstico más común, los criterios propuestos por el DSM-IV para esta categoría: Un patrón general de grandiosidad, una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican los siguientes ítems: Tiene un grandioso sentido de auto importancia Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios Cree que es especial y único y que solo puede ser comprendido por otras personas que son especiales o de alto status Exige una admiración excesiva Es muy pretencioso; por ejemplo, tiene expectativas irrazonables de recibir un trato especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas Es interpersonalmente explotador, saca provecho de los demás para alcanzar sus metas Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios Los individuos con trastorno narcisista de la personalidad basan su carácter precisamente en el narcisismo desproporcionado; por tanto, esta categoría constituye el prototipo de los objetos de los dependientes emocionales. Pueden existir rasgos de narcisismo en otros trastornos de la personalidad que también aparecerán con relativa frecuencia en los objetos de los dependientes emocionales. Algunos de estos otros trastornos de personalidad son el histriónico, el antisocial y el paranoide.   (Información extraída de Dependencia emocional: características y tratamiento / Jorge Castelló Blasco, 2005)  

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Características de los dependientes emocionales

Se pueden dividir en tres áreas relevantes del ser humano y de las personas afectas de este problema como son el área de las relaciones de pareja, de relaciones con otras personas y el de la autoestima y estado anímico. Como es obvio, no es preciso que se cumplan todas y cada una de las siguientes características para poder afirmar que alguien sufre de dependencia emocional. Área de las relaciones de pareja Necesidad excesiva del otro, deseo de acceso constante hacia él Deseos de exclusividad en la relación Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa Idealización del objeto Relaciones basadas en la sumisión y la subordinación Historia de relaciones de pareja desequilibradas Miedo a la ruptura Asunción del sistema de creencias de la pareja Área de las relaciones con el entorno interpersonal Deseos de exclusividad hacia otras personas significativas Necesidad de agradar Déficit de habilidades sociales Área de autoestima y estado anímico Baja autoestima Miedo e intolerancia a la soledad Estado de ánimo negativo y comorbilidades frecuentes Área de las relaciones de pareja Sin lugar a duda, ésta es el área más relevante y manifiesta en los dependientes emocionales. También es el contexto más frecuente en el que están inmersos a pesar de que pueden tener situaciones de soledad, más o menos deseada o incluso relaciones de pareja ficticias, como determinados noviazgos por internet o a distancia, que son mas fruto de su propia ilusión que de la realidad. Las características de los dependientes emocionales que se producen dentro de las relaciones de pareja: Necesidad excesiva del otro, deseo de acceso constancia hacia él. Es la expresión de la necesidad psicológica que el dependiente tiene hacia su pareja. Se puede traducir en deseos constantes del hablar con él, llamadas continuas al teléfono, mensajes de texto en el móvil, apariciones inoportunas en lugares como el trabajo o el gimnasio, realizar cualquier actividad junto a la otra persona sea de trabajo o de ocio, ser incapaz de hacer algo solo sin sentir la necesidad de tener contacto con la pareja, etc. Los dependientes describen en ocasiones esta sensación como de “hambre” de la pareja, una necesidad insaciable que recuerda a la de los adictos a sustancias. La reacción de los objetos suele ser de agobio. Esto puede traer consecuencias de diferentes tipos, como puede ser la ruptura precoz de la relación, o la más frecuente, la demarcación de límites estrictos. Poco a poco, la pareja restringe las continuas invasiones del dependiente basándose en amenazas mas o menos explicitas, con lo que a éste no le queda más remedio que aceptar las reglas y contenerse en su afán desmedido del otro. Es muy usual también que los objetos aprovechen este tipo de ocasiones en el que el agobio es muy evidente para establecer sus reglas generales sobre la relación, afirmando, por ejemplo, que su idea es la de tener una pareja libre o abierta o que simplemente son amigos. El dependiente aceptará estas reglas muy a su pesar. Por tanto, a nivel conductual el dependiente puede no aparentar esta necesidad excesiva hacia la otra persona, pero sin duda la está sintiendo con toda su fuerza como algo que le impulsa hacia ella y que produce un torrente de ideas obsesivas alrededor de la pareja.   