¿Cuáles son las reacciones emocionales ante el cáncer?

Cuando una persona padece cáncer en cualquier fase de la enfermedad, sufre un fuerte impacto emocional, su funcionamiento social y laboral puede estar afectad y este malestar se extiende a su familia y amigos. El diagnostico inicial supone un shock, a muchas personas les cuesta creer que pueda ser verdad, se sienten incapaces de tomar decisiones y no saben muy bien qué hacer, surge el miedo y la resolución ante la posibilidad de una enfermedad larga, riesgo de muerte y ruptura de las metas vitales. Durante y después del cáncer es posible vivir con bienestar personal, familiar y laboral, si bien se requiere tiempo para habituarles y adaptarse a la nueva situación.

Cada persona responde ante el cáncer y sus tratamientos de un modo diferente, que puede ser variable, de forma que a veces el estado emocional cambia de día en día y de hora en hora. Las reacciones más frecuentes experimentadas por la persona afectada de cáncer son una combinación de las siguientes emociones que se describen a continuación.

Miedo

El cáncer es la enfermedad más temida, ello se debe a que en nuestro medio social se sostienen mitos que hacen que el cáncer sea sinónimo de muerte inevitable, dolor, incapacidad, desfiguración y sufrimiento ante el que nada se puede hacer. Estas creencias son absolutamente falsas, en la actualidad los tratamientos permiten la curación de la mitad de los pacientes, en otros casos se logra controlar la enfermedad como una condición crónica y siempre se puede disponer de cuidados efectivos para eliminar o paliar el dolor, los síntomas negativos y el sufrimiento o mejorar el bienestar durante la enfermedad. En todos los casos siempre hay algo que se puede hacer.

El cáncer suscita miedo pero ¿qué es lo que tiene usted? ¿Tiene miedo a morir? ¿Tiene miedo de sufrir? ¿Es el miedo de que no pueda cumplir sus objetivos vitales? ¿Tiene miedo por sus hijos? Identificar aquello que uno teme es el primer paso para poder hacerle frente. Puede preguntar y asesorarse. Compartir los sentimientos con los familiares, el equipo médico y el psicólogo constituyen una oportunidad para corregir concepciones erróneas y encontrar medios para superar los temores de una forma más eficaz. Hablar de lo que se tiene miedo, exponerse a ello directamente, es la mejor manera de superarlo. Si se siente con dificultades para hacerles frente debe consultar con el psicólogo.

Incertidumbre

El hecho de no estar seguro acerca de lo que puede suceder, en cuanto al pronóstico, los resultados de los tratamientos y posibles recaídas hace que muchas personas se sientan bajo la espada de Damocles. La preocupación y la rumiación acerca de posibles peligros elevan la ansiedad y puede perturbar la realización de las actividades domesticas, laborales, de ocio y la comunicación con los demás. Para hacer frente a la incertidumbre, en primer lugar se ha de reconocer cómo las dudas y la impredecibilidad producen malestar. A continuación, se han de comunicar las dudas, pedir información y contrastar pareceres con los profesionales sanitarios. Así como aceptar o reconocer que no se puede conseguir una seguridad plena, compartir estos sentimientos con los seres queridos y enfocarse a mantener las actividades valoradas que la persona estaría llevando a cabo si no estuviera pensando o dudando de forma continua.

Negación

Consiste en no reconocer la enfermedad, el alcance de su gravedad o las consecuencias negativas que pueda tener, debido a la aversión que suscita. Se caracteriza por no querer hablar de la enfermedad, su pronóstico, consecuencias o tratamientos, disminuir su importancia y delegar la responsabilidad en otros. Es una reacción normal a las malas noticias, la persona puede preferir ignorar, tratar de olvidar la situación y dejar que decidan otros si se siente abrumada por la información. Si es temporal y no interfiere con los tratamientos es una reacción adaptativa. Suele ser mucho más beneficioso ser consciente de los temores, expresarlo así a los profesionales sanitarios e ir asimilando la información acerca de cómo se está controlando la enfermedad y adquirir más confianza y seguridad como paso a una participación más activa en las decisiones.

