violencia

¿Es verdad que la esquizofrenia puede causar violencia?

La esquizofrenia agresiva es una manifestación poco común y, en muchos casos, mal comprendida de la esquizofrenia. Este trastorno mental complejo y grave afecta a la percepción, los pensamientos y el comportamiento de la persona, lo que puede llevar a situaciones de agresividad en algunos casos. En este artículo, exploraremos qué es la esquizofrenia agresiva, sus características, posibles causas, y cómo se trata. ¿Qué es la esquizofrenia agresiva? La esquizofrenia es un trastorno psiquiátrico crónico que se caracteriza por la alteración de la percepción de la realidad, lo que lleva a alucinaciones, delirios, pensamiento desorganizado y alteraciones en el comportamiento. La esquizofrenia agresiva se refiere a una variante en la que las personas que padecen este trastorno muestran comportamientos violentos o agresivos. No todos los individuos con esquizofrenia son agresivos, pero en ciertos casos, las personas pueden experimentar episodios de ira, descontrol emocional o incluso agresión física, generalmente en respuesta a los síntomas de su enfermedad. ¿Por qué algunas personas con esquizofrenia muestran agresividad? La agresividad en la esquizofrenia puede surgir por diversas razones, algunas de las cuales incluyen: Delirios y paranoias: Las personas con esquizofrenia pueden tener delirios paranoides, creyendo que están siendo perseguidas o amenazadas. Esto puede llevar a respuestas defensivas que se manifiestan en agresividad. Alucinaciones auditivas: Las alucinaciones de voces, que son comunes en la esquizofrenia, a veces ordenan a las personas a hacer daño a otros o a defenderse. Esto puede aumentar el riesgo de conductas violentas. Falta de control emocional: Los individuos con esquizofrenia pueden tener dificultades para regular sus emociones, lo que puede llevar a una sobrecarga emocional y estallidos de ira. Efectos secundarios de los medicamentos: En algunos casos, ciertos medicamentos utilizados para tratar la esquizofrenia pueden tener efectos secundarios que afectan el comportamiento de los pacientes. Estrés y frustración: La incapacidad para comprender o comunicarse adecuadamente, junto con la estigmatización y el aislamiento social, puede generar frustración, lo que aumenta la probabilidad de comportamientos agresivos. ¿Cómo se diagnostica? El diagnóstico de la esquizofrenia, incluida su forma agresiva, se basa en una evaluación psiquiátrica exhaustiva. Los profesionales de salud mental realizan entrevistas clínicas y utilizan criterios diagnósticos establecidos, como los del DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales). La presencia de síntomas psicóticos, como alucinaciones, delirios y desorganización del pensamiento, es fundamental para el diagnóstico de la esquizofrenia. En el caso de la agresividad, se evalúa el contexto y la intensidad de estos comportamientos. Tratamiento de la esquizofrenia agresiva El tratamiento de la esquizofrenia agresiva debe ser integral y personalizado. Los principales enfoques incluyen: Medicamentos antipsicóticos: Son la base del tratamiento farmacológico para la esquizofrenia. Los antipsicóticos pueden ayudar a controlar los síntomas psicóticos y, por lo tanto, reducir la agresividad. Los médicos ajustarán la medicación según las necesidades del paciente. Terapia psicológica y psicosocial: La psicoterapia, en especial la terapia cognitivo-conductual (TCC), puede ayudar a las personas a manejar sus pensamientos y emociones, y mejorar sus habilidades para resolver problemas. La rehabilitación psicosocial también puede ser útil para promover la integración social y laboral. Control de factores desencadenantes: Identificar y minimizar los factores estresantes o desencadenantes que podrían generar agresividad es clave para el tratamiento. Esto incluye el manejo del entorno social y familiar. Apoyo familiar y social: La familia juega un papel crucial en el apoyo emocional y el tratamiento de las personas con esquizofrenia. El trabajo conjunto con los cuidadores puede reducir los episodios de agresividad y mejorar la calidad de vida del paciente. Hospitalización: En casos graves, donde la agresividad es peligrosa, se puede necesitar la hospitalización temporal para garantizar la seguridad del paciente y de las personas a su alrededor mientras se estabiliza el tratamiento. Prevención de la agresividad La prevención de la agresividad en personas con esquizofrenia puede lograrse con un manejo adecuado de la enfermedad desde etapas tempranas. Esto implica el diagnóstico precoz, el seguimiento médico regular, el apoyo psicosocial y la educación sobre el trastorno tanto para los pacientes como para sus familias. Conclusión Aunque la esquizofrenia agresiva es una forma extrema y poco común de este trastorno, su presencia puede ser devastadora tanto para el paciente como para su entorno. Con un tratamiento adecuado y el apoyo necesario, es posible controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas que viven con esquizofrenia. Es importante promover la comprensión y reducir el estigma asociado a este trastorno, para que los pacientes reciban el apoyo que necesitan sin ser criminalizados por síntomas que están fuera de su control.  

