Miedo

¿Sabías que tu cerebro cambia cuando apagas la luz?

Las alucinaciones al cerrar los ojos, aunque no son un tema comúnmente tratado, pueden ser una experiencia desconcertante para quienes las padecen. En este artículo, exploraremos qué son las alucinaciones visuales, las razones por las cuales pueden ocurrir al cerrar los ojos, y cómo abordarlas desde una perspectiva de salud mental. ¿Qué son las alucinaciones visuales? Las alucinaciones visuales se refieren a la percepción de imágenes, figuras o escenas que no existen en la realidad. Pueden ser vistas en cualquier momento, incluso cuando los ojos están cerrados o cuando no hay estímulos visuales en el entorno. Las alucinaciones visuales pueden ser simples (como luces brillantes o manchas de colores) o complejas (como personas, animales o escenas completas). ¿Por qué ocurren al cerrar los ojos? Existen diversas razones por las que una persona puede experimentar alucinaciones visuales al cerrar los ojos. Algunas de las más comunes incluyen: Falta de estímulos visuales: Cuando cerramos los ojos, el cerebro deja de recibir información visual del mundo exterior. Esta falta de estímulos puede hacer que el cerebro genere imágenes por sí mismo, lo que puede resultar en alucinaciones. Es un fenómeno conocido como «fósfenos», que son esas manchas de colores o luces que vemos cuando los ojos están cerrados. Estrés y ansiedad: El estrés extremo o la ansiedad pueden alterar el funcionamiento del cerebro y dar lugar a experiencias visuales extrañas. La tensión emocional puede desencadenar alucinaciones, incluso cuando se está en reposo y con los ojos cerrados. Privación del sueño: La falta de sueño o los trastornos del sueño, como el insomnio, pueden provocar alucinaciones visuales. Cuando no se duerme lo suficiente, el cerebro puede comenzar a interpretar erróneamente las señales sensoriales, lo que da lugar a alucinaciones. Condiciones neurológicas y psiquiátricas: Algunas enfermedades neurológicas, como la epilepsia o la migraña, pueden provocar alucinaciones visuales. También hay trastornos psiquiátricos, como la esquizofrenia, que pueden dar lugar a alucinaciones, ya sea cuando los ojos están abiertos o cerrados. Uso de sustancias: El consumo de sustancias psicoactivas, como alucinógenos, o el abuso de alcohol y drogas puede alterar la percepción visual y generar alucinaciones, incluso al cerrar los ojos. ¿Son las alucinaciones al cerrar los ojos peligrosas? En la mayoría de los casos, las alucinaciones visuales al cerrar los ojos no son peligrosas y no indican necesariamente un trastorno grave. Sin embargo, si las alucinaciones son recurrentes o interfieren con la vida diaria, es importante buscar ayuda profesional. La evaluación de un médico o un especialista en salud mental es crucial para determinar la causa subyacente y recibir el tratamiento adecuado. ¿Qué hacer si experimentas alucinaciones al cerrar los ojos? Si experimentas alucinaciones visuales al cerrar los ojos, aquí hay algunos pasos que puedes tomar: Revisar tus hábitos de sueño: Asegúrate de dormir lo suficiente cada noche. La falta de descanso puede contribuir a las alucinaciones visuales. Gestionar el estrés y la ansiedad: Practicar técnicas de relajación, como la meditación, el yoga o la respiración profunda, puede ayudar a reducir el estrés y la ansiedad, que son factores comunes desencadenantes de alucinaciones. Evitar el consumo de sustancias: Si estás usando sustancias que pueden alterar tu percepción, considera reducir o eliminar su consumo. Consultar con un profesional de salud: Si las alucinaciones son frecuentes, intensas o te causan preocupación, es importante hablar con un médico o terapeuta. Ellos podrán evaluar tu salud mental y neurológica y recomendarte un plan de tratamiento adecuado.  

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Sexo y Ansiedad: ¿Cómo Superar el Miedo a la Intimidad?