Tristeza y sentimientos depresivos

Los pensamientos de victimización (qué desgraciado soy), de minusvaloración personal (me siento inútil) o sentimientos negativos acerca de uno mismo (me siento avergonzado de mi cuerpo), la focalización en las quejas acerca de las limitaciones o actividades que no pueden llevarse a cabo debido a la enfermedad o la renuncia  a proyectos deseados provocan estados de tristeza. La disminución de actividades sociales y laborales supone una pérdida de fuentes de gratificación y disminuye la autoestima.

Con el objeto de no abrumarse por estos sentimientos, en primer lugar hay que mantener el mayor número de actividades gratificantes y que le hagan a uno sentirse bien, para ello se deben planificar y programar adecuadamente, así como alejarse de aquello que nos resulte molesto y perturbador. En segundo lugar, es efectivo comunicar las emociones y buscar el apoyo de familiares y amigos. Asimismo, hay que aprender a detectar los patrones de pensamiento negativo y sustituirlo por otros positivos que orientan hacia lo que se puede hacer para conseguir un mayor bienestar.

Un 25% de los pacientes con cáncer puede desarrollar depresión. Conviene que usted se fije si ha sentido los siguientes síntomas:

  • Tristeza continua la mayor parte del día
  • Perdida de interés o placer en casi todas las actividades la mayor parte del tiempo
  • Perdida o ganancia de peso significativa
  • Enlentecimiento o inquietud y agitación casi todo el día
  • Fatiga o perdida de energía
  • Insomnio, despertarse muy temprano o dormir demasiado
  • Dificultades de atención, recuerdo o toma de decisiones
  • Sentimientos de culpa, minusvaloración personal o desesperanza
  • Pensamientos frecuentes de muerte o suicidio, planes o intentos de suicidio

Si cinco o más de estos síntomas le han sucedido casi diariamente durante las últimas dos semanas, y han sido lo suficientemente graves como para interferir con las actividades normales, entonces es necesario consultar con un psicólogo.

Rabia o ira

Una persona enferma con frecuencia se pregunta ¿Por qué me tiene que suceder esto a mí? Es injusto y siente rabia porque las cosas no hayan sucedido como uno hubiera preferido o merecido. La frustración y los altos nivel de ansiedad hacen que aumente la ansiedad de las reacciones incluso ante contrariedades ajenas a la enfermedad. En muchas ocasiones esta ira se dirige a los seres queridos, ya que las personas nos encontramos más seguros con ellos y sabemos que nos perdonarán.

Para manejar la ira, el primer paso es identificar nuestro enfado, y nuestras necesidades, ser consciente de que la ira a corto plazo proporciona un desahogo emocional y un medio de control, pero a medio y largo plazo nos aísla de los demás y nos hace sentir culpables. Es útil disminuir la ansiedad, porque tener los nervios a flor de piel facilita la ira, a través de la relajación y la respiración controlada. Es importante comunicar asertivamente las necesidades que queremos ver cumplidas. Asimismo, la ira a veces proporciona una sensación de control  de las situaciones pero el modo adecuado de lograr el control es mediante la información y la participación de las decisiones.

Pérdida de control y dependencia de los otros

El hecho de estar enfermo aconseja y en ocasiones obliga a delegar muchas responsabilidades y decisiones en otros. Si uno se siente abrumando por las amenazas puede llegar a considerar que no puede hacer nada y que todo depende de los demás. Las actividades cotidianas y el cuidado de uno mismo puede hacer preciso las ayudas de quienes nos rodean, de forma temporal o de modo más continuado. Lo mejor es aceptar esa ayuda. Todo ello no significa carencia de control respecto a las decisiones sobre el tratamiento y las referentes a la vida diaria. Conviene comunicar a los profesionales sanitarios, familiares y amigos el papel activo que queremos desempeñar, informar qué es lo que queremos y lo que no deseamos, incluso ponerlo por escrito. En ocasiones podemos llegar a pensar que no se puede controlar nada y que todo depende del azar. Esto no es verdad porque siempre hay algo que nosotros u otros pueden hacer para que nos sintamos mejor, conviene aceptar los hechos que no se pueden cambiar y seguir con nuestros proyectos vitales o actividades gratas.

