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Cambios Notables en la Identidad: ¿Qué los provoca y cómo enfrentarlos?

La identidad personal es una parte fundamental de nuestro bienestar, ya que define quiénes somos, cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos relacionamos con los demás. Sin embargo, a lo largo de nuestra vida, podemos experimentar cambios notables en nuestra identidad, que pueden surgir por diversas razones, tanto internas como externas. Este artículo explora las principales causas de estos cambios y cómo podemos adaptarnos a ellos de manera saludable. ¿Qué es la identidad y por qué cambia? La identidad personal está compuesta por una serie de características, valores, creencias y roles que nos permiten entender quiénes somos y cómo nos relacionamos con el mundo. Sin embargo, esta identidad no es estática, sino que se desarrolla y evoluciona con el tiempo. Los cambios en la identidad pueden ser un proceso natural y saludable de crecimiento o resultado de experiencias difíciles. Factores que provocan cambios en la identidad: Desarrollo personal: A medida que crecemos, nuestras experiencias, aprendizajes y desafíos nos moldean. La identidad evoluciona conforme adquirimos nuevas perspectivas y maduramos. Cambios físicos: La adolescencia, la menopausia o el envejecimiento pueden desencadenar transformaciones en la forma en que nos percibimos. Eventos de vida significativos: La pérdida de un ser querido, una crisis personal o profesional, o una mudanza importante pueden provocar un replanteamiento de nuestra identidad. Trastornos psicológicos: Condiciones como el trastorno de identidad disociativo, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o la depresión pueden alterar la percepción que tenemos de nosotros mismos. Cambios sociales o culturales: Las nuevas influencias, como la migración, el cambio de entorno o el choque cultural, pueden tener un impacto profundo en la identidad. Cómo afectan los cambios de identidad a la salud mental: Los cambios en la identidad pueden generar sentimientos de confusión, ansiedad o inseguridad, especialmente si no se gestionan adecuadamente. Este proceso puede llevar a una crisis de identidad, donde la persona se siente desconectada de su «yo» anterior. Es importante entender que estos cambios son parte del proceso de crecimiento y adaptación, pero también es necesario buscar apoyo cuando se experimentan dificultades emocionales o psicológicas. Cómo enfrentar los cambios en la identidad de manera saludable: Aceptar la evolución: Reconocer que la identidad no es fija puede aliviar la presión y permitirnos abrazar el cambio como una oportunidad de crecimiento. Buscar apoyo profesional: Si los cambios en la identidad están generando angustia, la terapia puede ser una herramienta invaluable para comprender y gestionar estos procesos. Practicar la auto-reflexión: Tomarse el tiempo para pensar sobre nuestras experiencias y cómo nos han influenciado puede ayudarnos a integrar estos cambios de forma más saludable. Conectar con otros: Hablar con personas que están pasando por experiencias similares o que puedan ofrecer una nueva perspectiva puede ser muy útil. Establecer nuevas metas: Cuando nuestra identidad se ve alterada, es un buen momento para redefinir nuestras metas y objetivos, adaptándolos a la nueva versión de nosotros mismos. Ejemplos de cambios notables en la identidad: Adolescencia: Durante la adolescencia, es común que las personas pasen por una reconfiguración de su identidad, buscando su lugar en el mundo y definiendo quiénes quieren ser. Transición de género: Las personas que experimentan una transición de género pueden vivir cambios profundos en su identidad, los cuales requieren un proceso de autoaceptación y adaptación a la nueva identidad. Recuperación de una enfermedad: Tras superar una enfermedad grave o una crisis de salud mental, la persona puede reevaluar su sentido de identidad y los valores que definen su vida. Pérdida o trauma: El duelo o la experiencia de un trauma pueden llevar a una persona a cuestionar aspectos fundamentales de su identidad. Los cambios en la identidad son una parte normal de la vida, pero pueden ser desafiantes. Entender qué los provoca, cómo enfrentarlos y cómo adaptarse de manera saludable puede ser la clave para navegar por estos procesos con éxito. Si estás pasando por un cambio significativo en tu identidad, recuerda que no estás solo/a, y que buscar ayuda es un paso importante para recuperar el equilibrio y el bienestar.  