La ansiedad y la intimidad son dos aspectos de la vida que, a menudo, se entrelazan de manera compleja. Para muchas personas, el miedo o la preocupación relacionados con el sexo pueden estar profundamente conectados con la ansiedad. Este artículo explora cómo la ansiedad puede afectar nuestra vida sexual, por qué puede surgir el miedo a la intimidad y, lo más importante, qué se puede hacer para superarlo. ¿Qué es el miedo a la intimidad? El miedo a la intimidad no solo implica temor al acto sexual en sí, sino también a la vulnerabilidad emocional que conlleva compartir momentos íntimos con otra persona. Puede manifestarse de diferentes maneras: desde la evitación de la relación sexual hasta el temor de no ser suficiente o de que el otro no se sienta satisfecho. En el contexto de la ansiedad, este miedo puede intensificarse aún más, afectando la capacidad de relajarse y disfrutar de la intimidad. La ansiedad puede generar pensamientos intrusivos, preocupaciones sobre el desempeño o el temor a ser juzgado, lo que hace que el acto de ser vulnerables con otra persona resulte abrumador. Causas comunes del miedo a la intimidad relacionado con la ansiedad Experiencias pasadas traumáticas Cualquier experiencia negativa o traumática relacionada con la intimidad, como abusos o relaciones pasadas poco saludables, puede llevar a la persona a desarrollar un miedo subconsciente hacia el sexo o la cercanía emocional. Baja autoestima Las personas con baja autoestima a menudo sienten que no son lo suficientemente buenas para ser amadas o deseadas. Este sentimiento de insuficiencia puede aumentar la ansiedad durante los momentos de intimidad, ya que temen que sus parejas no estén satisfechas o que los rechacen. Preocupación por el rendimiento La presión por “ser perfecto” en el sexo puede desencadenar una gran cantidad de ansiedad. Pensamientos como “¿y si no soy lo suficientemente bueno?” o “¿y si no puedo satisfacer a mi pareja?” pueden paralizar a las personas, bloqueando su capacidad de disfrutar del momento y de conectarse emocionalmente. Ansiedad generalizada Las personas con trastornos de ansiedad generalizada pueden experimentar un aumento de la tensión y preocupación en todas las áreas de su vida, incluyendo la intimidad. La ansiedad puede manifestarse como una sobrecarga de pensamientos negativos que afectan el deseo sexual y la capacidad de relajarse. ¿Cómo superar el miedo a la intimidad? Hablar abiertamente con tu pareja La comunicación abierta es clave para superar el miedo a la intimidad. Hablar con tu pareja sobre tus temores y ansiedades puede crear un espacio de comprensión mutua, donde ambos puedan trabajar juntos para manejar los miedos y construir una relación más segura. Trabajar en la autoestima El miedo a la intimidad a menudo está relacionado con la percepción que tenemos de nosotros mismos. Mejorar la autoestima y la autocompasión puede ser un paso fundamental para reducir la ansiedad. Practicar la autoaceptación y reconocer que todos somos dignos de amor y respeto es esencial para disfrutar de una vida sexual saludable. Desacelerar y disfrutar del momento En lugar de centrarse en el desempeño o en alcanzar un resultado perfecto, es importante aprender a disfrutar de la conexión emocional y la presencia con la pareja. Realizar actividades que fomenten la relajación, como masajes o simplemente abrazarse, puede reducir la presión y mejorar la intimidad de manera gradual. Consultar a un profesional Si el miedo a la intimidad está afectando seriamente la calidad de vida o las relaciones personales, buscar la ayuda de un terapeuta especializado en ansiedad o trastornos sexuales puede ser una opción eficaz. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es particularmente útil para abordar los patrones de pensamiento negativos que alimentan la ansiedad. Ejercicios de relajación y mindfulness El mindfulness y otras técnicas de relajación pueden ser herramientas poderosas para reducir la ansiedad en el contexto sexual. Practicar la atención plena durante los momentos íntimos puede ayudar a las personas a estar más presentes y menos preocupadas por lo que podría salir mal. No apresurarse Superar el miedo a la intimidad lleva tiempo, y cada persona avanza a su propio ritmo. Es importante ser paciente con uno mismo y permitir que el proceso de sanar y relajarse ocurra de manera natural. La intimidad es algo que debe desarrollarse con confianza, y esto no sucede de la noche a la mañana. Conclusión El miedo a la intimidad puede ser un desafío difícil de superar, especialmente cuando está vinculado a la ansiedad. Sin embargo, con la ayuda de la comunicación, el trabajo personal y el apoyo adecuado, es completamente posible superar estas barreras. La intimidad debe ser un espacio de conexión, no de miedo. Tomar pequeños pasos hacia la relajación y el disfrute, y buscar ayuda cuando sea necesario, puede ayudarte a disfrutar plenamente de tu vida sexual y emocional. Si el miedo o la ansiedad sobre la intimidad persisten, no dudes en consultar con un profesional que pueda guiarte en el proceso de sanación y ofrecerte las herramientas necesarias para sentirte seguro y tranquilo en tus relaciones íntimas.  

