trastornos psicosomáticos

¿De dónde vienen las enfermedades psicosomáticas?

La palabra psicosomático tiene su origen en dos vocablos griegos que significan mente, psyckhé y cuerpo soma y fue utilizada por primera vez en 1818 por un psiquiatra alemán en un debate acerca de las causas que provocan el insomnio. Enfermedades y trastornos como el asma y la trombosis coronaria recibieron, unos años después, el nombre de psicosomáticos, ya que se pensaba que su origen residía en las alteraciones mentales de quienes la padecían. En la actualidad, con este término se designan aquellas enfermedades en las cuales los factores emocionales y físicos están relacionados de forma íntima. Esto significa que el estado de la mente que sufre cambios o trastornos emocionales afecta al organismo, originando una enfermedad física real y por tanto, manifestando síntomas y dolor también reales. Dentro de estas enfermedades se puede mencionar cefaleas, ciertas alteraciones gastrointestinales, como la úlcera o el colon irritable, el asma y muchas dolencias de la piel, como los eccemas. Incluso los accidentes, por ejemplo, los del hogar o los de tráfico, los sufren con mayor frecuencia aquellas personas que están bajo los efectos un fuerte estrés o de una fuerte alteración emocional. Las alteraciones orgánicas y psíquicas están interconectadas y así como las tensiones emocionales pueden manifestarse a través de síntomas orgánicos, del mismo modo las enfermedades físicas pueden originar trastornos psicológicos. Muchas personas sufren una depresión después de una gripe o una hepatitis e incluso enfermedades como la anemia o los trastornos glandulares pueden llevar a los pacientes a padecer alteraciones psíquicas. Influencia de la mente sobre el cuerpo Se considera que entre la mitad y los dos tercios de todos los enfermos que acuden a una consulta de medicina general sufren estrés o trastornos emocionales. En los últimos tiempos se ha comprobado que, en aquellas zonas donde existe un alto porcentaje de desempleo, el número de enfermedades de origen psicosomático también es más elevado. El cuerpo humano produce ciertas hormonas, en situaciones de ansiedad  o miedo, que actúan sobre el sistema nervioso central, que es el que rige un gran número de sensaciones y funciones, como el sueño, la actividad sexual, el movimiento muscular, el hambre, la sed, la memoria y las emociones. De esta forma, el organismo está preparado para reaccionar ante una situación de emergencia externa, estimulando los sistemas cardiovascular y respiratorio que trabajan a mayor velocidad. Al mismo  tiempo, el sistema gastrointestinal trabaja más lento, para poder facilitar un mayor aporte de sangre al cerebro y a los músculos. También se estimulan ciertas glándulas para obtener la energía adicional que podría necesitarse con la movilización de los hidratos de carbono para su uso inmediato. Por lo general, este estado solo se prolonga mientras dura la emergencia o la sensación de miedo; sin embargo, cuando la tensión emocional se prolonga causa la activación permanente de estos mecanismos y los cambios fisiológicos persisten. Todo ello puede llevar a sufrir cambios orgánicos que se convierten en patológicos. Como ejemplo de todo lo expuesto con anterioridad se puede mencionar el cambio que sufre la presión arterial; así, cuando un animal, incluyendo al hombre, se prepara para enfrentarse a una situación de emergencia se produce un aumento del esfuerzo circulatorio: el corazón late más rápido y más fuerte y la presión arterial se eleva, cambios que se prolongan hasta que se supera el estado que los ha causado. No obstante, si la presión arterial se eleva de manera repetida o continua, como respuesta al estrés emocional sostenido e ininterrumpido, puede que se produzcan cambios secundarios en los vasos sanguíneos, en los riñones y en el cerebro, que causarán un daño permanente en estos órganos. Existen estudios en los que se ha comprobado que en el 97% de los pacientes con hipertensión arterial, el origen de este trastorno es la incapacidad para dominar sus emociones. Además de la ansiedad, otras sensaciones emocionales como el miedo, la frustración, los sentimientos de culpabilidad o el estrés suelen causar alteraciones orgánicas. Por otro lado, conviene recordar que ciertos trastornos psicosomáticos tienen un origen genético. Ya que hay familias con tendencia a contraer dolencias como el asma, el colon irritable, la migraña o enfermedades de la piel. Diagnóstico y tratamiento Según la estadísticas, una elevada proporción de los pacientes (superior al 50%) que acuden a una consulta médica presentan problemas emocionales, que algunos somatizan manifestándolos como enfermedades clínicas o síntomas. Cuando una persona consulta a su médico acerca de cualquier síntoma o enfermedad, es importante que haga referencia a los cambios, contratiempos, emociones fuertes o problemas experimentados en el pasado reciente. Para establecer un diagnóstico, el médico habrá de considerar tanto los problemas de tipo emocional como los resultados de los exámenes físicos. El tratamiento a seguir estará destinado tanto a disminuir la incidencia del factor emocional como a aliviar las alteraciones orgánicas, por lo que en algunos casos puede ser necesaria la combinación de un tratamiento farmacológico con la asistencia a unas sesiones de psicoterapia para poder superar ciertas enfermedades. Se pueden reducir los sentimientos de tensión percibidos por el paciente mediante una reeducación emocional, que puede llevarse a cabo en forma conjunta por el paciente, el médico de cabecera y un psicoterapeuta. Los ejercicios de relajación y algunos cambios en la rutina diaria pueden resultar de gran utilidad en el tratamiento de enfermedades vasculares de origen psicosomático, como la presión sanguínea alta o hipertensión, que empeora con el estrés; del mismo modo, las personas que sufren cefalea tensional pueden prevenir los ataques haciendo un esfuerzo consciente para relajarse Ejercicios de respiración Es importante respirar hondo para evitar las tensiones. Para adquirir este hábito hay que acostarse o sentarse en una posición cómoda y respirar profunda y lentamente, contando y midiendo las inspiraciones hasta efectuar la mitad de las usuales en el plazo de un minuto. Se puede prolongar esta actividad rítmica durante cinco minutos, aunque si la persona se siente mareada es conveniente que la abandone. Este ejercicio debe realizarse dos veces al día, pero si se percibe que aumenta la tensión, se ha