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¿Cómo es la identidad de una niña que ha sufrido abuso?

No todas las niñas abusadas tienen la capacidad de alterar la realidad a través de la disociación, e incluso las que tienen esta habilidad no pueden depender de ella todo el tiempo. Cuando es imposible evitar la realidad del abuso, la niña debe construir algún tipo de sistema de significado que lo justifique. Inevitablemente, la niña llega a la conclusión de que el motivo es su maldad innata. La niña se convence de esta explicación muy pronto y se aferra a ella desesperadamente porque le permite conservar un sentido del significado, de la esperanza y del poder. Si es mala, entones sus padres son buenos. Si es mala, entonces puede intentar ser buena. Si de alguna manera se ha buscado ese destino, entonces de alguna manera tiene el poder de cambiarlo. Culparse a uno mismo es congruente con las formas normales de pensamientos de los primeros años de infancia en lo que el yo es tomado como punto de referencia para todos los acontecimientos. Es congruente con los procesos de pensamiento de las personas traumatizadas de cualquier edad, que buscan faltas en su propio comportamiento con la intención de encontrar un sentido a lo ocurrido. Sin embargo, en un entorno de abuso crónico ni el tiempo ni la experiencia proporcionan ningún correctivo a esta tendencia a culparse a uno mismo, sino que mas bien se refuerza continuamente. El sentido de la maldad interna de la niña abusada puede verse directamente confirmado por la tendencia de los padres a encontrar un chivo expiatorio. Con frecuencia las supervivientes describen haber sido culpadas no solo de la violencia de sus padres o de su conducta sexual, sino también de otras muchas desgracias familiares. Las leyendas familiares pueden incluir historias del daño que causó la niña por haber nacido, o la deshonra a la que parece estar destinada. Una superviviente describe el papel de chivo expiatorio que desempeñó: “Me pusieron el nombre de mi madre. Ella se tuvo que casar porque estaba embarazada de mí. Huyó de casa cuando yo tenia dos años. Me rieron los padres de mi padre. Nunca vi una foto suya, pero me decían que me parecía a ella, y que seguramente acabaría siendo una zorra como ella. Cuando mi padre empezó a violarme me dijo: llevas mucho tiempo pidiendo esto y ahora lo vas a tener”. Los sentimientos de ira y fantasías de venganza asesina son respuestas normales a los tratos abusivos. Al igual que los adultos abusados, los niños son irascibles y en ocasiones agresivos. A menudo carecen de las habilidades verbales y sociales para resolver el conflicto y manejan los problemas con la expectativa de un ataque hostil. Las predecibles dificultades de la niña abusada para modular su ira no hacen mas que reafirmar la idea de que posee una maldad innata. Cada encuentro hostil la convence de que realmente es una persona odiosa. Esa condena de sí misma se hace aun mas grave cuando, como ocurre con frecuencia, tiende a dirigir su ira lejos de su peligroso origen y a descargarla injustamente en aquellos que no la provocaron. La participación en una actividad sexual prohibida también confirma la sensación de maldad de la niña maltratada. Cualquier gratificación que la niña es capaz de sacar de la situación de explotación se convierte en su mente en la prueba de que fue ella la instigadora y la responsable del abuso. Si alguna vez experimentó placer sexual, disfrutó de la especial atención que le prestó el abusador, negoció sus favores o utilizó la relación sexual para obtener privilegios, estos pecados son utilizados como prueba de su maldad innata. La sensación de maldad interior de la niña abusada se ve consolidada por su forzosa complicidad en crímenes hacia otros. Las niñas se resisten a convertirse en cómplices e incluso pueden llegan a elaboradas negociaciones con sus abusadores, sacrificándose ellas mismas para proteger a los demás. Estas negociaciones fracasan invariablemente, porque ninguna niña tiene el poder o la capacidad de desempeñar el papel de un adulto. En algún