Enfermedad mental

¿Cuáles son las reacciones emocionales ante el cáncer?

Cuando una persona padece cáncer en cualquier fase de la enfermedad, sufre un fuerte impacto emocional, su funcionamiento social y laboral puede estar afectad y este malestar se extiende a su familia y amigos. El diagnostico inicial supone un shock, a muchas personas les cuesta creer que pueda ser verdad, se sienten incapaces de tomar decisiones y no saben muy bien qué hacer, surge el miedo y la resolución ante la posibilidad de una enfermedad larga, riesgo de muerte y ruptura de las metas vitales. Durante y después del cáncer es posible vivir con bienestar personal, familiar y laboral, si bien se requiere tiempo para habituarles y adaptarse a la nueva situación. Cada persona responde ante el cáncer y sus tratamientos de un modo diferente, que puede ser variable, de forma que a veces el estado emocional cambia de día en día y de hora en hora. Las reacciones más frecuentes experimentadas por la persona afectada de cáncer son una combinación de las siguientes emociones que se describen a continuación. Miedo El cáncer es la enfermedad más temida, ello se debe a que en nuestro medio social se sostienen mitos que hacen que el cáncer sea sinónimo de muerte inevitable, dolor, incapacidad, desfiguración y sufrimiento ante el que nada se puede hacer. Estas creencias son absolutamente falsas, en la actualidad los tratamientos permiten la curación de la mitad de los pacientes, en otros casos se logra controlar la enfermedad como una condición crónica y siempre se puede disponer de cuidados efectivos para eliminar o paliar el dolor, los síntomas negativos y el sufrimiento o mejorar el bienestar durante la enfermedad. En todos los casos siempre hay algo que se puede hacer. El cáncer suscita miedo pero ¿qué es lo que tiene usted? ¿Tiene miedo a morir? ¿Tiene miedo de sufrir? ¿Es el miedo de que no pueda cumplir sus objetivos vitales? ¿Tiene miedo por sus hijos? Identificar aquello que uno teme es el primer paso para poder hacerle frente. Puede preguntar y asesorarse. Compartir los sentimientos con los familiares, el equipo médico y el psicólogo constituyen una oportunidad para corregir concepciones erróneas y encontrar medios para superar los temores de una forma más eficaz. Hablar de lo que se tiene miedo, exponerse a ello directamente, es la mejor manera de superarlo. Si se siente con dificultades para hacerles frente debe consultar con el psicólogo. Incertidumbre El hecho de no estar seguro acerca de lo que puede suceder, en cuanto al pronóstico, los resultados de los tratamientos y posibles recaídas hace que muchas personas se sientan bajo la espada de Damocles. La preocupación y la rumiación acerca de posibles peligros elevan la ansiedad y puede perturbar la realización de las actividades domesticas, laborales, de ocio y la comunicación con los demás. Para hacer frente a la incertidumbre, en primer lugar se ha de reconocer cómo las dudas y la impredecibilidad producen malestar. A continuación, se han de comunicar las dudas, pedir información y contrastar pareceres con los profesionales sanitarios. Así como aceptar o reconocer que no se puede