Estrés

¿Vives en piloto automático? Podrías estar experimentando desconexión mental.

La desconexión mental es un fenómeno complejo que puede afectar nuestra capacidad de estar presentes, concentrados y emocionalmente conectados con las situaciones que nos rodean. Muchas veces, podemos experimentar esta sensación sin darnos cuenta, o confundirla con el agotamiento o el estrés. Sin embargo, es importante reconocer cuándo estamos desconectados mentalmente, ya que esta condición puede tener un impacto significativo en nuestra salud mental y emocional. En este artículo, exploraremos los signos comunes de una desconexión mental y cómo identificar si estás experimentando esta sensación. ¿Qué es la Desconexión Mental? La desconexión mental, también conocida como «disociación cognitiva», es un estado en el que nos sentimos desconectados de nuestro entorno, de nuestras emociones o incluso de nuestra propia identidad. Puede ocurrir en momentos de estrés intenso, fatiga o incluso de manera crónica, y puede generar una sensación de desconcierto o vacío. Este estado puede variar desde una ligera desconexión (como cuando nos sentimos en «piloto automático») hasta una experiencia más profunda de despersonalización o desrealización. Signos de una Desconexión Mental Sentimiento de Despersonalización Te sientes como si estuvieras observando tu vida desde fuera, como si no estuvieras completamente presente. Este fenómeno puede generar la sensación de que las experiencias no son realmente tuyas, como si fueras un espectador en tu propia existencia. Dificultad para Concentrarse Si te cuesta mucho mantener la atención en lo que estás haciendo, o sientes que tu mente se dispersa constantemente, puede ser una señal de desconexión mental. La falta de enfoque puede estar relacionada con un agotamiento mental o emocional. Falta de Emoción o Conexión Experimentar una pérdida de interés o disfrute por las actividades que antes te gustaban es otro signo común. Este fenómeno también se asocia con la desconexión emocional, donde te resulta difícil sentir alegría, tristeza o cualquier otra emoción de forma intensa. Sentimiento de Desrealización La desrealización es cuando sientes que el mundo a tu alrededor no es real o parece irreal. Puedes sentir que los eventos que ocurren no tienen impacto en ti, o que las personas y los lugares que te rodean son solo una «pantalla». Fatiga Cognitiva El agotamiento mental extremo, incluso después de descansar, es una clara señal de desconexión. Si te sientes constantemente fatigado mentalmente, esto puede estar relacionado con el estrés crónico o una falta de descanso adecuado, lo que interfiere con tu capacidad para estar mentalmente presente. Dificultad para Toma de Decisiones Si te resulta complicado tomar decisiones, incluso las más simples, puede ser una señal de que tu mente está desconectada. Este bloqueo mental puede dificultar la resolución de problemas y las tareas cotidianas. ¿Por Qué Ocurre la Desconexión Mental? La desconexión mental puede ocurrir debido a varios factores, entre ellos: Estrés Crónico: El estrés prolongado y las preocupaciones constantes pueden llevar a una desconexión mental como una forma de escape. Ansiedad o Depresión: Los trastornos emocionales a menudo están vinculados con la desconexión, ya que las personas pueden sentirse desconectadas de sus emociones o de la realidad. Fatiga Mental o Física: El agotamiento extremo, ya sea por falta de sueño o por sobrecarga de trabajo, puede generar una sensación de estar «desenchufado». Trauma o Experiencias Traumáticas: Las personas que han experimentado eventos traumáticos pueden desconectarse mentalmente como una forma de protección psicológica. Cómo Afrontar la Desconexión Mental Practicar Mindfulness La práctica de mindfulness o conciencia plena puede ayudarte a reconectar con el momento presente y a reducir la sensación de desconexión. A través de la meditación y la respiración consciente, puedes volver a sentirte presente y conectado con tu entorno. Hablar con un Profesional Si la desconexión mental persiste o interfiere con tu vida diaria, es recomendable buscar ayuda profesional. Un terapeuta o psicólogo puede ayudarte a identificar las causas subyacentes y ofrecerte herramientas para manejar la situación. Cuidar Tu Salud Física El ejercicio regular, una dieta equilibrada y un descanso adecuado son fundamentales para mantener tu salud mental. La fatiga física y mental van de la mano, por lo que cuidar de tu cuerpo también ayuda a tu mente. Establecer Rutinas Las rutinas diarias pueden proporcionar estructura y un sentido de control, lo cual es útil cuando nos sentimos desconectados. Intenta organizar tu día y realizar actividades que te hagan sentir realizado. Tomar Pausas y Desconectar Es importante tomarse tiempo para descansar y desconectar de las presiones cotidianas. Permítete momentos de calma y de actividades relajantes que te ayuden a recargar energías.  

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¿Por qué el estrés prenatal es peligroso para la madre y el bebé?