punto, la niña puede inventar una forma de escapar de su abusador, sabiendo que este encontrará otra víctima. Puede mantenerse callada cuando es testigo del abuso hacia otro niño o incluso puede verse forzada a participar en la victimización de otros niños. En la explotación sexual organizada, la iniciación completa en el culto exige la participación de otros en el abuso. Con frecuencia los supervivientes se describen a sí mismos como seres fuera de las relaciones humanas normales, como criaturas sobrenaturales o formas de vida no humanas. Se consideran brujas, vampiros, zorras, perros, ratas o serpientes. Algunos utilizan una imaginería de excrementos o suciedad para descubrir su sentido interior del yo. Al desarrollar una identidad contaminada y estigmatizada, la victima infantil coge el mal del abusador y se lo mete dentro y de esa manera preserva sus vínculos primarios con sus padres. Como su sentido interior de maldad está preservando una relación, la victima no prescinde de él con facilidad ni siquiera después de que hayan acabado los abusos. De hecho, se convierte en una parte estable de la estructura de su personalidad. Los trabajadores sociales que actúan en estos casos deben convencer a las victimas infantiles de que la culpa no es suya, pero las niñas se niegan a que se les absuelva de su culpa. De forma parecida las supervivientes adultas que han escapado de situaciones de abuso siguen despreciándose y asumiendo la culpa y la vergüenza de sus abusadores. El profundo sentido de maldad interior se convierte en el núcleo alrededor del cual se forma la identidad de la niña absuelta y eso persisten hacia la vida adulta. Si la niña abusada es capaz de rescatar una identidad mas positiva, a menudo llega hasta el extremo de la autoinmolación. En ocasiones, las niñas maltratadas interpretan que han sido victimas por una especie de propósito divino. Abrazan la identidad del santo elegido para el martirio como una forma de conservar un sentido del valor. Esas identidades contradictorias, un yo degradado

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¿Cómo afecta la amnesia disociativa?

La característica definitoria de la amnesia disociativa es una incapacidad para recordar información importante autobiográfico que: 1) debe almacenarse con éxito en la memoria, y 2) normalmente será recordada fácilmente (Criterio A). La amnesia disociativa se diferencia de la amnesia permanente debido al daño neurobiológico o la toxicidad que impiden el almacenamiento de memoria o la recuperación, ya que siempre es potencialmente reversible porque la memoria ha sido almacenada con éxito. La amnesia localizada es la incapacidad de recordar hechos durante un periodo restringido de tiempo y constituye la forma más común de amnesia disociativa. La amnesia localizada puede ser más amplia que la amnesia para un solo evento traumático (p.ej., meses o años de abuso durante la infancia o una guerra intensa). En la amnesia selectiva, el individuo puede recordar algunos, pero no todos, los eventos durante un periodo de tiempo. Por lo tanto, el individuo puede recordar parte de un evento traumático, pero no otras partes. Algunas personas informan de ambas amnesias, localizada y selectiva. La amnesia generalizada es la pérdida total de la memoria que abarca toda la vida del individuo y es infrecuente. Los individuos con amnesia generalizada pueden olvidar su identidad personal. También pueden no recordar algunos conocimientos previos sobre el mundo (p. ej., conocimiento semántico y ya no puede acceder a sus habilitades bien aprendidas (p. ej., el conocimiento procedimental). La amnesia generalizada tiene un comienzo agudo; la perplejidad, la desorientación y la deambulación sin propósito de los individuos con amnesia generalizada llama la atención de la policía o de los servicios de urgencias psiquiátricas. La amnesia generalizada puede ser más común entre los veteranos de guerra, las victimas de agresión sexual y los individuos que experimentan conflictos o un estrés emocional extremo. Los individuos con amnesia disociativa suelen