conseguir una seguridad plena, compartir estos sentimientos con los seres queridos y enfocarse a mantener las actividades valoradas que la persona estaría llevando a cabo si no estuviera pensando o dudando de forma continua. Negación Consiste en no reconocer la enfermedad, el alcance de su gravedad o las consecuencias negativas que pueda tener, debido a la aversión que suscita. Se caracteriza por no querer hablar de la enfermedad, su pronóstico, consecuencias o tratamientos, disminuir su importancia y delegar la responsabilidad en otros. Es una reacción normal a las malas noticias, la persona puede preferir ignorar, tratar de olvidar la situación y dejar que decidan otros si se siente abrumada por la información. Si es temporal y no interfiere con los tratamientos es una reacción adaptativa. Suele ser mucho más beneficioso ser consciente de los temores, expresarlo así a los profesionales sanitarios e ir asimilando la información acerca de cómo se está controlando la enfermedad y adquirir más confianza y seguridad como paso a una participación más activa en las decisiones. Tristeza y sentimientos depresivos Los pensamientos de victimización (qué desgraciado soy), de minusvaloración personal (me siento inútil) o sentimientos negativos acerca de uno mismo (me siento avergonzado de mi cuerpo), la focalización en las quejas acerca de las limitaciones o actividades que no pueden llevarse a cabo debido a la enfermedad o la renuncia  a proyectos deseados provocan estados de tristeza. La disminución de actividades sociales y laborales supone una pérdida de fuentes de gratificación y disminuye la autoestima. Con el objeto de no abrumarse por estos sentimientos, en primer lugar hay que mantener el mayor número de actividades gratificantes y que le hagan a uno sentirse bien, para ello se deben planificar y programar adecuadamente, así como alejarse de aquello que nos resulte molesto y perturbador. En segundo lugar, es efectivo comunicar las emociones y buscar el apoyo de familiares y amigos. Asimismo, hay que aprender a detectar los patrones de pensamiento negativo y sustituirlo por otros positivos que orientan hacia lo que se puede hacer para conseguir un mayor bienestar. Un 25% de los pacientes con cáncer puede desarrollar depresión. Conviene que usted se fije si ha sentido los siguientes síntomas: Tristeza continua la mayor parte del día Perdida de interés o placer en casi todas las actividades la mayor parte del tiempo Perdida o ganancia de peso significativa Enlentecimiento o inquietud y agitación casi todo el día Fatiga o perdida de energía Insomnio, despertarse muy temprano o dormir demasiado Dificultades de atención, recuerdo o toma de decisiones Sentimientos de culpa, minusvaloración personal o desesperanza Pensamientos frecuentes de muerte o suicidio, planes o intentos de suicidio Si cinco o más de estos síntomas le han sucedido casi diariamente durante las últimas dos semanas, y han sido lo suficientemente graves como para interferir con las actividades normales, entonces es necesario consultar con un psicólogo. Rabia o ira Una persona enferma con frecuencia se pregunta ¿Por qué me tiene que suceder esto