¿De dónde vienen las enfermedades psicosomáticas? Leer más »

¿Cómo Se Manifiesta el Trastorno Somatomorfe en los Pacientes?

Estos trastornos cuya característica fundamental consiste en síntomas físicos que sugieren enfermedad orgánica, sin que haya datos demostrables de daño orgánico o mecanismos fisiológicos conocidos y donde hay una fuerte presunción o evidencia de que tras los síntomas subyacen factores psicológicos, suponen una importante fuente de pacientes y frustración al médico general, internistas y cirujanos; ello es debido a varias circunstancias: cronicidad de la sintomatología, escaso beneficio de los tratamientos, actitudes dependientes voluntaristas, querulantes, retadoras de los pacientes, siempre dispuestos a explicar, una y otra vez, con prolijidad su sintomatología. A ello se una la rotunda negativa a aceptar las raíces psicológicas de sus molestias. Por ello, estos pacientes son candidatos a la iatrogenia de los procedimientos médicos y quirúrgicos, lo que, a la larga, no hace sino agravar la situación clínica del paciente. No infrecuentemente, se trata de pacientes que, desilusionados y hostiles frente a esa iatrogenia, adoptan una actitud querulante mediante denuncias o procedimientos similares (situación especialmente frecuente para los cirujanos plásticos y maxilofaciales con las dismorfofobias). Al contrario que en los trastornos facticios (auto provocación de síntomas o signos clínicos, fiebre, ictericia, hipoglucemias, etc.) en búsqueda de una relación con el médico y, al contrario de la simulación, donde la finalidad consciente es un beneficio (cambio de estado, dinero, etc.) en los trastornos somatoformes los pacientes no tienen la sensación de controlar o producir sus síntomas. Los distintos subtipos de trastorno somatoforme son: trastorno conversivo, dolor psicógeno, hipocondriasis, trastorno dismórfico, trastorno somatoforme indiferenciado.  Todos estos trastornos psiquiátricos graves y frecuentemente requieren tratamiento especializado y coordinado o dirigido personalmente por un psiquiatra. La derivación de tales pacientes es completa y con frecuencia infructuosa. El paciente lo puede vivir como una agresión o abandono por parte del clínico o bien como una señal de su incompetencia, lo que, con frecuencia, los lleva a un cambio de consulta, siendo al final politratado o polioperado con los riesgos que eso conlleva.  La detención precoz de estos pacientes y una coordinación clínico psiquiátrica es necesaria antes de la derivación. Con frecuencia, el asesoramiento familiar, dentro de las posibilidades que la profesión permite y el paciente consciente, es útil, ya que éstos, a veces aturdidos y angustiados por los síntomas de su pariente, pueden potenciar aún más la actitud de búsqueda de otros profesionales. Trastorno somatoforme Lo más característico es la presencia de quejas somáticas múltiples en cualquier parte del cuerpo, como cefaleas, náuseas y vómitos, dolores abdominales, dificultades intestinales, fatiga, etc. Las quejas son crónicas y fluctuantes en intensidad y normalmente comienzan en la segunda década de la vida. El trastorno es más frecuente en mujeres. Las quejas son presentadas de forma imprecisa, dramática o exagerada. Es necesario buscar antecedentes de contactos con diversos médicos, a menudo con procedimientos diagnósticos y/o quirúrgicos innecesarios. A menudo, es posible la asociación con un trastorno afectivo y/o por ansiedad crónica. Asimismo, con dificultades en las relaciones interpersonales