El embarazo es una etapa llena de cambios físicos y emocionales, y, aunque muchas mujeres la experimentan con alegría y anticipación, también puede ser un periodo de estrés significativo. El estrés prenatal, el cual se refiere al estrés experimentado por la madre durante el embarazo, ha sido objeto de numerosos estudios debido a sus efectos potenciales en la salud tanto de la madre como del bebé. ¿Qué es el Estrés Prenatal? El estrés prenatal se refiere a cualquier tipo de estrés psicológico, emocional o físico que una mujer embarazada pueda experimentar durante el embarazo. Este estrés puede ser causado por factores externos como problemas financieros, relaciones familiares o laborales tensas, o preocupaciones sobre el embarazo mismo, así como por problemas internos, como la ansiedad o depresión. Efectos en la Salud Materna El estrés crónico durante el embarazo puede tener una serie de consecuencias para la salud materna. Las mujeres que experimentan altos niveles de estrés pueden ser más propensas a desarrollar hipertensión, diabetes gestacional, o complicaciones relacionadas con el corazón. Además, el estrés puede interferir con la capacidad de la madre para tomar decisiones saludables, lo que a su vez afecta su bienestar general. Impacto en el Bebé Los efectos del estrés prenatal no se limitan a la madre. El bebé también puede verse afectado por el estrés que experimenta la madre. Investigaciones han demostrado que el estrés crónico durante el embarazo puede estar relacionado con un mayor riesgo de complicaciones en el embarazo, como parto prematuro, bajo peso al nacer, e incluso problemas de desarrollo cognitivo y emocional a largo plazo. El estrés también puede activar el sistema nervioso autónomo de la madre, lo que puede alterar los niveles hormonales y, en consecuencia, influir en el desarrollo fetal. Los estudios sugieren que los bebés de madres que experimentan estrés extremo pueden tener un mayor riesgo de sufrir trastornos de ansiedad, dificultades en el aprendizaje o incluso trastornos del comportamiento a medida que crecen. ¿Cómo Manejar el Estrés Prenatal? Aunque es normal experimentar cierto nivel de estrés durante el embarazo, hay estrategias efectivas que pueden ayudar a reducir su impacto: Técnicas de relajación: La meditación, la respiración profunda y el yoga prenatal son herramientas útiles para reducir la ansiedad y el estrés. Apoyo emocional: Hablar con amigos, familiares o un terapeuta puede proporcionar el apoyo necesario para manejar los desafíos emocionales. Ejercicio regular: El ejercicio moderado, como caminar, puede ser muy beneficioso tanto para la madre como para el bebé, ayudando a reducir el estrés y mejorar el bienestar general. Alimentación balanceada y descanso adecuado: Cuidar el cuerpo con una dieta saludable y asegurarse de dormir lo suficiente puede ser crucial para controlar los niveles de estrés. Asesoramiento psicológico: Si el estrés se vuelve abrumador o se convierte en depresión, buscar ayuda profesional es esencial. Conclusión El estrés prenatal es una realidad que muchas mujeres enfrentan durante el embarazo, pero sus efectos no deben ser subestimados. Al tomar medidas para manejar el estrés y buscar apoyo cuando sea necesario, las futuras madres pueden proteger tanto su salud como la de su bebé. Un enfoque integral que combine apoyo emocional, autocuidado y atención profesional es fundamental para navegar este periodo de forma más saludable y menos estresante.  

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¿Cómo enfrentar el estrés postraumático y recuperar el control?