Deseos de exclusividad en la relación. La exclusividad se extiende aquí en ambos sentidos, en el del propio dependiente, que voluntariamente se aísla en mayor o menor medida de su entorno para dedicarse por entero a su pareja y en el del anhelo de que el objeto haga lo propio. No obstante, esto último le resulta más difícil por la reacción de la pareja, que en lugar de participar en esa burbuja imaginaria en la que ambos se fusionarían y se distanciarían de los demás, intentará marcar sus propias pautas. Existe una modalidad de dependencia emocional en la que el sujeto que la padece sí consigue imponer sus deseos al otro. Obviamente, la exclusividad es una de las reglas que se imponen consiguiendo que la pareja se aísle casi por completo de su entorno. Si hubiera alguna frase que pudiera ilustrar con claridad los deseos de exclusividad del dependiente emocional hacia su pareja, podría ser “yo soy solo para él y el es solo para mi, nosotros nos bastamos mutuamente”. La exclusividad aparecerá también en las relaciones con otras personas significativas. Por ejemplo, los dependientes emocionales se encuentran más cómodos en las relaciones de amistad con una sola persona perdiéndose en las situaciones de grupo   Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa. Es una de las características más frecuentes y mas observables por el entorno social, entre otros motivos porque éste está directamente afectado al sentirse minusvalorado o simplemente despreciado. El dependiente emocional considera a su pareja el centro de su existencia, el objeto predilecto de su atención, el sentido de su vida. no habrá nada más importante, incluyéndose a sí mismo o incluso a sus hijos. Si la pareja considera que algo debe hacerse se hará sin dudar, si ella piensa que habría que mudarse de casa o que el dependiente debería cambiar de trabajo, también se procederá a hacerlo porque la otra persona es lo más importante. Ocupará continuamente el pensamiento con él, reproduciría sus frases, se esperará con exceptuación cualquier gesto, movimiento o palabra porque el objeto se habrá convertido en lo más importante y necesario de la vida, pasado todo lo demás a un segundo plano mucho más discreto.   Idealización del objeto. El dependiente suele idealizar enormemente a su pareja a lo largo de la relación a pesar de ser consciente con el paso del tiempo de sus defectos. El objeto representa todo aquello que no tiene el dependiente, como es seguridad en sí mismo, auto aprecio y una posición de superioridad sobre los demás; por esto supone su tabla de salvación, la persona a la que tiene que aferrarse para encontrar lo que le falta. Esta carencia, la del afecto de los demás y la de su propia

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¿Cómo detectar a una persona con personalidad histérica?

Las personalidades histéricas se llaman también histriónicas. Son personas extravertidas, reaccionan ante la frustración con ansiedad, fobias o convirtiendo los conflictos en síntomas somáticos. Son egocéntricas, emocionalmente inestables con reacciones fuertes y prontos. Una de sus características más importantes es la necesidad de centralizar la atención y de manipular su entorno, lo que consiguen con los medios más sofisticados y llamativos, utilizando con frecuencia una forma teatral de expresarse que recuerda el histrionismo. La histeria ha estado asociada durante siglos a las mujeres, como una enfermedad femenina derivada del útero. Ya en el siglo XX se supo que la histeria tiene mucho que ver con una alteración de la personalidad, a menudo reforzada por la educación, que afecta tanto a hombres como a mujeres. En los niños pequeños, los comportamientos histéricos son bastante normales, porque todavía no han logrado establecer lazos afectivos altruistas. Los niños son egocéntricos y narcisistas y quieren que el mundo gire a su alrededor. Eso es normal hasta que aprenden a decir te quiero y a querer realmente, es decir, a anteponer el bienestar de los demás a su propio bienestar. Pero si el niño tiene tendencia a desarrollar una personalidad histérica, será más difícil que alcance esa etapa de altruismo y mantendrá el egocentrismo durante toda su vida. Esto puede deberse en gran