y de pareja (suelen asociar dispareunia, frigidez y dismenorrea). Típicamente son personalidades con rasgos histriónicos (Seductor-dependiente-manipulativo-emocional). El curso del trastorno es fluctuante hacia la cronicidad, siendo el pronóstico, en general, pobre. El tratamiento puede incluir a un médico internista y a un psiquiatra. El primero realizará, periódicamente diagnósticos diferenciales de la sintomatología dolorosa, que procuren una disminución de la angustia del paciente, sus familiares y el propio psiquiatra. El segundo, se proveerá de asesoramiento familiar (que evite la búsqueda de otros recursos sanitarios). Debe proporcionar también el apoyo y la progresiva comprensión de la sintomatología al paciente. Parece útil el uso concomitante de medicación psicótropa, haya o no sintomatología efectiva. Una combinación de amitriptilina (100-150 mg/día) con levopromacina (10-45 mg/día) ha resultado eficaz. No se debe olvidar el estudio del uso de medicación analgésica por parte del paciente y proceder a su desintoxicación en casos de que ésta sea necesaria. Trastorno conversivo El cuadro fundamental consiste en la pérdida o alteración de funciones que afectan, generalmente al sistema sensorio-motor. En ellos, a pesar del uso de cualquier sistema diagnostico conocido, no se aprecian datos patológicos subyacentes. Los síntomas a menudo son y simbolizan el producto de un conflicto psicológico no consciente para el individuo. La sintomatología del trastorno conversivo puede cambiar de un episodio a otro. La aparición de la clínica suele ser brusca y desencadenada a partir de un estrés psicológico. El síntoma permite al paciente mantener su conflicto oculto para él (beneficio primario), no enfrentarse con el agente estresor (beneficio secundario) y una relación estrecha con un clínico (beneficio terciario). Trastorno típicamente descrito en personalidades dependientes e histriónicas, siendo susceptible su aparición en cualquier otro tipo de personalidad en función del grado de intensidad de la angustia. La sintomatología motora más frecuente son los movimientos anormales en todas sus formas: movimientos groseros y rítmicos de la cabeza, brazos o piernas, movimientos convulsivos, astaxiabasia. La sintomatología sensorial más habitual es la anestesia asociada a la parálisis de un miembro o del hemicuerpo, siguiendo una distribución casual, no metamérica. Dentro de los órganos de los sentidos, la ceguera, total o parcial, uni o bilateral es la más habitual. Peculiar dentro de ésta es la visión tubular, en la que el campo de visión tubular, en la que el campo de visión queda limitado a un punto central de diámetro variado. La sintomatología dolorosa, en sus manifestaciones más diversas, tienden hoy en día a diagnosticarse de forma separada (como trastorno somatofore, dolor psicógeno, etc.), si bien, el mecanismo subyacente es, en la mayor parte de los casos, similar. El curso y pronóstico de la enfermedad es tan imprevisible como la sintomatología y no está sujeta a ningún patrón. Las variaciones de la misma irán en relación con el mantenimiento de los beneficios primario y secundario. En general, el pronóstico es mejor cuanto más agudo e importante ha sido la situación estresante que lo ha precipitado. Por ejemplo, tiene mejor pronóstico la parálisis de la mano derecha en tiempo de guerra en un soldado que debe ir al frente, que la misma situación de dicho sujeto en tiempo de

¿Cómo Se Manifiesta el Trastorno Somatomorfe en los Pacientes? Leer más »