El síndrome de Burnout: ¿estrés o no?

Entre los expertos dedicados al estudio del estrés, se ha generado mucha discusión sobre la considerada inicialmente una forma particular de estrés, como el denominado síndrome de burnout, en el sentido de si debería ser considerado una mera etapa del estrés o si, en realidad, constituye un fenómeno distinto y con características especificas propias. Entre los que apoyan esta distinción, la principal diferencia que establecen entre estos dos constructos, el estrés y el burnout, es la de que este último siempre está asociado al trabajo, a una actividad laboral y que es una respuesta de estrés que se ha cronificado o una forma de sobrevivir a las condiciones laborales adversas por parte de la persona.

En este mismo sentido, diferentes estudios han encontrado otras características diferenciales entre el burnout y el estrés, como la de que el burnout no desaparece después del descanso, aunque éste sea prolongado, pues cuando la persona retorno al trabajo en poco tiempo, vuelven a aparecer todos los síntomas. Por otro lado el burnout también comporta una dimensión social o interrelacional, presente en la despersonalización, lo que no necesariamente ocurre en el estrés. En igual sentido, algunos científicos han encontrado también diferencias en los componentes fisiológicos de las respuestas implicadas en los procesos del estrés y del burnout.

La definición o descripción más utilizada del burnout fue formulada por Maslach y Jackson (1981) y en ella se sugería que este síndrome estaba compuesto por tres dimensiones independientes: un estado elevado de agotamiento emocional y de despersonalización acompañado de una disminuida realización personal en el trabajo.

  • El agotamiento emocional alude a la sensación de agotamiento, tanto físico como mental, al sentimiento de no disponer de energía para absolutamente nada, de haber llegado al límite de las posibilidades.
  • La deshumanización se manifiesta por un contacto frio e impersonal con los usuarios de sus servicios pudiendo pasar a adoptar actitudes de cinismo e ironía en la relación con las personas, al igual que una indiferencia sobre lo que puede llegar a ocurrir a los demás.
  • La falta de realización personal evidencia el sentimiento de insatisfacción con las actividades laborales que la persona viene realizando, el sentimiento de insuficiencia, de baja autoestima, de fracaso profesional o de desmotivación, relevando una baja eficacia en el trabajo.

Los desencadenantes del burnout pueden ser múltiples y de naturaleza muy variada, lo que imprime una mayor complejidad a este síndrome. Los factores más decisivos para su desarrollo son las características propias de la organización, seguidas por las del tipo de trabajo que se realiza. En este sentido, los cambios organizacionales, el clima laboral del entorno de trabajo, el equilibrio entre responsabilidad y autonomía, la carga laboral, la burocracia, la seguridad, las normas institucionales, la equidad o las posibilidades de promoción y de recompensas se encuentran entre las más citadas.

Entre las características del trabajo, por su parte, cabe resaltar los conflictos y/o ambigüedades de rol, la presión, el tipo y el tiempo de ejercicio de la profesión, el trabajo por turnos, la posible existencia de acoso laboral o la relación con los propios compañeros entre otras. Por otra parte, algunos factores o características personales pueden facilitar o retrasar el desarrollo del mismo síndrome. Entre estos factores cabe mencionar el idealismo basado en la disponibilidad de datos poco realistas sobre el tipo de trabajo, la motivación excesiva, un estilo atribuciones de control externo, las estrategias de afrontamiento empleadas, la existencia de un patrón de personalidad tipo A o la resiliencia entre otros.

Entre las consecuencias patológicas o síntomas asociados al burnout, éstos pueden ser fiscos, como las jaquecas, los trastornos del sueño, los dolores óseos o musculares, principalmente en el cuello o la nuca, una disminución de la respuesta inmunitaria, una fatiga constante, los posibles problemas cardiovasculares y/o gastrointestinales o las disfunciones sexuales. Los problemas psicológicos, por su parte, pueden consistir en una dificultad de concentración, alteraciones en la memoria, lenificación del pensamiento, una reducida autoestima, labilidad emocional, impaciencia, sentimiento de insuficiencia, paranoia y hasta depresión. En cuanto a las alteraciones comportamentales entre éstas se han identificado una incapacidad para relajarse, irritabilidad, aumento de la agresividad, negligencia o escrúpulos excesivos, reducción de la iniciativa, dificultad para la aceptación de cambios o conductas de alto riesgo que pueden llegar hasta el suicidio. Entre los síntomas defensivos, se han descrito los siguientes: la tendencia al aislamiento, la pérdida del interés por el trabajo o el absentismo laboral. Aunque todos estos síntomas pueden ser similares a los observados en el caso del estrés, pueden ir acompañados de otros como los defensivos de omnipotencia, ironía y cinismo, que son típicamente característicos del burnout.

Muchos de los estudios sobre el burnout se han centrado en la evolución del síndrome, existiendo un gran acuerdo entre los autores al describirlo según una secuencia de fases que empezaría por el cansancio emocional, elemento clave del burnout, que en su desarrollo y agravamiento generaría la deshumanización como defensa, llevando todo ello, finalmente, a la reducción de la realización en las actividades propias de su ocupación laboral.

En todo este proceso pueden intervenir otras variables que pueden modular el desarrollo del burnout, retardándolo, acelerándolo o manteniéndolo. En este sentido, cabe considerar el apoyo profesional que el trabajador pueda o no recibir, las habilidades sociales que ha desarrollado en su vida, el tipo de trato que tiene con los clientes y el estatus social que comporta su actividad.

El instrumento más utilizado  internacionalmente en las investigaciones realizadas sobre el burnout ha sido el MBI- Maslach Burnout Inventory, desarrollado por Maslach y Jackson (1986). En España, por su parte y solo por citar algunos ejemplos, se han desarrollado el CBB-Cuestionario Breve de burnout de Moreno-Jiménez, Bustos, Catalana y Miralles (1997); el CESQT-Cuestionario para la evaluación del síndrome de quemarse por el trabajo de Gil-Monte (2005) y el EPB- Efectos psíquicos del burnout de García (1995).

 

(Información extraída de Emociones positivas / coordinador, Enrique G. Fernández-Abascal Pirámide Madrid [2009])

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