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¿Cómo superar las fobias sexuales que bloquean la intimidad?

La intimidad es una parte esencial de las relaciones humanas, pero para algunas personas, puede convertirse en una fuente de ansiedad y temor extremo. Las fobias sexuales son un tipo de trastorno de ansiedad que puede afectar significativamente la calidad de vida de quienes las padecen, interfiriendo con su bienestar emocional y sus relaciones interpersonales. En este artículo, exploraremos qué son las fobias sexuales, sus causas, síntomas y posibles tratamientos. ¿Qué son las fobias sexuales? Las fobias sexuales son miedos irracionales y persistentes relacionados con aspectos de la sexualidad o la intimidad. Estos miedos pueden manifestarse en diferentes áreas, como el contacto físico, la desnudez, el acto sexual o incluso la idea de estar en una situación íntima. Aunque el miedo puede parecer desproporcionado o injustificado para los demás, es completamente real y paralizante para quienes lo experimentan. Algunas fobias sexuales comunes incluyen: Genofobia: Miedo al acto sexual. Gymnofobia: Miedo a la desnudez propia o ajena. Erotofobia: Temor a hablar sobre temas sexuales o relacionados con la sexualidad. Parafobias: Miedo a ciertas parafilias o preferencias sexuales percibidas como amenazantes. Causas de las fobias sexuales Las fobias sexuales pueden tener diversas causas, que a menudo son complejas y multifactoriales. Entre las principales, se incluyen: Experiencias traumáticas: Abuso sexual, violencia o humillación pueden generar una asociación negativa con la sexualidad. Factores culturales o religiosos: Creencias restrictivas o mensajes negativos sobre el sexo pueden contribuir al desarrollo de miedos. Ansiedad generalizada: Las personas con trastornos de ansiedad pueden ser más propensas a desarrollar fobias sexuales. Falta de información: Ideas erróneas sobre la sexualidad pueden generar temor y malestar. Síntomas de las fobias sexuales Los síntomas de las fobias sexuales pueden variar de una persona a otra, pero generalmente incluyen: Reacción física intensa: Palpitaciones, sudoración, dificultad para respirar o náuseas ante la idea de una situación sexual. Evitación: Evitar cualquier situación que pueda involucrar intimidad o contacto sexual. Malestar emocional: Ansiedad, vergüenza o culpa asociadas con los pensamientos o encuentros sexuales. Impacto en la vida diaria: Dificultad para mantener relaciones románticas o afectivas debido al temor. Tratamientos disponibles Afortunadamente, las fobias sexuales son tratables, y muchas personas logran superarlas con la ayuda adecuada. Algunos enfoques terapéuticos incluyen: Terapia cognitivo-conductual (TCC): Ayuda a identificar y cambiar patrones de pensamiento negativos y comportamientos evitativos. Terapia de exposición gradual: Permite enfrentar el miedo de manera progresiva en un entorno seguro. Psicoterapia individual o de pareja: Puede abordar problemas subyacentes y mejorar la comunicación y la confianza. Educación sexual: Proporcionar información precisa puede ayudar a desmitificar conceptos erróneos y reducir la ansiedad. Medicación: En algunos casos, se pueden recetar ansiolíticos o antidepresivos para manejar los síntomas. Conclusión Las fobias sexuales pueden ser debilitantes, pero es importante recordar que no estás solo y que hay ayuda disponible. Buscar apoyo profesional es un paso crucial para superar estos miedos y recuperar una vida íntima satisfactoria. La comprensión, la paciencia y el cuidado pueden marcar la diferencia en el camino hacia la sanación.    