parte al refuerzo, es decir, a la facilidad que le dan los adultos para que consiga lo que desea accediendo a sus crisis y pataletas. Otras veces, aunque los adultos no se presten al chantaje del niño, éste desarrollará la personalidad histérica que le acompañará durante toda su vida. También se da con frecuencia en los ancianos, que regresan a etapas infantiles y a comportamientos propios de los niños. Muchos ancianos recurren a crisis histéricas para llamar la atención constantemente. Hay ancianos que se quejan de la comida, de la temperatura y hasta del trato que reciben en instituciones, residencias, hospitales e incluso en su propia familia. Si las quejas son infundadas, cosa que siempre conviene investigar, podemos estar ante un caso de llamada de atención de tipo histérico. Esa persona que monopoliza la atención en una reunión social, que trata de seducir a todos, que es capaz de convertir una sonrisa encantadora en la más feroz de los gestos si alguien escapa a su manejo, tiene un comportamiento histérico. Esa madre que hace una crisis de llanto y suspiros cuando sus hijos le dicen que van a cenar fuera con unos amigos tiene un comportamiento histérico. Si consigue culpabilizar a sus hijos para que no salgan, habrá conseguido su objetivo y dispondrá de un arma inestimable la siguiente vez que no quiera quedarse sola. Las personalidades histéricas tienen las siguientes características: Conducta teatral. En muchas ocasiones estas personas parece que estén representando una obra en el escenario, sobre todo cuando se presenta una situación conflictiva. Se enfrentan a los conflictos con teatralidad y desde la posición de victimas de un ser maléfico superior que se empeña en hacerlas desgraciadas. El comportamiento teatral va acompañado de planteamientos fantasiosos y poco realistas. Muchas veces, las personas histéricas mienten, pero no siempre son conscientes de que es mentira, porque llegan a confundir su fabulación con la realidad. Les gusta llamar la atención y les importa mucho la opinión de los demás. Si alguien les muestra antipatía, tienden a creer que se debe a envidia o se sitúan inmediatamente en la posición de la victima que no sabe qué ha hecho para merecer ese rechazo. Suelen hacer amistades con facilidad, pero se vuelven posesivos y exigentes, reclamando atención de forma constante, porque necesitan gran atención y dedicación. Si no se les presta toda la atención que demandan, manipulan y culpabilizan valiéndose de cualquier método, desde enfermar hasta hacer intentos de suicidios. Sus reacciones son desproporcionadas, debido a su excesiva sensibilidad emocional. Son típicas las lágrimas, gritos y desmayos ante una situación que otra persona enfrentaría con un gesto o una exclamación de dolor o angustia Son inestables emocionalmente, con cambios bruscos de actitud, apasionamiento y escaso raciocinio. Esto les hace volubles en sus afectos. Quieren y odian apasionadamente en cuestión de segundos. En realidad, las personas histéricas solo se aman a sí mismas, porque son extremadamente narcisistas y egocéntricas y no han llegado a superar esa etapa y alcanzar la etapa del altruismo. Si algo va mal, suelen adoptar el papel de victimas. Es frecuente que una de estas personas se eche la culpa de algo malo que ha sucedido, pero se culpa en público y de forma teatral, como una víctima del destino. Son chantajistas y manipuladores, consiguen sus fines manejando y culpabilizando su entorno. Si es necesario recurren a enfermedades reales, no fingidas porque son capaces de somatizar sus conflictos. Pero este mecanismo no es consciente, es decir, la persona histérica que enferma para evitar que la familia salga de vacaciones, por ejemplo, no lo hace a propósito de una manera consciente, sino que se sugestiona con el malestar hasta llegar a enfermar realmente. Tienden a convertir sus conflictos en síntomas físicos que aceptan con resignación. Se llama belle indiferente a la aceptación resignada y casi mística con que el histérico admite sus síntomas fiscos con lo que se libra de otra situación y además culpabiliza a alguien. Las personalidades histéricas son muy sugestionables y pueden transformar fácilmente su malestar psíquico en una enfermedad física real. Hay niños que llegan a tener vomito e incluso fiebre el mismo día en que sus padres han decidido salir a divertirse y dejarlos con la canguro. Y es fiebre de verdad, de la que hay que llamar al médico, no una simulación. Hay personas adultas que llegan a padecer cólicos cuando han de enfrentarse a una situación no deseada. La somatización no es en absoluto voluntaria, sino totalmente inconsciente, pero en las personalidades histéricas tienen una finalidad conductual que muchas veces es la atención médica continuada y la preocupación de las personas del entorno. En la Edad Media algunos médicos equipararon la histeria de la