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¿Cuáles son los diferentes tipos de violencia y cómo se relacionan entre sí?

Es necesario establecer una tipología que caracterice, de forma cuantitativa, las diferentes clases de violencia, así como las relaciones entre ellas. La investigación científica ha dado lugar a pocas tipologías generales, habiéndose centrado la mayoría de ellas en una parte del fenómeno, como, por ejemplo, en el tipo de acto violento, el tipo de víctima o en combinaciones especificas. En cualquier caso, una tipología integradora tendría que estar basada en diferentes criterios que cubran el espectro completo. Existen varias posibilidades algunas de las cuales pueden estar basadas en: Las características del acto violento Quién es el individuo violento La motivación que guía al individuo a realizar el acto violento Las características de la víctima. Aunque se pueden llevar a cabo combinaciones de todos ellos. Sin embargo, cuanto más especifica es la clasificación, mayor es la probabilidad de hacer un diagnóstico más preciso de cada uno de los tipos de violencia: En función de las características del acto violento se puede diferenciar entre violencia física, sexual, psicológica y negligencia-omisión. Esta clasificación es bastante objetiva y la información sobre cada subtipo de violencia puede ser completada con la frecuencia, intensidad y duración con que se lleve a cabo. La negligencia-omisión ha sido incorporada y se caracteriza por no llevar a cabo conductas necesarias para el bienestar de otro individuo. Dependiendo de quién comete el acto violento, la violencia puede ser clasificada en: Violencia dirigida hacia uno mismo en la cual el individuo lleva a cabo actos que atentan contra sí mismo, como, por ejemplo, las autolesiones o la conducta suicida Violencia interpersonal, en la que el acto violento es infringido por otro individuo o por un grupo reducido de individuos, como es el caso del abuso infantil, el maltrato de la pareja o la violación Violencia colectiva, que, generalmente es llevada a cabo por grupos más grandes como los estados, grupos con una organización política u organizaciones no institucionalizadas, como, por ejemplo, las guerras o el terrorismo. Por otro lado, también se puede utilizar como criterio la edad o el género del perpetrador de la violencia. En función de la edad, se diferencia entre violencia infantil, juvenil y adulta, mientras que en función del género se puede distinguir entre violencia masculina o femenina. Centrándose en el objetivo principal y el control consciente de la conducta que lleva a cabo el perpetrador del acto violento, una clasificación propuesta por Barrat diferencia entre Violencia impulsiva Violencia premeditada Violencia relacionada con alteraciones médicas, lo que implica una patología La dicotomía entre violencia impulsiva y premeditada se considera como el constructo más útil, si bien se han planteado algunas controversias. La diferencia entre estos dos subtipos de violencia está basada en tres aspectos: El objetivo principal La presencia de ira-hostilidad El grado de planificación implicado La violencia impulsiva es llevada a cabo con el deseo de dañar a otro individuo, siendo considerada como reactiva, y caracterizándose por ir acompañada de un estado de ánimo agitado o irritado y una pérdida del control sobre la propia conducta. Este tipo de violencia está determinada por altos niveles de activación del SNA y por una respuesta ante la provocación que va asociada a emociones negativas como la ira o el miedo. Ante la presencia de una amenaza de peligro inminente, este tipo de violencia puede ser considerada como una respuesta defensiva, que forma parte del repertorio adaptativo de la conducta humana. Por el contrario, esta violencia se convierte en patológica cuando las respuestas agresivas con exageradas en relación al estimulo que ha provocado la reacción emocional. Sin embargo, los límites entre la agresión patológica y otra forma “normales” de agresión no son claros en muchas ocasiones, por lo que individuos con agresión patológica pueden vivir o racionalizar su agresión dentro de los límites normales de la agresión defensiva o protectora. Por otra parte, la violencia premeditada está motivada por objetivos que van más allá de hacer daño a otro individuo (por ejemplo, conseguir dinero), no está relacionada con un estado de agitación ni va precedida por una potente reacción afectiva, siendo llevada a cabo con una baja activación del SNA y un alto grado de consciencia y planificación. Representa una conducta planificada que no va asociada a la frustración o a una respuesta inmediata a la amenaza. Los trastornos mentales como el trastorno explosivo intermitente, el trastorno por estrés postraumático, la agresión irritable y la depresión relacionada con la agresión, están asociados a una activación incrementada del SNA que puede contribuir a una violencia de tipo impulsivo. Por el contrario, los individuos diagnosticados de trastorno de conducta o trastorno de personalidad antisocial muestran baja responsibidad del SNA que puede llevar a una violencia premeditada, incrementada a través de una amortiguación de las respuestas emocionales habituales, de tal manera que las respuestas agresivas exageradas pueden aparecer tanto en estados de alta como de baja activación y estar influidas por diferentes sistemas bioquímicos y anatómicos. Por último, la violencia relacionada con las alteraciones médicas se caracteriza por ser un síntoma secundario a una condición médica, que incluye alteraciones psiquiátricas y neurológicas entre otras. Además, se pueden producir algunas combinaciones de estas tres categorías ya que la violencia impulsiva se asocia a los trastornos de personalidad, mientras que la violencia premeditada ha sido asociada a la psicopatía. Finalmente basándose en la características de la víctima, se pueden utilizar dos criterios: Cuando la víctima guarda alguna relación con el perpetrador Cuando la víctima se clasifica en función de algunas características propias como la edad o el genero En el primer caso, se puede diferenciar entre Violencia llevada a cabo por uno mismo Por un familiar (maltrato infantil o de la pareja) Por alguien de la comunidad que no pertenece al entorno familiar Considerando la edad de la víctima, se puede diferenciar entre: niños, jóvenes, adultos y mayores.   (Información extraída de Neurocriminología: psicobiología de la violencia / editor y coordinador, Luis Moya Albiol; [autores, María Consuelo Bernal Santacreu… et al.], 2015)