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Miedo, ansiedad y crecimiento personal: ¿cómo se conectan?

Del mismo modo que se conocen algunos de los estímulos más temidos por algunas especies, el ser humano se caracteriza por sentir más frecuentemente miedo “en”, “y” a situaciones concretas muy diversas variadas y amplias. Según Alfonso Chinchilla Moreno, en su libro “Trastornos por ansiedad” cuando habla de los diferentes miedos humanos, de los cuales realiza una excelente revisión, nos encontramos con: Miedos sociales: represión social, cultural, educativa, política, religiosa, etc. Miedos familiares: problemas de los padres Miedos personales: conflicto, fobias, etc. Miedos biológicos: alteraciones del S.N.C. y otras Miedos colectivos: guerras, catástrofes, etc. Miedos por carencias: dinero, afecto, etc. Miedos por insuficiencia: cultural, salud, etc. Miedos por conflictos: inseguridad, dudas, etc. También diferencia este autor los miedos en función del momento evolutivo Miedo a la enfermedad y muerte Engloba múltiples facetas de la aversión y el dolor, y se relaciona con el miedo a objetos cuyo significado tenga alguna relación con la posibilidad de que suceda alguno de esos dos acontecimientos. Así, si un alimento ha provocado gran malestar, será evitado de la misma forma que se evitarán los contagios o cualquier posibilidad de recibir daño. Engloba pues esta categoría multitud de miedos diversos relacionados con estos dos aspectos de la realidad Miedo a los animales Nos recuerda este miedo lo evolutivo. Está muy ejemplificado en los mitos y leyendas repletas de historias fantásticas de animales irreales y misteriosos, que matizan muy bien este tipo de miedo, muy relacionado con lo no conocido, como la muerte, lo fantástico y lo tenebroso y lo exagerado y desproporcionado Miedo a los demás Engloba este apartado aquel miedo acaso más intrínsecamente relacionado con lo remoto, primitivo y ancestral, pues remite al sentido gregario y grupal del ser humano que, del mismo modo que la manada animal, tiende a someterse al líder, aunque cuando reúne arrestos, lo que sucede con frecuencia, se opone a él. Desde Darwin se conoce con gran exactitud la importancia de la selección natural en las especies, que defiende cómo sobreviven los más fuertes o astutos. No sería justo equiparar el hombre al animal, ni en estos ni en otros comportamientos. A pesar de todo, el hombre posee valores y coraje suficientes para imponerse a los dictados más misteriosos y profundos de la especie o al menos algunos hombres suficientemente educados ética y moralmente. De cualquier modo, lo evidente es cómo los humanos somos influidos ENORMEMENTE por el comportamiento del otro, de los otros, más cuanto más diferencias de jerarquía, poder, saber u otras capacidades que se perciban como mas que, posean aquellos. En relación con el miedo, los problemas que a lo largo del desarrollo del ser humano le generan los demás, son innumerables. Están relacionados con actuaciones sociales, que con frecuencia implican no solo un dominio-sumisión de uno o otros por otro u otros y que provocan sensaciones, sentimientos, actitudes y estilos de comportamientos inadaptativos claramente patológicos, también faltas de apoyo y refuerzo consistente con las actuaciones, que generan incompetencia y desanimo, seguridad y …miedo. Desde las primeras interacciones del niño con su madre puede percibir que un gesto suyo mínimo tiene una respuesta: una sonrisa supone recibir otra, lo que según Seligman va a provocar con la repetición una mayor sensación de controlar el mundo que percibe. Si esto no sucediera, el infante percibirá que su gesto no provoca ninguna consecuencia y sentiría inseguridad y temor Si además al sonreír o realizar cualquier otra petición recibe un castigo, entonces el miedo será mucho más intenso y mas patológico. A lo largo del desarrollo, las situaciones por las que los seres humanos interaccionamos positiva, negativa o neutramente con los demás, van a posibilitar que seamos conscientes de nuestra eficacia en influir en nuestro entorno, contexto o situación, desde lo micro hasta lo macro ambiental, desde lo más concreto como puede ser el sonajero del infante hasta lo más abstracto como puede ser el elaborar un diseño para construir una complicada nave espacial. Ese yo que consideramos tan nuestro, como si hubiera surgido por generación espontanea, en realidad ha ido elaborándose a partir de las experiencias de manipulación del mundo, a través de la asimilación y acomodación, tal y como nos recuerda Piaget el gran maestro de la psicología evolutiva. En relación con el miedo, la timidez, fobias sociales, vergüenza, ridículo, ansiedad social en general, tienen su más probable causa en la dinámica histórica de las relaciones que cada uno de nosotros ha mantenido con los demás, acumulando éxitos o fracaso de una forma habitual y consistente. Con el matiz de que el éxito fácil y sin esfuerzo puede llevar también al miedo y al fracaso ante la menor dificultad y por el contrario, el fracaso total ha llevado de forma excepcional a algunos sujetos altamente resistentes y por ello afortunados, a tener grandes éxitos posteriores. Lo que variará será la intensidad y cualidad, así como la frecuencia con la que lo percibimos y otorgamos. En funcione de estas tres variables podrían explicarse muchas de nuestras emociones y sensaciones.   (Información extraída de Un método científico para afrontar el miedo y la tristeza / Amado Ramírez Villafañez, 1995)