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Aprende a reconocer a una persona manipuladora

Resulta muy duro vivir con una “espada de Damocles” encima, con el miedo de que cualquier situación revele nuestra debilidad y todos se den cuenta de las limitaciones que arrastramos. La inseguridad, además, tiende a generar baja autoestima y pobre control emocional. También puede ocurrir que nosotros nos sintamos inseguros y que los demás, por el contrario, nos vean como personas seguras, equilibradas, y con mucha confianza. Es una paradoja, pero se da con cierta frecuencia. En estos casos, a pesar de que la imagen que ofrece es buena, el inseguro sigue pasándolo mal y cree que los otros no lo conocen de verdad. Sobreviene un sufrimiento añadido cuando a nuestra inseguridad se une el reproche de aquellos que se han visto defraudados en sus expectativas hacia nosotros. En ese caso, la sensación de impotencia y de fracaso puede arrastrarnos a una crisis difícil de superar. En estas situaciones, nos sentimos tan culpables que perdonarnos nos parece una quimera e incluso una injusticia. Cuidado con los manipuladores Los psicólogos sabemos que las personas sensibles, las que habitualmente identificamos como buenas personas, pueden caer en el engaño y en la manipulación. Con los manipuladores, la secuencia de los hechos casi siempre es la misma: primero, se muestran encantadores y seductores, y después, cuando sienten que ya tienen a su “presa” segura, empiezan las extorsiones, las agresiones y en muchos casos, las vejaciones y el maltrato. Finalmente, intentan aislar al máximo a sus víctimas alejándolas de su familia y de sus amigos, para debilitarlas aún más. Desde fuera, se ve con nitidez cómo han tendido sus “redes”, cómo eligen muy bien a sus víctimas, cómo trabajan esas primeras fases de seducción, hasta que llegan a crearles una dependencia muy enfermiza, que las deja muy débiles y vulnerables, incapaces de reaccionar, sintiéndose cada día peor con ellas mismas. No parece sencillo perdonarnos primero y querernos después cuando sentimos que hemos perdido la dignidad, pero lo podemos conseguir. Sentimiento de fracaso con los hijos El sentimiento de haber fracasado con los hijos es uno de los sufrimientos más intensos y difíciles de superar. Lo curioso es que cuando preguntas a un padre por qué piensa que ha fracaso, habitualmente te dice que se siente responsable de aquellas facetas o conductas más negativas de su hijo; por el contrario, si le pides que te enumere los aspectos positivos o las cualidades que presenta su vástago nunca manifestará que sean debidas a su intervención. Y si le formulas por qué su hijo en el fondo es buena persona o generoso con los amigos o se muestra sensible con los abuelos, te contesta que era así desde pequeño. Así pues, mientras que se siente “responsable” de lo malo, no cree que tenga mérito alguno en los aspectos positivos de su hijo. En general, la mayoría hemos intentado prepararnos para afrontar la vida en buenas condiciones. Por ejemplo, nos hemos pasado bastantes años estudiando antes de ponernos a trabajar, pero nos hemos preparado poco, o nada, para ejercer la profesión más difícil del mundo: ser padres. Con ese precedente, es normal que cuando nos toque ejercer nos sintamos inseguros y en muchas ocasiones, la educación que intentamos transmitirles esté llena de ensayos y errores. El primer principio es que cada hijo es único y debemos tratarlo como tal, en función de su singularidad, para ayudarle a sacar lo mejor de sí mismo. Otro principio es que los niños necesitan pautas, normas, reglas, límites, hábitos y no lo decimos para anularlos, sino todo lo contrario; lo defendemos y argumentamos desde el convencimiento de que, gracias a este modelo educativo, el niño de hoy podrá ser un adulto auténticamente libre en ese difícil mañana que le espera. Otro hecho es que solo los buenos padres se plantean si están actuando bien con sus hijos, se preocupan por su desarrollo, se exigen al máximo y están pendientes de su evolución. Cuando vemos a un padre preocupado, sabemos