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¿Cómo tratar a una persona con trastorno explosivo intermitente?

Los arrebatos agresivos impulsivos (o basados en la ira) del trastorno explosivo intermitente presentan un inicio rápido y típicamente un escaso o nulo período prodrómico. Los arrebatos suelen durar menos de 30 minutos y se producen frecuentemente como respuesta a una pequeña provocación por parte de un amigo íntimo o una persona cercana. Los individuos con trastorno explosivo intermitente a menudo presentan episodios menos graves de agresión verbal o física que no provocan daños, destrucción ni prejuicios (Criterio A1) entre los episodios disruptivos/agresivos más graves (Criterio A2). El criterio A1 define que los arrebatos agresivos frecuentes (es decir, dos veces por semana, de media en un periodo de 3 meses) están caracterizados por berrinches, diatribas, disputas verbales o peleas, o agresiones sin dañar bienes ni herir a animales u otros individuos. El criterio A2 define que los arrebatos agresivos impulsivos poco frecuentes se caracterizan por dañar o destruir objetos a pesar de su valor tangible o por agredir/golpear o realizar cualquier acción que cause daño físico a un animal o a otro individuo. Pese a la naturaleza de los arrebatos agresivos impulsivos, la característica principal del trastorno explosivo intermitente es la falta de control del comportamiento agresivo impulsivo en respuesta a una provocación experimentada subjetivamente que no produciría normalmente un arrebato agresivo (Criterio B). Los arrebatos agresivos son generalmente impulsivos o basados en la ira, más que premeditados o instrumentales (Criterio C), y se asocian con un significativo malestar o deterioro en el funcionamiento psicosocial (Criterio D). El diagnóstico de trastorno explosivo intermitente no debería darse en individuos más jóvenes de 6 años o de un nivel de desarrollo equivalente (Criterio E), ni en individuos cuyos arrebatos de agresividad se expliquen mejor por otros trastornos mentales (Criterio F). El diagnóstico de trastorno explosivo intermitente no debería realizarse en los individuos con trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo ni en aquellas personas cuyos arrebatos de agresividad impulsivos sean atribuibles a otras afecciones médicas o a los efectos fisiológicos de una sustancia (Criterio F). Además, los niños de edades comprendidas entre los 6 y 18 años no deberían recibir este diagnóstico cuando los arrebatos de agresividad impulsiva se producen en el contexto de un trastorno de adaptación (Criterio F). Características asociadas que apoyan el diagnóstico Los trastornos del estado de ánimo (unipolares), los trastornos de ansiedad y los trastornos por consumo de sustancias se asocian con el trastorno explosivo intermitente a pesar de que el inicio de dichos trastornos es típicamente más tardío que el del trastorno explosivo intermitente. Prevalencia Los datos de prevalencia-año del trastorno explosivo intermitente en Estados Unidos son de aproximadamente del 2,7% (definición restrictiva). El trastorno explosivo intermitente es más prevalente en las personas más jóvenes (p.ej., menores de 35-40 años) que en los individuos de más edad (mayores de 50 años) y en los individuos con estudios de secundaria o inferiores. Desarrollo y curso El inicio del comportamiento agresivo impulsivo, problemático y recurrente es más frecuente en la infancia tardía o la adolescencia y raramente se da por primera vez después de los 40 años. Las principales características del