El trastorno por estrés postraumático es el nombre que se le ha asignado al conjunto de manifestaciones perdurables en el tiempo que muestran muchas personas después de haber vivido un acontecimiento traumático severo. El trastorno hace su aparición después de una experiencia traumática. Esta experiencia puede haber ocurrido muy recientemente, como mínimo hace un mes o puede haber ocurrido muy atrás en el tiempo, como, por ejemplo, en la infancia. Se trata siempre de experiencias que en el momento en que ocurrieron causar un fuerte impacto emocional. La mayoría de las personas que sufre este tipo de problemas experimentó un miedo muy intenso, una gran sensación de horror y una profunda sensación de desamparo. Cuando se habla de acontecimiento traumático no nos referimos a cualquier tipo de acontecimiento que pueda resultarnos mas o menos aversivo. Son experiencias traumáticas severas, experiencias que, aunque afectan a un número muy elevado de personas en todo el mundo, suelen ser excepcional en la historia vital de un ser humano. Se trata de experiencias tan extremas que nuestro sistema psicológico se ve desbordado. Lo pueden sufrir, por ejemplo, las victimas de accidente de tráfico, víctimas de catástrofes naturales, violación, abusos físicos o psicológicos en la infancia, violencia doméstica, terrorismo, secuestros o víctimas de guerra. Haber sido víctima de alguna experiencia como las anteriores no necesariamente lleva a sufrir un trastorno por estrés postraumático. Se ha estimado que solamente una cuarta parte de los que experimentan una experiencia traumática severa acaba sufriendo un trastorno por estrés postraumático. El grado de amenaza a nuestra integridad personal, física y psicológica que ha supuesto la experiencia traumática es un factor relevante para que se desarrollen reacciones postraumáticas duraderas. Las personas con trastorno por estrés postraumático manifiestan señales de que hay una elevación de la actividad fisiológica, lo que se puede apreciar en las siguientes manifestaciones: un estado de alerta mas o menos permanente sin que exista ningún peligro aparente, problemas para conciliar y mantener el sueño, respuestas exageradas de sobresalto, dificultad para concentrarse, irritabilidad y ataques de ira. Se trata de un estado de hiperactividad psicofisiológica que interfiere de forma importante con la capacidad de concentración y con el rendimiento cognitivo. Cuáles son los síntomas El trastorno por estrés postraumático es un problema psicológico que se manifiesta en múltiples parcelas. Se trata de una reacción psicológica de cierta complejidad porque produce cambios muy importantes en nuestro funcionamiento psicológico, social, laboral y personal. Muchos de estos cambios ayuden resultar muy difusos y vagos, pero provocan un intenso malestar e interfieren seriamente con el funcionamiento global de las personas afectadas. Por todo ello, en muchas ocasiones, las personas que lo padecen sienten que no pueden explicar con facilidad lo que está ocurriéndoles y pueden ser totalmente incapaces de reconocer el problema y su origen durante mucho tiempo. Además, el trastorno también puede resultar difícil de identificar y entender por parte de las personas mas cercanas al afectado, que desean ayudar y no saben qué esta ocurriendo ni cómo ofrecer ayuda. Impotencia y frustración son dos sensaciones muy habituales en la cadena de afectados por este tipo de trastorno. Poder delimitar y define el problema es una cuestión nuclear tanto para el proceso de recuperación de quien lo padece como para todos aquellos que intervienen en el proceso de ayuda de la persona afectada. Para definir el trastorno resulta de gran utilidad tratar de agrupar el amplio conjunto de manifestaciones que lo caracterizan bajo unos pocos “rótulos” generales que pueden resultar muy esquemáticos, pero que nos permiten poner un cierto orden en la amalgama de sensaciones y sentimientos que experimenta la persona afectada. Uno de dichos rótulos es lo que denominamos fenómenos de reexperimentación. Un trastorno por estrés postraumático se caracteriza porque la persona que lo sufre, aunque no lo desea, siempre revive o recuerda de alguna forma la experiencia traumática que desencadenó el problema actual. El fenómeno de la reexperimentación de lo ocurrido se diferencia del fenómeno del recuerdo normal porque en la reexperimentación los recuerdos de las experiencias traumáticas ocurren de forma involuntaria, no deseada y desencadenan emociones muy desagradables que perturban el funcionamiento del individuo. La reexperimentación puede tomar distintas formas. En algunas ocasiones, la persona evoca la situación traumática de forma tal que entra en un estado psicológico, emocional y fisiológico tan intenso que le lleva a comportarse como si la experiencia estuviese sucediendo de nuevo, perdiendo el contacto con el presente. Éste es el caso de los llamados flashbacks. En otras ocasiones las personas tienen pesadillas recurrentes relacionadas con el trauma que son fácilmente identificables por un observador externo dado el comportamiento manifestado mientras se está durmiendo. Otros experimentan recuerdos recurrentes, intrusos y perturbadores del acontecimiento traumático. Algunas personas experimentan un intenso malestar cuando se ven expuestas a estímulos internos o externos que recuerdan o simbolizan de algún modo el evento traumático. Ese malestar puede ser psicológico (terror) y/o fisiológico (sudoración, aumento de la tasa cardiaca y de la respiración). Por tanto, uno de los síntomas mas frecuentes del Trastorno por estrés postraumático es la reexperimentación de la experiencia. Esto significa que estamos reviviendo de alguna forma la experiencia traumática a pesar de que ésta ya haya pasado y estemos “a salvo”. Existen distintas formas de revivir lo ocurrido, entre ellas las siguientes: Pensamos repetidamente y de forma persistente en lo ocurrido, incluso cuando no lo deseamos hacer o cuando intentamos detener esos pensamientos o recuerdos Tenemos sueños terroríficos relacionados con todo lo que ocurrió y fue tan traumático para nosotros. Además, estas pesadillas desencadenan en nosotros sentimientos muy similares a los que en su momento provocó el acontecimiento traumático. Estamos despiertos y tenemos la sensación de que estamos volviendo a vivir la experiencia viendo o escuchando las mismas cosas que en su momento ocurrieron. Cuando nos exponemos a situaciones que nos recuerdan la experiencia traumática, sentimos una fuerte reacción emocional: miedo, rabia, angustia, etc. Cuando nos exponemos a situaciones en la que algo nos recuerda la experiencia vivida, manifestamos una fuerte reacción fisiológica, como, por

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¿Cómo Reconocer si Tienes Burnout o Solo Estrés?