Culpabilidad

Este sentimiento puede surgir al considerar si uno podría haber hecho algo para prevenir el cáncer o detectarlo antes. Los hechos del pasado no pueden cambiarse y es inútil centrarse en ellos, la enfermedad se puede producir por muchos factores impredecibles, nadie es culpable. Hay que centrarse en el aquí y en el ahora, y en como influir en la salud y en el bienestar en el presente. A veces, una persona puede sentirse culpable por estar preocupando o alterando la vida o ser una carga para su marido, hijos, hermanos. Compartir este sentimiento con los familiares es beneficioso para uno mismo y para ellos. En concreto se puede hacer explicito el tipo de ayuda que se desea. Si quiere que sus hijos estén centrados en sus estudios y trabajo, y le preocupa que la atención se dirija a usted y no a estas actividades, comuníqueselo.

Aislamiento

La preocupación por la enfermedad, el hecho de querer ocultarla a los seres queridos o el pensar que los demás no comprenden el estado en que uno se encuentra, le hacen a uno sentirse aislado o alejado de los demás. El hecho de hablar del tema puede hacer aflorar la tristeza, el miedo y el llanto, y por ello optar por la soledad. En este caso, las claves se encuentran en comunicarse con los familiares acerca de lo que se quiere hablar, elegir uno mismo el momento para hablar de los temas angustioso, instruir a los familiares y amigos para respetar el nivel de intimidad que prefiere la persona y los momentos en que prefiere estar solo.

Sentirse estigmatizado

Algunos viejos estigmas asociados a al cáncer todavía existen. Muchos compañeros de trabajo pueden dudar de que usted vuelva a trabajar, muchos de ellos pueden tener miedo de cometer errores cuando hablan con usted o que le puedan hacer daño al preguntarle algo. Incluso hay personas que pueden preguntar si el cáncer es contagioso. No tiene que dar más explicaciones de las que desee, hágales saber que aunque parezca o haya padecido cáncer, eso no es una barrera en la comunicación con ellos, en el trabajo o en otras actividades. Hable con las personas que usted aprecia, si necesita ayuda pídesela, si se le ofrece acéptala y dígale en qué pueden serle útil. Si le preguntan, pero no quieren hablar de esto con ellos, dígaselo directamente, usted no está para dar partes de su salud

Estados emocionales positivos

Muchas personas tras el cáncer han experimentado un sentimiento de fortaleza o capacidad para hacer frente a la enfermedad y mantener el bienestar propio y de su familia. Es lo que se llama resiliencia, es decir la capacidad de sobreponerse a la adversidad, recuperarse, salir fortalecido, con éxito y de desarrollarse personal, social y vocacionalmente, pese a estar expuesto a un estrés psicosocial grave como es el cáncer. La resiliencia depende de la capacidad propia para hacer frente a la situación, de los apoyos familiares y de las ayudas de los profesionales sanitarios y otras fuentes de ayuda que estén disponibles.

El cáncer hace que muchas personas adquieran una idea más clara de las prioridades vitales. Es decir, apreciar más cuales son las metas y actividades más valiosas, y cuales son secundarias. Padecer esta enfermedad puede conllevar un mayor aprecio del bienestar y de las personas a las que se quiere, e incluso un sentimiento de paz o comodidad interior.

 

 

(Información extraída de Tratamiento psicológico en pacientes con cáncer  / Cruzado Rodríguez, Juan Antonio, 2010)

 

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