trastorno explosivo intermitente son típicamente persistentes y continúan durante muchos años. El curso del trastorno puede ser episódico, con períodos recurrentes de arrebatos agresivos impulsivos. El trastorno explosivo intermitente parece seguir un curso crónico y persistente durante muchos años. También parece ser bastante frecuente más allá de la presencia o ausencia del trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) o de los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta. Factores de riesgo y pronóstico Ambientales. Los individuos con antecedentes de trauma emocional y físico durante las dos primeras décadas de vida tienen un mayor riesgo de presentar el trastorno explosivo intermitente. Genéticos y fisiológicos. Los familiares de primer grado de los individuos con trastorno explosivo intermitente tienen un mayor riesgo de presentar dicho trastorno explosivo intermitente y los estudios de gemelos han demostrado una influencia genética sustancial en la agresión impulsiva. Existen estudios que proporcionan apoyo neurobiológico a la presencia de anormalidades serotoninérgicas, globalmente y a nivel cerebral, específicamente en áreas del sistema límbico y el córtex orbitofrontal de los individuos con trastorno explosivo intermitente. La respuesta de la amígdala a los estímulos visuales de la ira durante la resonancia magnética funcional es mayor en los individuos con trastorno explosivo intermitente que en las personas sanas. Aspectos diagnósticos relacionados con la cultura La menor prevalencia del trastorno explosivo intermitente en algunas regiones (Asia, Oriente Medio) o países (Rumanía, Nigeria), en comparación con Estados Unidos, sugiere que o no se ha obtenido la información pertinente sobre los comportamientos agresivos impulsivos, problemáticos y recurrentes al preguntar por ellos, o que es menos probable su presencia debido a factores culturales. Aspectos diagnósticos relacionados con el género En algunos estudios, la prevalencia del trastorno explosivo intermitente es mayor en los hombres que en las mujeres (odds ratio = 1,4-2,3); otros estudios no han encontrado diferencias de género. Consecuencias funcionales del trastorno explosivo intermitente A menudo se producen problemas sociales (ej. pérdida de amigos y familiares, inestabilidad matrimonial), laborales (ej. degradación de categoría laboral, pérdida del empleo), económicos (ej. debido al valor de los objetos destruidos) y legales (ej. acciones civiles como resultado del comportamiento agresivo contra personas o propiedades; cargos penales por agresión) a consecuencia del trastorno explosivo intermitente. Diagnóstico diferencial No debería realizarse el diagnóstico del trastorno explosivo intermitente cuando los criterios A1 y A2 se cumplen solamente durante un episodio de otro trastorno mental (ej. trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, trastorno psicótico), ni cuando los arrebatos impulsivos son atribuibles a otras afecciones médicas o a los efectos fisiológicos de una sustancia o medicación. Este diagnóstico tampoco debería realizarse particularmente en los niños y adolescentes en edades comprendidas entre los 6-18 años cuando los arrebatos agresivos impulsivos se producen en el contexto de un trastorno de adaptación. Otros ejemplos en los que los arrebatos agresivos impulsivos, problemáticos y recurrentes pueden o no diagnosticarse como trastorno explosivo intermitente son los siguientes: Trastorno de desregulación disruptiva del

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