que nos hallamos ante un progenitor sensible y honesto, que trata de dar la mejor educación a sus hijos. Precisamente, son los padres de este tipo los que a veces se desmoronan y se culpabilizan, al creer que han cometido errores o fallos imperdonables. Conviene recordar que: Perdonarnos cuando creemos que hemos defraudado a quien amamos es difícil, pero es indispensable para vivir y con apoyo terapéutico se puede conseguir No estar a la altura requerida en momentos difíciles a veces es inevitable, pero las personas que nos aman de verdad nunca nos juzgarán mal. Al perdonarnos, recuperamos la autoestima y la seguridad perdida, de manera que dejan de condicionarnos negativamente las opiniones de los demás Somos nosotros y no los demás los creadores tanto de nuestra felicidad como de nuestra insatisfacción Aprender a neutralizar los sentimientos de culpa por haberse dejado engañar es necesario para aquellas personas sensibles que son más vulnerables ante el engaño y la manipulación. Es la mejor forma de perdonarse y recuperar la dignidad. Saber perdonarnos es condición sin qua non para liberarnos de la extorsión de quienes nos manipulan, que ven fortalecidas sus estrategias con los sentimientos de culpabilidad que nos debilitan Perdonarnos cuando creemos que hemos fracasado con nuestros hijos es tan necesario como difícil Juzgarse con excesiva dureza es muy habitual entre las buenas personas. Por ello les cuesta tanto perdonarse a sí mismas, mientras que les resulta fácil perdonar a los demás. (información extraída de Las 3 claves de la felicidad : perdónate bien, quiérete mejor y coge las riendas de tu vida / Mº Jesús Álava Reyes, 2014)  

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¿Cómo se define un Trastorno de Personalidad?

Podríamos definir la personalidad como aquello que es único y singular de cada individuo, es decir, las características más o menos consistentes y duraderas en el tiempo que lo distinguen de los demás y que le llevan a relacionarse con el entorno. La forma de pensar, de sentir, de comportarse y de relacionarse nos ayuda a conocer a la persona en su totalidad e individualidad. ¿Cómo se define un Trastorno de Personalidad? El problema surge cuando estos patrones de funcionamiento más o menos consistentes y duraderos se tornan fijos, inflexibles, persistentes y desadaptativos, provocando sufrimiento a la persona, familiares y allegados. En este contexto estaríamos hablando de trastorno de personalidad. Es decir, ciertos rasgos, que se consideran propios de la personalidad de ciertos sujetos, resultan perjudiciales, interfiriendo en la vida de la persona, causando malestar personal y en su entorno. Estos patrones rígidos y desadaptativos aparecen en diferentes áreas de la vida de la persona: En el pensamiento, es decir, en la forma de percibir e interpretar las cosas, personas y situaciones. En el estado de ánimo, esto es, en la intensidad y adecuación de la afectividad y de su respuesta emocional. En el comportamiento, con posibilidades de tener reacciones hacia el entorno inadecuadas y exageradas. En las relaciones con los demás. Los trastornos de personalidad comienzan en la infancia tardía o en la adolescencia, si bien, en muchos casos, no se suelen detectar hasta el inicio de la edad adulta, cuando se considera que la personalidad ya está plenamente formada. Previamente, la persona pudo haber recibido otro/s diagnóstico/s o manifestar dificultades en distintos contextos. ¿Cuáles son los Trastornos de Personalidad? Los principales manuales diagnósticos de referencia para los profesionales de la salud mental, clasifican los trastornos de personalidad en tres grandes grupos, según sus similitudes. A continuación, repasamos las principales características de cada uno de ellos, según el manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, el DSM-5: GRUPO A El grupo A incluye los trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico de la personalidad. El trastorno paranoide de personalidad se caracteriza por la desconfianza y suspicacia intensa frente a los demás, interpretando sus motivos como malévolos. El trastorno de personalidad esquizoide se caracteriza por el distanciamiento de las relaciones sociales (no demuestra interés en mantener relaciones con otros, escasas relaciones íntimas, prefiere actividades en solitario, se muestra frío emocionalmente, entre otras) y restricción de la expresión de las emociones en situaciones interpersonales. El