Entre los expertos dedicados al estudio del estrés, se ha generado mucha discusión sobre la considerada inicialmente una forma particular de estrés, como el denominado síndrome de burnout, en el sentido de si debería ser considerado una mera etapa del estrés o si, en realidad, constituye un fenómeno distinto y con características especificas propias. Entre los que apoyan esta distinción, la principal diferencia que establecen entre estos dos constructos, el estrés y el burnout, es la de que este último siempre está asociado al trabajo, a una actividad laboral y que es una respuesta de estrés que se ha cronificado o una forma de sobrevivir a las condiciones laborales adversas por parte de la persona. En este mismo sentido, diferentes estudios han encontrado otras características diferenciales entre el burnout y el estrés, como la de que el burnout no desaparece después del descanso, aunque éste sea prolongado, pues cuando la persona retorno al trabajo en poco tiempo, vuelven a aparecer todos los síntomas. Por otro lado el burnout también comporta una dimensión social o interrelacional, presente en la despersonalización, lo que no necesariamente ocurre en el estrés. En igual sentido, algunos científicos han encontrado también diferencias en los componentes fisiológicos de las respuestas implicadas en los procesos del estrés y del burnout. La definición o descripción más utilizada del burnout fue formulada por Maslach y Jackson (1981) y en ella se sugería que este síndrome estaba compuesto por tres dimensiones independientes: un estado elevado de agotamiento emocional y de despersonalización acompañado de una disminuida realización personal en el trabajo. El agotamiento emocional alude a la sensación de agotamiento, tanto físico como mental, al sentimiento de no disponer de energía para absolutamente nada, de haber llegado al límite de las posibilidades. La deshumanización se manifiesta por un contacto frio e impersonal con los usuarios de sus servicios pudiendo pasar a adoptar actitudes de cinismo e ironía en la relación con las personas, al igual que una indiferencia sobre lo que puede llegar a ocurrir a los demás. La falta de realización personal evidencia el sentimiento de insatisfacción con las actividades laborales que la persona viene realizando, el sentimiento de insuficiencia, de baja autoestima, de fracaso profesional o de desmotivación, relevando una baja eficacia en el trabajo. Los desencadenantes del burnout pueden ser múltiples y de naturaleza muy variada, lo que imprime una mayor complejidad a este síndrome. Los factores más decisivos para su desarrollo son las características propias de la organización, seguidas por las del tipo de trabajo que se realiza. En este sentido, los cambios organizacionales, el clima laboral del entorno de trabajo, el equilibrio entre responsabilidad y autonomía, la carga laboral, la burocracia, la seguridad, las normas institucionales, la equidad o las posibilidades de promoción y de recompensas se encuentran entre las más citadas. Entre las características del trabajo, por su parte, cabe resaltar los conflictos y/o ambigüedades de rol, la presión, el tipo y el tiempo de ejercicio de la profesión, el trabajo por turnos, la posible existencia de acoso laboral o la relación con los propios compañeros entre otras. Por otra parte, algunos factores o características personales pueden facilitar o retrasar el desarrollo del mismo síndrome. Entre estos factores cabe mencionar el idealismo basado en la disponibilidad de datos poco realistas sobre el tipo de trabajo, la motivación excesiva, un estilo atribuciones de control externo, las estrategias de afrontamiento empleadas, la existencia de un patrón de personalidad tipo A o la resiliencia entre otros. Entre las consecuencias patológicas o síntomas asociados al burnout, éstos pueden ser fiscos, como las jaquecas, los trastornos del sueño, los dolores óseos o musculares, principalmente en el cuello o la nuca, una disminución de la respuesta inmunitaria, una fatiga constante, los posibles problemas cardiovasculares y/o gastrointestinales o las disfunciones sexuales. Los problemas psicológicos, por su parte, pueden consistir en una dificultad de concentración, alteraciones en la memoria, lenificación del pensamiento, una reducida autoestima, labilidad emocional, impaciencia, sentimiento de insuficiencia, paranoia y hasta depresión. En cuanto a las alteraciones comportamentales entre éstas se han identificado una incapacidad para relajarse, irritabilidad, aumento de la agresividad, negligencia o escrúpulos excesivos, reducción de la iniciativa, dificultad para la aceptación de cambios o conductas de alto riesgo que pueden llegar hasta el suicidio. Entre los síntomas defensivos, se han descrito los siguientes: la tendencia al aislamiento, la pérdida del interés por el trabajo o el absentismo laboral. Aunque todos estos síntomas pueden ser similares a los observados en el caso del estrés, pueden ir acompañados de otros como los defensivos de omnipotencia, ironía y cinismo, que son típicamente característicos del burnout. Muchos de los estudios sobre el burnout se han centrado en la evolución del síndrome, existiendo un gran acuerdo entre los autores al describirlo según una secuencia de fases que empezaría por el cansancio emocional, elemento clave del burnout, que en su desarrollo y agravamiento generaría la deshumanización como defensa, llevando todo ello, finalmente, a la reducción de la realización en las actividades propias de su ocupación laboral. En todo este proceso pueden intervenir otras variables que pueden modular el desarrollo del burnout, retardándolo, acelerándolo o manteniéndolo. En este sentido, cabe considerar el apoyo profesional que el trabajador pueda o no recibir, las habilidades sociales que ha desarrollado en su vida, el tipo de trato que tiene con los clientes y el estatus social que comporta su actividad. El instrumento más utilizado  internacionalmente en las investigaciones realizadas sobre el burnout ha sido el MBI- Maslach Burnout Inventory, desarrollado por Maslach y Jackson (1986). En España, por su parte y solo por citar algunos ejemplos, se han desarrollado el CBB-Cuestionario Breve de burnout de Moreno-Jiménez, Bustos, Catalana y Miralles (1997); el CESQT-Cuestionario para la evaluación del síndrome de quemarse por el trabajo de Gil-Monte (2005) y el EPB- Efectos psíquicos del burnout de García (1995).   (Información extraída de Emociones positivas / coordinador, Enrique G. Fernández-Abascal Pirámide Madrid [2009])

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¿Cómo Se Diagnostican y Tratan los Trastornos Psicosomáticos?