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¿Sabes si sufres de agorafobia?

La característica esencial de la agorafobia es un marcado o intenso miedo o ansiedad provocados por la exposición real o anticipatoria a una amplia gama de situaciones (Criterio A). El diagnóstico requiere ser corroborado por los síntomas que se producen en al menos dos de las cinco situaciones siguientes: 1) el uso de medios de transporte público; 2) encontrarse en espacios abiertos, tales como estacionamientos, plazas); 3) estar en espacios cerrados, tales como tiendas, teatros, cines; 4) estar de pie haciendo cola o encontrarse en una multitud; 5) estar fuera de casa solo. Los ejemplos para cada situación no son exclusivos; se pueden temer otras situaciones. Al experimentar el miedo y la ansiedad desencadenados por tales situaciones, los individuos suelen experimentar pensamientos de que algo terrible podrá suceder (Criterio B). Los individuos con frecuencia creen que podría ser difícil escapar de este tipo de situaciones (p.ej., “no se puede salir de aquí”) o que sería difícil disponer de ayuda en el momento en que se presentaran síntomas similares a la angustia u otros síntomas incapacitantes o embarazosos (p.ej., “no hay nadie que me ayude”). “Los síntomas similares al pánico” se refieren a cualquiera de los trece síntomas incluidos en los criterios del ataque de pánico, tales como mareas, desmayos o miedo a morir. Otros síntomas incapacitantes o embarazosos podrían ser los vómitos y los síntomas inflamatorios del intestino, así como, en las personas mayores, el miedo a caerse, o en los niños una sensación de desorientación y de encontrarse perdidos. La cantidad de miedo experimentado puede variar con la proximidad a la situación temida puede ocurrir en anticipación o en presencia de la situación agorafóbica. Además, el miedo o ansiedad pueden tomar la forma de un ataque de pánico de síntomas limitados o completos (esto es un ataque de pánico esperado). El miedo o la ansiedad se evocan casi cada vez que el individuo entra en contacto con la situación temida (Criterio C). Por lo tanto, una persona que desarrolla ansiedad y solo de vez en cuando se produce una situación agorafóbica (ej., desarrolla ansiedad cuando hace cola en solo una de cada cinco ocasiones) no sería diagnosticada de agorafobia. El individuo evita activamente la situación o, si no puede o decide no evitarla, la situación provoca un miedo o una ansiedad intensa (Criterio D). La evitación activa significa que el individuo se comporta de una manera intencionada para prevenir o minimizar el contacto con las situaciones de agorafobia. La naturaleza de la evitación puede ser comportamental (ej., cambiar las rutinas diarias, la elección de un trabajo cercano para evitar el uso del transporte público, encargar las compras a domicilio para evitar entrar en las tiendas y los supermercados) o cognitiva (ej., usar la distracción para superar las situaciones de agorafobia). La evitación puede llegar a ser tan grave que la persona se quede completamente confinada en casa. A menudo, la persona se encuentra en mejores condiciones para hacer frente a la situación temida si va acompañada de alguien, como un amigo o profesional de la salud. El miedo, la ansiedad y la evitación deben ser desproporcionados para el peligro que realmente suponen las situaciones de agorafobia y para el contexto sociocultural (Criterio E). Es importante, por varias razones, diferenciar los temores agorafóbicos clínicamente significativos de los temores razonables (ej., salir de casa durante una fuerte tormenta) o de las situaciones que se consideren peligrosas (ej., caminar por un aparcamiento o usar el transporte público en un área de alta criminalidad). En primer lugar, la evasión puede ser difícil de juzgar a través de la cultura y el contexto sociocultural (ej., en ciertas partes del mundo, es socioculturalmente aceptable que las mujeres musulmanas ortodoxas, eviten salir de casa solas y esta evitación no se consideraría indicativa de agorafobia). En segundo lugar, los adultos mayores son propensos a juzgar sus miedos como desproporcionados con respecto al riesgo real. En tercer lugar, las personas con agorafobia tienden a sobrestimar el peligro de los síntomas similares al pánico u otros síntomas corporales. La agorafobia se debe diagnosticar solo si el miedo, la ansiedad o la evitación persiste (Criterio F) y si causa un malestar significativo o un deterioro en las áreas sociales u ocupacionales, o en otras áreas importantes del funcionamiento (Criterio G). La duración de “típicamente 6 meses o más” pretende excluir a las personas con problemas transitorios de corta duración. Sin embargo, el criterio de duración se debería utilizar como guía general, permitiendo un cierto grado de flexibilidad. En sus formas más severas, la agorafobia puede motivar que los individuos se queden totalmente confinados en casa, que no puedan salir de su hogar y que dependan de los demás para los servicios o la asistencia e incluso para las necesidades básicas. Son frecuentes la desmoralización y los síntomas depresivos, así como el abuso de alcohol y los medicamentos sedantes y los intentos indebidos de automedicación. (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)

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Razones para no tener miedo a volar