desconocer sus problemas de memoria (o solo ser conscientes parcialmente). Muchos, especialmente los que tienen amnesia localizada, reducen al mínimo la importancia de su pérdida de la memoria y pueden llegar a sentirse incomodos cuando se les enfrenta a los hechos. En la amnesia sistematizada, el individuo pierde la memoria para una categoría especifica de información (p. ej., todos los recuerdos relacionados con la propia familia, una persona en particular o el abuso sexual de la niñez). En la amnesia continua, a la persona se le olvida cada nuevo evento que ocurre desde un acontecimiento determinado hasta la actualidad. Muchos individuos con amnesia disociativa sufren una dificultad crónica en su capacidad para formar y mantener relaciones satisfactorias. Las historias de trauma, de abuso de menores y la victimización son frecuentes. Algunos individuos con amnesia disociativa informan de flashback disociativo (p.ej., la reexperimentación de los eventos traumáticos). Muchos tienen antecedentes de automutilación, de intentos de suicidio y otros comportamientos de alto riesgo. Son frecuentes los síntomas depresivos y los síntomas neurológicos funcionales, como la despersonalización, los síntomas auto hipnóticos y una elevada capacidad de sufrir hipnosis. Son frecuentes las disfunciones sexuales. Una lesión cerebral traumática leve podría preceder a la amnesia disociativa. (información extraída de DSM-5 manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales / American Psychiatric Association, 2014)  

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¿Qué es el desdoblamiento de la personalidad?

El desdoblamiento de la personalidad no es exactamente una enfermedad, sino más bien el signo de varias enfermedades mentales, muy diferentes entre sí. Como su nombre indica, este fenómeno no concierne a la unidad de la personalidad. Es decir, a la consciencia – que se posee normalmente – de tener una individualidad propia única, insustituible. Con otras palabras, la suma de los diferentes factores que hacen que cada uno de nosotros pueda decir “Yo”, sin ambigüedad. La ruptura de esta unidad de la personalidad adopta un carácter diferente según las diversas enfermedades de que procede. Por ejemplo, en ciertos delirios llamados paranoides, el enfermo está convencido de que existen en él dos seres completamente diferentes, cada uno con su propia vida. Describe sus actos y sus pensamientos como si le fueran extraños, impuestos desde el exterior por algún otro. Del hecho, es otro “yo” que actúa y que aparece, en el curso del análisis hecho por el médico como la parte de su personalidad que normalmente está sumergida en el subconsciente. Estos delirios van a menudo acompañados de otras manifestaciones morbosas, que definen entonces una enfermedad llamada esquizofrenia. En otros enfermos, por el contrario se da una sucesión en el tiempo de dos personalidades diferentes. Es lo que ocurre, por ejemplo, en los “estadios segundos” de la epilepsia, de la histeria o en las psicosis maniaco-depresivas. Los histéricos son siempre los que presentan más a menudo este síntoma; muy útil para el psiquiatra porque le permite diagnosticar la afección de su paciente. La forma más frecuente de estos desdoblamientos sucesivos en el tiempo es el sonambulismo. El sujeto dormido se levanta y camina. Sin dudar, con la mirada fija, es insensible a lo que se interponga en su camino. Hace, sin embargo, ciertas cosas que le son habituales. Puede incluso hablar. Pero es excepcional que realice actos graves, como un homicidio. Pasado un cierto tiempo, el sonámbulo vuelve a acostarse y continúa su sueño. A la mañana siguiente no se acuerda de nada. Sin embargo, la realización de exploraciones médicas puede hacer resurgir en la memoria del enfermo alguno de los actos realizados en el trascurso de la crisis. Un estado muy próximo a este sonambulismo (generalmente histérico) se da en los sujetos hipnotizados. En este caso, el “dormido” no se encuentra sometido a su subconsciente, sino a una persona (el hipnotizador), ante la cual manifiesta una perfecta