Este grupo de trastornos se caracteriza por síntomas físicos causados por factores emocionales y que afectan a un único órgano o sistema, inervado por el sistema nervioso autónomo. Los cambios fisiológicos que acompañan estos trastornos son aquellos que se unen normalmente a ciertos trastornos emocionales, pero que en este caso son más intensos y mantenidos. El paciente puede no ser consciente de su estado emocional (DSM-II). Algunos ejemplos de trastornos psicosomáticos son: acné, alergias, alopecias, edema angioneurótico, arritmias, asma bronquial, jadeo asmático, cardio espasmo, diabetes mellitus, úlcera duodenal, hipertensión esencial, úlcera gástrica, cefaleas, hiperinsulinismo, hipertiroidismo, hipoglucemias, enfermedades autoinmunes, colon irritable, cefalea migrañosa, colitis mucosa, náusea, neuro dermatitis, obesidad, dismenorrea, prurito anal, piloroespasmo, enteritis regional, artritis reumatoide, dolor sacroilíaco, enfermedad de la piel, colitis espástica, taquicardias, cefalea tensional, tuberculosis, colitis ulcerosa, urticaria, vómitos, verrugas. Los autores de este libro quieren destacar por la importancia en las consultas médicas cuatro de ellos para ahondar en mayor profundidad: síndrome de hiperventilación, colon irritable, úlcera péptica e hipertensión esencial. Síndrome de hiperventilación Poco referido en la clínica para la altísima morbilidad de este trastorno. Clínicamente se manifiesta, en los casos más dramáticos, por pérdida de conciencia y en los menos por una progresiva secuencia de síntomas como vacío en la cabeza, vértigo/náuseas, zumbido de oídos, visión borrosa, parestesias. Otros síntomas pueden ser sequedad de boca, llanto o risa incontrolable. Ocasionalmente, tras la hiperventilación, le siguen períodos de apnea. A todo ello se une la aprensión y angustia. La sintomatología es fácilmente reproducible pidiendo al paciente que hiperventile durante unos minutos en la consulta. La hiperventilación es un síndrome fisiológicamente asociado a situaciones de miedo, ansiedad, dolor o rabia. El mecanismo fisiológico consiste en una alcalosis respiratoria que provoca el vaso construcción de las arterias medias del cerebro y del corazón. En el electroencefalograma se aprecia un aumento de ondas lentas de alto voltaje. La aparición de sintomatología se facilita por tres circunstancias: bipedestación, hipoglucemia y edad inferior a 35 años. Es necesario hacer un diagnostico diferencial con epilepsia, histeria, hipoglucemia, crisis vagales, infarto agudo de miocardio, síndrome de StokeAdams y arritmia cardiaca. El tratamiento de la crisis aguda es fácil: el paciente debe inspirar su propio aire preferiblemente en decúbito, ayudándose, por ejemplo, de una bolsa de plástico, hasta que remita la alcalosis. A largo plazo, resulta útil una reeducación de la dinámica respiratoria (relajación, yoga, etc.). En pacientes neuróticos puede ser necesaria una psicoterapia que ponga de manifiesto las situaciones ansiógenas o fóbicas del paciente, por lo que procede la interconsulta para la evaluación y, en su caso, la derivación al especialista. Síndrome de colon irritable Este impreciso síntoma es referido a un estado más o menos crónico durante el cual hay periodos de cambios evidentes en los hábitos intestinales, a menudo asociados con dolor y flatulencia. Supone más del 50% de las consultas realizadas a especialistas del aparato digestivo. Es necesario indicar que un buen número de pacientes diagnosticados de síndrome de colon irritable (SCI) no padecen ningún trastorno gastrointestinal, sino algún trastorno psiquiátrico como trastorno por somatización, neurosis de conversión, preocupaciones hipocondriacas como parte de una sintomatología compulsiva o caracterial más compleja. Otros son ansiosos o depresivos que hipervaloran sus molestias y se auto vigilan. En otro grupo, el síndrome lo motivan dietas inadecuadas, aerofagia o consumo de alcohol. Rara vez es la toma de laxantes o antiácidos lo que subyace tras la sintomatología intestinal. En cualquier mamífero se producen cambios del ritmo intestinal en función de sus vivencias y emociones. En los pacientes con SCI se ha encontrado una alteración fisiológica de mayor reactividad intestinal a esos cambios, fundamentalmente a expensas de un aumento del porcentaje de las ondas de bajo ritmo (tres ciclos por minuto, uno de los dos tipos de ondas intestinales). Asimismo, se ha apreciado que estos pacientes tendrían un bajo umbral al dolor por cambios en la motilidad intestinal. Aunque se ha querido describir un prototipo psicopatológico del paciente con SCI, ha sido imposible. En todos ellos son reconocibles alteraciones crónicas, ya sea en relación con la ansiedad, depresión, resentimiento y la culpa, siempre en un grado moderado. Se ha querido relacionar la diarrea con rasgos de personalidad agresivos y explosivos, y el estreñimiento con la contención de agresividad, tacañería y meticulosidad. No se ha encontrado un tratamiento eficaz para este trastorno. Los ansiolíticos y antidepresivos parecen actuar como un placebo y son los cuidados y atenciones del médico por sí mismos, los que consiguen mayor eficacia. A las personas en las que este trastorno provoca una incapacitación social o un grave deterioro de la autoimagen personal se les debería orientar a una psicoterapia clásica, por lo que deben ser derivadas, para su evaluación al escalón especializado. Úlcera péptica Una gran cantidad de estudios demuestran que los factores psicológicos afectan a la función gástrica. La influencia de estos cambios de función en la producción de úlceras no está del todo aclarada. Quizás, las áreas hiperémicas, la hipersecreción e hipermovilidad que se aprecia en personas que sufren de sentimientos de rabia, frustración o rencor, unido a la fragilidad de la mucosa, dejan el campo abierto a la acción del jugo gástrico sobre la pared. Se han desarrollado múltiples teorías acerca del perfil del paciente ulceroso, de las que la más importante es la de Alexander: una personalidad extraordinariamente dependiente, hecho inconsciente para el propio sujeto y que estaría encubierta con una aparente actitud de hiperdependencia, ambición, emprendedor y competitivo, lo que provocaría una sensación de insatisfacción crónica (“hambre crónica”) que conduciría a una hiperactividad vagal o de hiperproducción de pepsinógeno, que concluiría en hipersecreción de ácido y formación de úlceras. No hay estudios sistematizados sobre la eficacia de los tratamientos de abordaje psiquiátricos. Parece que tanto el asesoramiento para llevar un estilo de vida más familiar como las técnicas cognitivas para reducir el estrés han tenido utilidad fundamentalmente en la prevención de las recaídas. Hipertensión esencial Si bien no se ha encontrado una causa única precipitante de la hipertensión esencial (HE) han sido propuestas, sustentadas en