Las invitaciones a viajar se multiplican: tomar el té en Ceilán, dar un salto a París de una alentada, encontrar América a los pies, son las propuestas hasta cierto punto de menor envergadura de las compañías de navegación aérea. Los viajes en grupo, por vuelos Charter, y el considerable abaratamiento de las tarifas de los transportes aéreos han eliminado las distancias. Hoy no existe ya el fin del mundo: Nueva York no está sino a unos 10.000 kilómetros de Madrid, lo que solo representa siete horas de vuelo. Más seguro que en coche Por lo demás, se ha vuelto mucho más arriesgado ponerse al volante de un coche un fin de semana que subir a bordo de un Boeing 707. No obstante, en la época en que la mayoría de los aeropuertos occidentales tienen dificultad para acoger un tráfico cada día más intenso, ahora en que los transportes aéreos comienzan a suplantar en algunos países a los demás medios de comunicación, hay personas que sienten tal pánico al avión, que prefieren no viajar sino cuando el viaje es irrealizable por vía terrestre o marítima. No todos los pasajeros experimentan un terror semejante cada vez que suben a un avión, pero son numerosas las personas que confiesan sentirse oprimidas, angustiadas o incomodadas desde el momento en que el avión en el que están levanta el vuelo. Esta ansiedad adopta formas diferentes según los temperamentos. Algunas personas sienten malestar durante todo el viaje y particularmente cuando miran al suelo o al mar a través de las ventanillas, otras temen sobre todo el despegue o el aterrizaje, mientras que hay quien se siente aterrado al mejor bache de aire o en los cambios de altitud, pero está relativamente tranquilo durante el resto del vuelo. Ocurre incluso que algunos futuros pasajeros padecen insomnio, cuando no pesadillas, varios días antes del viaje. Este miedo puede transformarse en verdadero terror en las personas que intentando curarse del mal, rechazan su angustia y se esfuerzan en volar. Cuando ya no soportan más vivir un calvario cada vez que suben a un avión, deciden acudir a un médico: con frecuencia es demasiado tarde. El miedo está tan arraigado en ellos, que cualquier tratamiento resultará ineficaz. ¿Cómo explicar esta fobia? Desde luego, la ansiedad es una reacción natural en una situación que presenta un peligro real e importante; pero, en ese caso, no se debería tomar nunca el volante del coche despreocupadamente. Las estadísticas demuestran que los transportes aéreos son lo más seguros y que arriesga uno la vida mucho más en la carretera durante los fines de semana o al dirigirse en coche al aeropuerto que volando rumbo a Tokio, Casablanca o Moscú. Por lo tanto, desde el momento en que este miedo a volar no corresponde a un peligro real y cuando no se consigue dominar la angustia aun sabiendo que tomar un avión es en el 99,8% de los casos una garantía de llegar sano y salvo a buen puerto, puede admitirse que ese pánico va más allá del simple miedo a morir. En algunos se trata de una forma claustrofóbica, ya que por confortable y espacioso que