trastorno esquizotípico de personalidad se caracteriza por déficits sociales e interpersonales marcados por un malestar agudo y una capacidad reducida en las relaciones cercanas, así como la presencia de distorsiones cognoscitivas o perceptivas y excentricidades del comportamiento (ejemplo: creencias extrañas y/o extravagantes, pensamiento y discurso extraño, comportamiento peculiar, miedos paranoides, ansiedad excesiva). GRUPO B El grupo B se incluye el trastorno límite de personalidad, junto con el antisocial, límite, histriónico y narcisista de la personalidad. Estas personas suelen ser percibidas como dramáticos, emotivos o inestables, por su variabilidad emocional e imprevisibilidad. El trastorno antisocial de personalidad se describe como un patrón dominante de inatención y vulneración de los derechos de los demás. Ejemplos de comportamientos característicos: conductas agresivas, problemas legales por incumplir normales sociales, engaños y mentiras con el objetivo de sacar provecho, ausencia de remordimiento. El trastorno límite de personalidad se caracteriza por la inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la autoimagen y de los afectos (emociones), junto con una notable impulsividad. El trastorno histriónico de personalidad se caracteriza por la presencia de emotividad generalizada y excesiva y el comportamiento de búsqueda de atención. Su comportamiento se caracteriza por la teatralidad y seducción. El trastorno narcisista de personalidad se caracteriza por un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía. Pueden ser vistos como arrogantes, considerándose únicos y/o especiales, buscando destacar y la admiración de otros. GRUPO C El grupo C incluye los trastornos por evitación, por dependencia y obsesivo-compulsivo de la personalidad. Se caracterizan por su tendencia a la ansiedad, inhibición, temor. El trastorno de la personalidad evitativo se caracteriza por la inhibición social, sentimientos de incompetencia e hipersensibilidad a la evaluación negativa. Suelen ser tímidas, con miedo a la desaprobación de los demás, muy sensibles a la crítica ajena, sintiéndose inferiores o inadecuadas. El trastorno de la personalidad dependiente se caracteriza por una necesidad dominante y excesiva de que le cuiden, lo que conlleva un comportamiento sumiso y apegado a los demás, junto con miedo a la separación del otro. Existe una falta de confianza de sí mismo que predispone a una gran dependencia. El trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo se caracteriza por la preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control a expensas de la flexibilidad y la eficiencia. EL TRASTORNO LÍMITE DE PERSONALIDAD Haremos mención aparte al trastorno límite de personalidad (TLP), describiéndolo más detenidamente, al ser las personas con este diagnóstico las que contactan con mayor frecuencia con ASVATP. Específicamente el TLP es un síndrome complejo y heterogéneo caracterizado por la inestabilidad emocional y la impulsividad. Estas personas tienen una dificultad en su capacidad para regular sus emociones, siendo sus relaciones interpersonales inestables y problemáticas. Características del TLP Los manuales diagnósticos de referencia en salud mental, establecen unos criterios que describen comportamientos, sentimientos, problemas, que caracterizan el TLP.¡ Esfuerzos desesperados para evitar el desamparo real o imaginado. Son personas que la pasan muy mal estando solas, incluso pueden tener este sentimiento cuando están rodeada de otras personas. Pueden sentirse rechazados o ignorados muy fácilmente, reaccionando de una manera muy intensa y desproporcionada. Otro criterio es el de mantener un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas que se caracteriza por una alternancia entre los extremos de idealización y de devaluación. Esta dependencia hacia la otra persona y el miedo al abandono hace que sus relaciones sean caóticas. Por momentos pueden alternar entre “eres lo más importante para mí” y luego “eres lo peor que me ha pasado, no quiero volver a verte nunca más”. ¿Qué es lo que sucede? Debido a su gran sensibilidad, cualquier pequeño detalle puede desatar un sentimiento de traición o profundo dolor, alternando entre idealización y desvalorización. Alteración de la identidad: inestabilidad intensa y persistente de la autoimagen y del sentido del yo. Tienen

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¿Qué es el desdoblamiento de la personalidad?