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¿Qué es el estrés y cómo nos afecta?

El Dr. Hans Selye (al que consideramos el padre en el estudio del estrés), allá por el año 1935, lo definió como: La respuesta adaptativa del organismo ante los diversos estresores. Lo denominó Síndrome general de adaptación. Selye describió tres etapas de adaptación al estrés: Alarma de reacción: cuando el cuerpo detecta el estresor Fase de adaptación: el cuerpo reacciona ante el estresor Fase de agotamiento: por su duración o intensidad empiezan a agotarse las defensas del cuerpo. La palabra estrés viene de la palabra griega stringere, y significa provocar tensión.  También podemos recurrir a la definición que nos llega de la física. En este campo, la palabra estrés (stress) hace referencia a la fatiga de los materiales, es decir, a la presión que ejerce un cuerpo sobre otro. Y, ¿qué entendemos por estresores? Son las circunstancias, situaciones imprevistas o contrariedades, condiciones personales, profesionales…que nos sobrevienen en la vida, y que percibimos consciente o inconscientemente como una amenaza, dificultad, etc. En definitiva, aquellas que vivimos como algo negativo. El estrés es una reacción fisiológica del organismo ante una situación que se percibe como amenazante o con una excesiva demanda. Y, por tanto, podremos decir que depende, por un lado de las demandas del medio (tanto externo como interno) y por otro de la persona. En principio es un mecanismo de protección por el que el organismo trata de responder de forma adecuada a dicha situación. Ante ciertas situaciones que percibimos como amenazantes o desafiantes es una respuesta natural y automática de nuestro cuerpo. El que sea automática no significa que no se pueda modificar. El organismo reacción produciendo cambios neuro-endocrinos a nivel del hipotálamo y de las glándulas hipófisis y suprarrenales, con una gran activación del sistema nervioso autónomo simpático. Por otro lado, nuestro sistema nervioso no distingue entre un estresor físico y real, de otro meramente mental. Es normal sentirnos estresados ante un accidente de coche que estamos a punto de sufrir o si existe un peligro real de ser atropellados, o ante la amenaza de ser atacados por un perro furioso. De igual manera reaccionamos pensando en un futuro examen, en cuando tengamos que hablar en público o cualquier reacción de tipo fóbico. En general, se trata de la adaptación del organismo a la dinámica de la vida cotidiana (los estresores). Y al igual que cada uno de nosotros somos únicos y diferentes (aunque seamos tan parecidos), también la manera en que se manifiesta el estrés es diferente para cada persona, aunque compartamos muchos de sus síntomas. Como el estrés afecta a todas las personas, es importante tener en cuenta que los niños también lo sufren.  En ellos hay multitud de agentes estresores que cada uno vive a su propia manera (la familia con todos sus problemas de discusiones, gritos, exigencias, divorcios con todo lo que conlleva, la escuela con sus deberes y exámenes, aceptación o no por los compañeros…) y, lógicamente también somatizan como los adultos. No caigamos en la trampa de pensar que como son pequeños no padecen de estrés ni de sus consecuencias. “No es el estrés lo que nos mata, es nuestra reacción al mismo” Hans Selye (información extraída de Trata el estrés con PNL de José Pérez Martínez, 2017)

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¿Cuántas clases de estrés existen?