pueda ser un avión, sigue siendo exiguo y la perspectiva de pasar varias horas encerrado en él puede resultar insoportable. La angustia, puede manifestarse de varias maneras: depresión, irritabilidad, jaqueca, vértigos, vómitos, palpitaciones, sincopes, sudores o temblores son los síntomas más corrientes. Trastornos psicosomáticos ¿Se puede hablar de trastornos psicosomáticos en presencia de tales perturbaciones? Es difícil establecerlo, ya que se ignora si es la angustia la que produce los trastornos o bien es el resultado de las alteraciones físicas. Sea como fuere, puede decirse, sin temor a equivocarse demasiado, que las variaciones de altitud y de aceleración del aparato, perturban la homeostasia del organismo (sistema regulador del equilibrio). Por los demás, los médicos prefieren aliviar a los enfermos de sus molestias a investigar las causas psíquicas de su angustia. Antes de iniciar un tratamiento – dice el doctor O’Connor, médico ingles que ha tratado a varios pacientes que sufrían fobia al avión, pasajeros que, a su vez, eran sin saberlo también, pilotos – es indispensable persuadir al enfermo de que volar no es peligroso. Por tanto, todos los enfermos empiezan por iniciarse en algunos principios elementales de aerodinámica que les demuestran que un avión no se mantiene en el aire milagrosamente. Un tratamiento específico Una vez que el angustiado está íntimamente convencido de la seguridad técnica de los transportes aéreos, aprende a relajar cada uno de sus músculos, y especialmente los del cuello. Efectivamente, la crispación de éste favorece la tensión psíquica. Estas sesiones de relajación sobre todo al principio, tendrán lugar diariamente durante unos minutos. El paciente debe ser capaz, después de unos quince o veinte días de relajación, imaginar serenamente la posibilidad de volar. Esta fase de relajación es, sin duda alguna la más importante del tratamiento, ya que enseña al enfermo a controlarse cuando se siente angustiado. Finalmente, la última etapa consiste en que el sujeto efectúe un vuelo en un avión, sentado junto al piloto. Una vez superada esta última prueba, el paciente será autorizado a sumergirse en el ambiente de los aeropuertos. Desde ese momento empezará la espera de la salida, precedida por los anuncios incesantes: “se ruega a los señores pasajeros con destino a Montreal se dirijan a la puerta de acceso…” o bien “salida inmediata del vuelo…con destino a …” Si, en medio de estas docenas de falsas salidas, el antiguo enfermo consigue conservar la calma y franquear con la sonrisa en los labios la pasarela de un avión, su recuperación está prácticamente conseguida. Gracias a esta terapéutica quizá miles de personas puedan tomar el avión con toda serenidad y no estarán ya obligados para superar su angustia, a transformarse en alcohólicos en cuanto se abrochan el cinturón de seguridad. El whisky constituye un estimulante muy favorable, según los cálculos de una compañía aérea británica que en 1970 sirvió 24.000.000 bebidas alcohólicas a menos de 2.000.000 de pasajeros. El