El desdoblamiento de la personalidad no es exactamente una enfermedad, sino más bien el signo de varias enfermedades mentales, muy diferentes entre sí. Como su nombre indica, este fenómeno no concierne a la unidad de la personalidad. Es decir, a la consciencia – que se posee normalmente – de tener una individualidad propia única, insustituible. Con otras palabras, la suma de los diferentes factores que hacen que cada uno de nosotros pueda decir “Yo”, sin ambigüedad. La ruptura de esta unidad de la personalidad adopta un carácter diferente según las diversas enfermedades de que procede. Por ejemplo, en ciertos delirios llamados paranoides, el enfermo está convencido de que existen en él dos seres completamente diferentes, cada uno con su propia vida. Describe sus actos y sus pensamientos como si le fueran extraños, impuestos desde el exterior por algún otro. Del hecho, es otro “yo” que actúa y que aparece, en el curso del análisis hecho por el médico como la parte de su personalidad que normalmente está sumergida en el subconsciente. Estos delirios van a menudo acompañados de otras manifestaciones morbosas, que definen entonces una enfermedad llamada esquizofrenia. En otros enfermos, por el contrario se da una sucesión en el tiempo de dos personalidades diferentes. Es lo que ocurre, por ejemplo, en los “estadios segundos” de la epilepsia, de la histeria o en las psicosis maniaco-depresivas. Los histéricos son siempre los que presentan más a menudo este síntoma; muy útil para el psiquiatra porque le permite diagnosticar la afección de su paciente. La forma más frecuente de estos desdoblamientos sucesivos en el tiempo es el sonambulismo. El sujeto dormido se levanta y camina. Sin dudar, con la mirada fija, es insensible a lo que se interponga en su camino. Hace, sin embargo, ciertas cosas que le son habituales. Puede incluso hablar. Pero es excepcional que realice actos graves, como un homicidio. Pasado un cierto tiempo, el sonámbulo vuelve a acostarse y continúa su sueño. A la mañana siguiente no se acuerda de nada. Sin embargo, la realización de exploraciones médicas puede hacer resurgir en la memoria del enfermo alguno de los actos realizados en el trascurso de la crisis. Un estado muy próximo a este sonambulismo (generalmente histérico) se da en los sujetos hipnotizados. En este caso, el “dormido” no se encuentra sometido a su subconsciente, sino a una persona (el hipnotizador), ante la cual manifiesta una perfecta docilidad. Ejecuta las órdenes recibidas no solo durante su sueño, sino incluso después de despertar (y sin saber por qué). Así, por ejemplo, un sujeto hipnotizado a quien durante su sueño se le ha dicho: “Cuando despierte, usted irá a lavar el coche”, va efectivamente a lavarlo, movido por un irresistible impulso, en cuanto sale de su hipnosis Finalmente, ciertos desdoblamientos de la personalidad afectan la imagen del cuerpo se trata de la “autoscopia”: el enfermo experimenta la existencia de su propio cuerpo como si estuviera fuera de él, como si lo viera reflejado en un espejo. Este otro cuerpo puede ser completo o reducirse a una parte; así, el enfermo ve a veces en el exterior uno de sus órganos profundos: el cerebro, el corazón, por ejemplo. Pero, aunque de hecho a veces ocurre que el sujeto ve verdaderamente a su doble como si existiera, lo más frecuente es que el desdoblamiento se reduzca a una simple sensación: el enfermo tiene la impresión de tener otro yo a su lado, pero sabe que es él mismo, el que está ahí y no ningún otro. El desdoblamiento de la personalidad puede observarse, al margen de toda enfermedad mental en individuos sanos. Tales incidentes pueden, en efecto, producirse en estado de adormecimiento o en periodos de gran fatiga. También la tristeza, la idea de la muerte, parecen favorables a la eclosión de este trastorno. (Información extraída de El médico informa, 1973)

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