Se pueden distinguir varias clases de estrés: Según sea beneficioso o nocivo El estrés beneficioso o eutrés, indispensable para el desarrollo y funcionamiento del organismo, que nos ayuda a funcionar y rendir mejor. Nos permite actuar de forma adecuada ante los problemas de la vida y nos proporciona mayor creatividad y mecanismos de defensa. Gracias a él ha ido evolucionando la humanidad, ha sido capaz de afrontar problemas y situaciones críticas, nos impulsa a seguir avanzando y aprendiendo, a tener ilusión y motivarnos, a tener objetivos y conseguirlos Estrés nocivo o distrés, dañino que nos afecta de forma negativa. En gran medida se encuentra detrás de casi todas nuestras enfermedades. Es tan cotidiano que ya consideremos normal vivir con él. Para algunos hasta es síntoma de éxito. Según su duración: Estrés agudo, indispensable para nuestra supervivencia. Se produce ante una amenaza inmediata. Los cambios físicos, mentales, emocionales que produce tiene una corta duración. Es como reforzar nuestras defensas a corto plazo frente a eso que percibimos como una amenaza. Se manifiesta como una reacción de luchar o huir, según la evaluación que hagamos de la situación. En ella podemos distinguir dos fases: Una primera fase de activación, en la que toma protagonismo el sistema nervioso autónomo simpático Una segunda fase de recuperación, en el que el protagonista es el S.N. parasimpático Ante una situación de estrés agudo reaccionamos activando el S.N. simpático, produciendo una descarga de cortisol, catecolaminas y encefalina, elevando la cantidad de glucosa en sangre, produciendo una vasoconstricción periférica, taquicardia, taquipnea, midriasis, sequedad en la boca, etc. Cuando se activa el parasimpático, disminuye la frecuencia cardiaca y respiratoria, se estimula la secreción salival, se contrae la pupila ocular, se relaja el esfínter de la vejiga y el anal. Estrés crónico, se produce en caso de una amenaza prolongada en el tiempo o percibida como tal. Es una reacción duradera y en la que se producen cambios psicofísicos prolongados. Hay una verdadera somatización. Si el estrés por su intensidad o duración supera la capacidad de resistencia del organismo, nos vamos a encontrar con trastornos o enfermedades tanto físicas como mentales y emocionales, en el comportamiento con su repercusión a nivel familiar, personal, profesional, etc. El que vivamos uno u otro tiene más que ver con nosotros mismos que con las circunstancias. En gran medida son comportamientos o conductas aprendidos acompañados de un sinfín de creencias que alimentan y fortalecen dichos comportamientos. El ser humano vive más tiempo del que imagina en una especie de trance hipnótico, dando respuestas automáticas como si de un robot se tratara. Los conductistas llaman a esto el proceso de estímulo-respuesta. La respuesta ante el estrés es totalmente individual. Es diferente en cada persona e incluso en cada persona varía según la situación. Su impacto depende en gran medida del control que la persona percibe sobre dicha situación. Que a su vez depende de la actitud, confianza, autoestima, etc. No se trata meramente de la reacción ante un estímulo, tipo causa efecto. Entre la causa y el efecto hay una percepción del hecho, influenciado por el significado que le damos al estresor y la respuesta que nace en nosotros ante el mismo. Como consecuencia de todo lo anterior surge el efecto. Cada vez más se habla de resiliencia y antifragilidad. El termino resiliencia se refiere a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Es el uso de nuestras capacidades para afrontar de forma positiva los periodos o situaciones difíciles o que suponen un contratiempo. El término antifragilidad del profesor Nassim Nicholas Taleb, conlleva no solo resiliencia sino además salir fortalecido de dichas situaciones. “El arte de vivir reside menos en eliminar nuestros problemas que en crecer con ellos” Bernard M. Baruch (información extraída de Trata el estrés con PNL de José Pérez Martínez, 2017

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¿Cómo manejar el estrés?: técnicas que funcionan