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¿Cómo actuar cuando se tiene miedo a la oscuridad?

Muchos niños no tienen que vivir ciertas experiencias atemorizantes, como ser intervenido quirúrgicamente. En cambio, todos se enfrentan a la oscuridad cuando se acuestan a dormir por la noche. La frecuencia diaria de exposición a la oscuridad posibilita adoptar medidas para prevenir la aparición el miedo y facilita la terapia con formato de juego. El dormitorio infantil Cuanto más agradable sea el ambiente donde duerme el niño mayor es la probabilidad de que descanse plácidamente y no aparezcan respuestas emocionales negativas Luz Conciliar el sueño implica pasar del estado de vigilia o alerta al de reposo. Para disminuir el grado de activación se retiran estímulos externos como luminosidad. Si el niño protesta al apagarle la luz se reduce progresivamente la intensidad lumínica mediante un regulador eléctrico o por medio del grado de abertura de la puerta de su habitación. También se puede enchufar un pequeño piloto que esparce una tenue luminosidad o regalar una atractiva linterna para que la tenga encima de la mesilla de noche. Estas ayudas se retiran sin prisa, pero sin pausa. Ruido Ruidos elevados o cambios bruscos de volumen interfieren el sueño. Una persona traspuesta después de cenar en el sofá se despierta en el intermedio de la película cuando la televisión varía el ritmo y la intensidad del sonido para captar la atención del espectador antes de la publicidad. Tampoco es conveniente acostumbrar al niño a dormir en condiciones artificiales de silencio absoluto, de modo que cualquier ruido insignificante le despierte. Por el contrario, sones familiares y débiles tranquilizan al niño que se siente acompañado. Los ruidos monótonos, como el de un programa nocturno de radio o el de un motor de coche a velocidad constante inducen sueño. Las nanas son canciones de ritmo lento y repetitivo como un eterno ritornelo. Condiciones climáticas “Mantas: prendas de abrigo con las que los niños duermen cuando sus padres tienen frío”. El exceso de calor dificulta el sueño. Además, la temperatura corporal infantil suele ser más elevada. Es preferible una única manta ligera, flexible, mullida y que transpire. Una sugerencia práctica es colocar un termómetro visible en el dormitorio lejos del alcance del niño. La temperatura recomendada oscila entre 18º y 20º C y la humedad entre el 40 y el 70%. La habitación debe estar bien ventilada a la hora de acostarse el niño Cunas y camas La seguridad es muy importante. La distancia entre los barrotes de la cuna ha de ser corta para impedir que el niño introduzca la cabeza y se asfixie. No resultan aconsejables camas demasiadas estrechas o altas. Durante la noche un niño puede cambiar de posición unas veinte veces, permaneciendo vigilante si tiene miedo a caerse. Está indicado dormir sobre una superficie dura, en un colchón de calidad, con una almohada que no sea muy gruesa Decoración Colores clares facilitan el sueño, por ejemplo, azul celeste. Los elementos decorativos, papel pintado, cuadros, cortinas, han de referirse a temas infantiles. Si no está contraindicado, como en caso de asma, las alfombras amortiguan el sonido y constituyen un espacio idóneo para el juego. El mobiliario se elige en función de la edad del niño. (extraído de Miedos y temores en la infancia : ayudar a los niños a superarlos / Francisco Xavier Méndez, 2005)    

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