docilidad. Ejecuta las órdenes recibidas no solo durante su sueño, sino incluso después de despertar (y sin saber por qué). Así, por ejemplo, un sujeto hipnotizado a quien durante su sueño se le ha dicho: “Cuando despierte, usted irá a lavar el coche”, va efectivamente a lavarlo, movido por un irresistible impulso, en cuanto sale de su hipnosis Finalmente, ciertos desdoblamientos de la personalidad afectan la imagen del cuerpo se trata de la “autoscopia”: el enfermo experimenta la existencia de su propio cuerpo como si estuviera fuera de él, como si lo viera reflejado en un espejo. Este otro cuerpo puede ser completo o reducirse a una parte; así, el enfermo ve a veces en el exterior uno de sus órganos profundos: el cerebro, el corazón, por ejemplo. Pero, aunque de hecho a veces ocurre que el sujeto ve verdaderamente a su doble como si existiera, lo más frecuente es que el desdoblamiento se reduzca a una simple sensación: el enfermo tiene la impresión de tener otro yo a su lado, pero sabe que es él mismo, el que está ahí y no ningún otro. El desdoblamiento de la personalidad puede observarse, al margen de toda enfermedad mental en individuos sanos. Tales incidentes pueden, en efecto, producirse en estado de adormecimiento o en periodos de gran fatiga. También la tristeza, la idea de la muerte, parecen favorables a la eclosión de este trastorno. (Información extraída de El médico informa, 1973)

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¿Cuántas personalidades puede tener una persona con trastorno disociativo?

El grupo de los trastornos disociativos constituye la parte de los cuadros clásicamente considerados como histéricos, en los que la sintomatología predominante se refiere a una alteración de las funciones normales de integración de la identidad, memoria o conciencia. Se han especulado con que los cuadros histéricos clásicos han disminuido en frecuencia a lo largo de los años, sobre todo en el caso de la personalidad múltiple, aunque esta afirmación es bastante difícil de confirmar, pues no hay suficientes datos disponibles y la publicación de casos depende, en ocasiones, más del interés que éstos despiertan que de su incidencia real. En todo caso, y prescindiendo de la personalidad múltiple, ninguna evidencia sugiere que haya habido una disminución en la incidencia del resto de los trastornos disociativos. En relación a la etiología de estos cuadros, se han llevado a cabo multitud de investigaciones tendentes a encontrar alguna alteración neurofisiológica implicada en su patogenia, relacionándose con el sistema reticular activador ascendente, las proyecciones talamocorticales y otras vías neurológicas. Los autores se pasan en los datos que aporta la hipnosis y el estudio de la dinámica inconsciente. Los fenómenos que ocurren en estado hipnótico, sobre todo la amnesia posterior del episodio y la posibilidad de la sugestión posthipnótica, que consiste en la realización por el sujeto de una orden recibida en el trance hipnótico y que el individuo lleva a cabo de modo automático y sin tener conocimiento del por qué de su acción, sugieren un mecanismo psicológico similar al que tiene lugar en los pacientes que padecen trastornos disociativos, aunque no sepamos en qué consiste exactamente. Por otro lado, se introduce la cuestión del grado de sugestionabilidad de cada sujeto, importante para determinar la facilidad para alcanzar estos estados y que es elevado en los pacientes histéricos. La cuestión básica planteada por los estudiosos de la dinámica inconsciente es el hecho de que determinados contenidos psíquicos, en determinadas circunstancias, escapan al control de la conciencia, a la que no pueden acceder de modo voluntario. Los síntomas histéricos se entenderían como el efecto que estos contenidos psíquicos ausentes de la conciencia pueden tener sobre ciertas operaciones de la mente consciente del paciente y sobre su funcionamiento corporal. Dilucidar si estos contenidos se hacen inconsciente por un proceso mental pasivo o por un proceso activo es importante a la hora de una terapéutica profunda del