Conocer el número de calorías que nos corresponden tampoco es demasiado útil, pues no podemos estar contando calorías cada tres horas todos los días del año, para saber si estamos ingiriendo el número correcto. La cifra cambiará según la época del año, según la etapa personal en que nos encontremos, según el metabolismo y en el que intervienen la función tiroidea y el sistema nervioso simpático entre otros factores neuroendocrinos; según el sexo, edad, constitución corporal, ocupación laboral que tengamos, tiempo dedicado a la realización de actividades deportivas y/o recreativas, etc.
Podemos deducir la complejidad que entraña intentar adaptar un menú con un número determinado de calorías para una persona en concreto y aunque en teoría una caloría es una caloría para toda el mundo, cuando el alimento entra en el sistema digestivo sufre tantas y tan complejas transformaciones físicas y químicas, sujetas a la acción de numerosas enzimas y hormonas, que las calorías de un determinado plato o alimento tienen diferentes comportamientos según las condiciones metabólicas que encuentren en el individuo receptor, según el nivel de procesado industrial del alimento y según la diferente proporción de principios inmediatos que en él se encuentren. Ha de tener en cuenta que el cálculo de las calorías de un alimento o plato concreto se puede efectuar de manera sencilla en un laboratorio con un calorímetro, pero este apartado no se parece en nada al complejo y largo tubo digestivo que poseemos los homo sapiens.
El mejor indicador de que el número de calorías que ingerimos cada día es el adecuado sería mantener un peso estable a lo largo del tiempo que nos permita hacer actividad física moderada o intensa sin cansarnos, se ajuste a las tablas del IMC y conserve los perímetros de cintura en las cifras recomendadas. En resumen, haya que adaptar nuestra ingesta a nuestro ritmo de vida para que el balance entre ingresos y pérdidas esté equilibrado; si nos movemos poco o nada, la ingesta tendrá que ser mucho menor que la de un día que hagamos deporte o una actividad física con intensidad moderada o alta durante un tiempo determinado. En realidad, los adultos deberíamos imitar, en el modo de comer, a los niños pequeños de 1 a 4 años, ya que su mecanismo de regulación de la ingesta suele obedecer, a pesar de los intentos de madres y abuelas demasiado entusiastas, a ritmos variables y poco previsibles, pero saludables y fisiológicos.
Lo que sucede es que los adultos no comemos según nuestras necesidades sino por costumbre, mediante hábitos sociales rígidos y prefijados. Como es Navidad, tenemos que preparar muchos platos y muy apetitosos; como mi equipo ha ganado la Liga, lo celebro con amigos, como me han ascendido, vuelvo a celebrarlo; como en el trabajo hay dos compañeros que se llaman Pedro y es el día de San Pedro, a media mañana traemos una bandeja llena de cruasanes y ensaimadas, etc.
El problema es que hemos arrastrado a la infancia, con toda la buena intención del mundo a nuestro absurdo mundo repleto de celebraciones de todo lo que se ponga por delante, con la consiguiente ingesta de alimentos lúdicos con alta densidad energética y bajísimo valor nutricional. También puede suceder que aunque nos esforcemos en programar eventos con comida saludable, el solo hecho de estar de fiesta nos hará comer bastante más de lo necesario, con lo que al final del día el balance energético de la jornada será demasiado positivo.
A título informativo el autor del libro nos expone unas formulas que existen para el cálculo teórico en adultos, que valora la actividad física por encima de otros factores y es la fórmula que calcula en adultos el número de calorías por días según la actividad:
Nº Calorías: peso (kg) x 2,2 x factor de movimiento (FM)
Valores de FM:
11(mujer)-12(hombre): persona sedentaria
13,5: ligeramente activa
15,5: moderadamente activa
17: bastante activa
19: trabajadores de la construcción, mineros, carpinteros, etc.
20 o más: deportistas de élite o aficionados muy entusiastas
Aunque es muy recomendable hacer ejercicio físico cada día durante 60 minutos al menos, si un día concreto no ha tenido tiempo, su ingesta tendrá que ser menos que la anunciada en todos los envases en los que reina una cifra redonda 2000 calorías, como necesariamente falsa para amplios sectores de la población: niños pequeños, mayores y adolescentes poco activos, mujeres y hombres de constitución ligera y personas mayores de 50-60 años…
La sociedad actual ha “heredado” como si fuera un título nobiliario que pasa de padres a hijos, el conocido dicho: más vale que sobre que no que falte y ya ven el resultado: tenemos población adulta con cifras elevadas de peso y la mayor frecuencia de problemas de salud que ello implica, como hipertensión arterial, diabetes, infartos, accidentes cardiovasculares, degeneración hepática, problemas osteomusculares y algunos tipos de cáncer.
Por lo que respecta a la población infantil, las cifras sobrepasan el 40% en algunos grupos de edad, sobre todo en comunidades localizadas en el sur y en las islas Canarias y la “culpa” es exclusivamente nuestra, de los adultos que deberíamos cuidar de ellos; de los adultos que diseña agresivas campañas de publicidad par a estimular el consumo de comida procesada y rica en azucares y grasas, de los adultos que miran hacia otro lado cuando están legislando en materia de etiquetado; de los adultos que no saben encontrar formulas para poner fruta y verdura a precio asequible al alcance de las clases desfavorecidas; de los adultos que no ponen tasas fiscales a la comida basura; de los adultos que programan anuncios de productos superfluos en horarios sensibles para la infancia, etc.
El verdadero problema al que nos enfrentamos es la malnutrición por exceso, no por defecto; es fácil encontrar en programas oficiales, publicaciones en revistas en estudios financiados total o parciamente por la industria alimentaria, advertencias sobre el peligro que supondría restringir la comida en la infancia o en los adultos. El tamaño de las raciones y de los platos ha aumentado en estas décadas, tanto de comida normal como de productos festivos, hecho reflejado en infinidad de estudios y que ha contribuido sin duda a generar y mantener la epidemia.
“Hágale a su hijo un regalo para toda la vida: permita que aprenda a comer según sus propias necesidades y no según una tabla de calorías”
(Información extraída de Tú eliges lo que comes cómo prevenir el sobrepeso y alimentarse bien en familia Carlos Casabona, 2016)
a, 2016)