El exceso de ruidos, los impactos luminosos, la insistencia publicitaria, la sobrecarga de información o la necesidad de tomar decisiones con rapidez en la vida cotidiana, la angustia por el porvenir, los problemas sentimentales complejos, así como todos los cambios importantes que se experimentan en la rutina individual imponen exigencias sobre los recursos físicos, mentales y emocionales de cada persona. Todas estas circunstancias causan un estado de tensión en el organismo, que a su vez se manifiesta mediante diversas alteraciones, tales como la jaqueca, el insomnio, el reumatismo, el asma, las úlceras, el agotamiento, y la sensación de angustia entre otras, e incluso debilitan las defensas del individuo, que se vuelve más propenso a contraer enfermedades tanto físicas como psíquicas, así como a sufrir accidentes de diversos tipos. En algunas ocasiones es necesario encontrar maneras de liberar las tensiones internas, para lo cual la risa, el llanto o los gritos pueden servir cuando constituyen expresiones reales de esta liberación. Muchas personas desarrollan hábitos de comportamiento o desarrollan ejercicios o técnicas que tienden a aumentar las tensiones en su vida. A pesar del ritmo trepidante de la vida moderna, a algunos individuos el ritmo vital les parece muy lento y dedican su tiempo de ocio a la práctica de algún deporte de riesgo. La gente joven, aburrida y frustrada con una vida urbana y sin motivaciones, puede dedicarse al vandalismo a la delincuencia, con el propósito de dar salida a una tensión y una agresividad incontrolada. Pero para la mayoría de la gente, padecer una sobretensión conlleva numerosos sentimientos desagradables, por lo que es algo que tiende a evitarse; para lo cual se ha desarrollado una industria del ocio que proporciona supuestas abstracciones del estrés, aunque en la mayoría de los casos son más aparentes que reales. TÉCNICAS DE RELAJACIÓN Para relajarse es necesario tomar conciencia del propio cuerpo, ya que mediante su conocimiento se pueden percibir las zonas del organismo donde se manifiestan las tensiones, si bien las más habituales suelen ser la espalda, la nuca y el estómago. La toma de conciencia sobre los diferentes estados del cuerpo debe servir, para que cada individuo corrija las malas posturas y los hábitos indeseados que se adquieren como consecuencia de las tensiones. Las técnicas de relajación, que tuvieron su origen en Oriente hace varios milenios, tienen por objeto obtener una desconcentración psíquica y muscular, es decir, la búsqueda del reposo más eficaz posible. En Occidente, donde dichos conocimientos se han adoptado en una época relativamente reciente, se han desarrollado dos corrientes modernas: la técnica de relajación progresiva del estadounidense Jacobson, que hace hincapié en la relajación del físico y el entrenamiento autógeno del alemán Schultz, que prepara al individuo para aliviar las tensiones mediante el control mental. Ambas técnicas tienen en común la necesidad de movilizar la atención de la persona y parten del principio de que cualquiera que sea el origen del estrés, tanto el cuerpo como la mente, se hallan afectados y comprometidos en el estado de salud de la persona. RELAJACIÓN PROGRESIVA DE JACOBSON El método de relajación progresiva de Jacobson enseña a reconocer las sensaciones particulares que aparecen cuando los músculos se tensar, para llegar a controlar su estado y evitar un desgaste cotidiano de energías. Estudiando las relaciones entre el pensamiento y el cuerpo, Jacobson llegó a la conclusión de que al disminuir la tensión muscular se logra reducir la ansiedad, abandonar las obsesiones, vencer el insomnio y llegar a un estado de equilibrio. Mediante esta técnica se puede conseguir una relajación general de todo el cuerpo o bien una relajación parcial, distendiendo ciertos músculos mientras los demás siguen en actividad. La técnica utilizada consiste básicamente en contraer o bien en tensar los músculos para luego aflojarlos, puesto que así se recupera la posición relajada de ellos. Partiendo de una posición muy cómoda, tumbada con los brazos y las piernas extendidos y sin tocarse, se tensan y se relajan por orden las manos, los brazos, los pies, las piernas y el tronco, metiendo el vientre, arqueando la espalda y realizando profundas inspiraciones, luego se relaja el cuello dejando caer la cabeza a uno y otro lado, y se termina distendiendo los músculos de la cara. Después de unos minutos de relajación se recupera la actividad de forma progresiva, moviendo lentamente los miembros y abriendo los ojos, para recuperar sin brusquedades el contacto con el exterior. EL ENTRENAMIENTO AUTÓGENO DE SCHULTZ Consiste en obtener un estado de desconcentración global, de relajación muscular y distensión psíquica mediante la autosugestión, la concentración sobre fórmulas precisas y la observación de las propias sensaciones corporales. Para practicar esta técnica es imprescindible disponer de un mínimo de comprensión o de autonomía, por lo cual resulta inadecuada para los niños, los enfermos mentales y las personas de edad avanzada. La técnica de Schultz, como la de Jacobson, se puede practicar en posición horizontal o bien sentado en un sillón, con las piernas separadas y los brazos apoyados. De todas maneras, el lugar elegido debe ser preferentemente tranquilo, silencioso, semioscuro y con temperatura agradable. Resulta ideal practicar esta técnica dos o tres veces por día, con una duración de uno a cinco minutos cada vez. La eficacia del entrenamiento autógeno depende de la creencia real en sus fórmulas, puesto que con una actitud escéptica no se alcanzará el grado de autosugestión necesario. El método consta de seis pasos o ejercicios correlativos, que parten de una autosugestión sobre la sensación de pesadez y de calor en todo el cuerpo, el control del funcionamiento de la respiración y de los latidos del corazón, una sensación de calor en el abdomen que evoca el efecto de las comprensas calientes o el baño sobre el vientre, y finalmente una sensación de frescura en la mente como la que se consigue al aplicar agua de colonia en la frente y en la nuca. De las dos técnicas expuestas, a las personas muy racionales les suele convenir el método Jacobson, en tanto que las más intuitivas tienden a seguir

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