caso, no es relevante para entender el tratamiento de estos pacientes y se trata de una discusión que escapa a los objetos aquí propuestos. En cualquier caso, el proceso de separación de la conciencia de contenidos psíquicos se produce en ocasiones cuando el paciente afronta una situación que le sobrepasa por la ansiedad que le causa. Pero esta situación recae sobre un sujeto con conflictos intrapsíquicos importantes, que suelen tener patrones de personalidad neurótica, en el sentido de padecer un sufrimiento exagerado y poseer una menor cantidad de recursos para asumir los acontecimientos vitales estresantes. El fenómeno de la disociación explica tanto los trastornos disociativos como los conversivos y su diferenciación clínica es superficial, en función de la naturaleza de los contenidos psíquicos que han sido disociados. Todo lo dicho sirve para ambos trastornos. Cuadros clínicos Personalidad múltiple. Este trastorno consiste en la existencia de dos o más personalidades o estados de personalidad distintos, entendiendo por personalidad una forma sólida de percibir, relacionarse y pensar sobre el ambiente y el propio yo y que se manifiesta en un amplio margen de contextos sociales y personales importantes. Las distintas personalidades tienen memorias particulares, pautas de conducta y relaciones sociales individuales, aunque en algunos casos las memorias pueden compartirse en modo diverso. Las personalidades pueden conocerse o no entre sí, en todas las variaciones posibles. El paso de una personalidad a otra suele producirse abruptamente, con frecuencia en relación a situaciones de tensión. La personalidad múltiple es más frecuente en adultos, aunque suele iniciarse en ocasiones en la infancia. Aparece más veces en mujeres. Su curso es crónico, y su pronostico no es bueno, pues se trata del trastorno disociativo más serio, que supone mayores alteraciones de la función del yo y del proceso de identificación. Fuga psicógena. Este trastorno consiste en la realización de viajes repentinos e inesperados lejos del hogar o del puesto de trabajo, asumiendo una nueva identidad, con incapacidad para recordar la identidad previa, pudiendo haber perplejidad o desorientación. Después de la recuperación, hay una amnesia total del episodio. Debe destacarse un trastorno mental orgánico concomitante. Suele aparecer después de un estrés psicosocial intenso, y la ingestión de alcohol en gran cantidad puede actuar como factor predisponente. La fuga suele durar poco (horas o a lo sumo días), y la recuperación es rápida, siendo poco frecuente las recaídas. Amnesia psicógena. Se trata de una incapacidad repentina para recordar informaciones personales importantes sin que exista un trastorno mental orgánico; la alteración es de un grado que no puede explicarse como un olvido ordinario. Durante el periodo amnésico, puede haber perplejidad y desorientación, desarrollando el paciente una actividad sin propósito. Cuando el periodo de tiempo para el que existe amnesia pertenece al pasado, el individuo es consciente de la alteración de su recuerdo. Es un trastorno más frecuente en adolescentes y jóvenes, sobre todo del sexo femenino. Suele aparecer tras una crisis psicosocial intensa y la amnesia termina bruscamente. La recuperación es completa y las recaídas son poco frecuentes. Trastorno por despersonalización. La sintomatología esencial de este trastorno consiste en la presencia de episodios persistentes o recurrentes de despersonalización, suficientemente graves como para causar molestias notables. La despersonalización supone una alteración de la percepción o experiencia del propio yo, en la que cambia o se pierde temporalmente el sentido habitual de la realidad. Esto se manifiesta por una sensación de distanciamiento o de ser una especie de observador exterior del propio cuerpo y de los propios procesos mentales; también por una sensación parecida a la de ser un autómata o de estar soñando. Suele haber también una alteración extraña del ambiente que rodea al individuo. El diagnostico no

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