¿Cuáles son las reacciones emocionales ante el cáncer? Leer más »

¿Cómo tratar a una persona con trastorno explosivo intermitente?

Los arrebatos agresivos impulsivos (o basados en la ira) del trastorno explosivo intermitente presentan un inicio rápido y típicamente un escaso o nulo período prodrómico. Los arrebatos suelen durar menos de 30 minutos y se producen frecuentemente como respuesta a una pequeña provocación por parte de un amigo íntimo o una persona cercana. Los individuos con trastorno explosivo intermitente a menudo presentan episodios menos graves de agresión verbal o física que no provocan daños, destrucción ni prejuicios (Criterio A1) entre los episodios disruptivos/agresivos más graves (Criterio A2). El criterio A1 define que los arrebatos agresivos frecuentes (es decir, dos veces por semana, de media en un periodo de 3 meses) están caracterizados por berrinches, diatribas, disputas verbales o peleas, o agresiones sin dañar bienes ni herir a animales u otros individuos. El criterio A2 define que los arrebatos agresivos impulsivos poco frecuentes se caracterizan por dañar o destruir objetos a pesar de su valor tangible o por agredir/golpear o realizar cualquier acción que cause daño físico a un animal o a otro individuo. Pese a la naturaleza de los arrebatos agresivos impulsivos, la característica principal del trastorno explosivo intermitente es la falta de control del comportamiento agresivo impulsivo en respuesta a una provocación experimentada subjetivamente que no produciría normalmente un arrebato agresivo (Criterio B). Los arrebatos agresivos son generalmente impulsivos o basados en la ira, más que premeditados o instrumentales (Criterio C), y se asocian con un significativo malestar o deterioro en el funcionamiento psicosocial (Criterio D). El diagnóstico de trastorno explosivo intermitente no debería darse en individuos más jóvenes de 6 años o de un nivel de desarrollo equivalente (Criterio E), ni en individuos cuyos arrebatos de agresividad se expliquen mejor por otros trastornos mentales (Criterio F). El diagnóstico de trastorno explosivo intermitente no debería realizarse en los individuos con trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo ni en aquellas personas cuyos arrebatos de agresividad impulsivos sean atribuibles a otras afecciones médicas o a los efectos fisiológicos de una sustancia (Criterio F). Además, los niños de edades comprendidas entre los 6 y 18 años no deberían recibir este diagnóstico cuando los arrebatos de agresividad impulsiva se producen en el contexto de un trastorno de adaptación (Criterio F). Características asociadas que apoyan el diagnóstico Los trastornos del estado de ánimo (unipolares), los trastornos de ansiedad y los trastornos por consumo de sustancias se asocian con el trastorno explosivo intermitente a pesar de que el inicio de dichos trastornos es típicamente más tardío que el del trastorno explosivo intermitente. Prevalencia Los datos de prevalencia-año del trastorno explosivo intermitente en Estados Unidos son de aproximadamente del 2,7% (definición restrictiva). El trastorno explosivo intermitente es más prevalente en las personas más jóvenes (p.ej., menores de 35-40 años) que en los individuos de más edad (mayores de 50 años) y en los individuos con estudios de secundaria o inferiores. Desarrollo y curso El inicio del comportamiento agresivo impulsivo, problemático y recurrente es más frecuente en la infancia tardía o la adolescencia y raramente se da por primera vez después de los 40 años. Las principales características del trastorno explosivo intermitente son típicamente persistentes y continúan durante muchos años. El curso del trastorno puede ser episódico, con períodos recurrentes de arrebatos agresivos impulsivos. El trastorno explosivo intermitente parece seguir un curso crónico y persistente durante muchos años. También parece ser bastante frecuente más allá de la presencia o ausencia del trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) o de los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta. Factores de riesgo y pronóstico Ambientales. Los individuos con antecedentes de trauma emocional y físico durante las dos primeras décadas de vida tienen un mayor riesgo de presentar el trastorno explosivo intermitente. Genéticos y fisiológicos. Los familiares de primer grado de los individuos con trastorno explosivo intermitente tienen un mayor riesgo de presentar dicho trastorno explosivo intermitente y los estudios de gemelos han demostrado una influencia genética sustancial en la agresión impulsiva. Existen estudios que proporcionan apoyo neurobiológico a la presencia de anormalidades serotoninérgicas, globalmente y a nivel cerebral, específicamente en áreas del sistema límbico y el córtex orbitofrontal de los individuos con trastorno explosivo intermitente. La respuesta de la amígdala a los estímulos visuales de la ira durante la resonancia magnética funcional es mayor en los individuos con trastorno explosivo intermitente que en las personas sanas. Aspectos diagnósticos relacionados con la cultura La menor prevalencia del trastorno explosivo intermitente en algunas regiones (Asia, Oriente Medio) o países (Rumanía, Nigeria), en comparación con Estados Unidos, sugiere que o no se ha obtenido la información pertinente sobre los comportamientos agresivos impulsivos, problemáticos y recurrentes al preguntar por ellos, o que es menos probable su presencia debido a factores culturales. Aspectos diagnósticos relacionados con el género En algunos estudios, la prevalencia del trastorno explosivo intermitente es mayor en los hombres que en las mujeres (odds ratio = 1,4-2,3); otros estudios no han encontrado diferencias de género. Consecuencias funcionales del trastorno explosivo intermitente A menudo se producen problemas sociales (ej. pérdida de amigos y familiares, inestabilidad matrimonial), laborales (ej. degradación de categoría laboral, pérdida del empleo), económicos (ej. debido al valor de los objetos destruidos) y legales (ej. acciones civiles como resultado del comportamiento agresivo contra personas o propiedades; cargos penales por agresión) a consecuencia del trastorno explosivo intermitente. Diagnóstico diferencial No debería realizarse el diagnóstico del trastorno explosivo intermitente cuando los criterios A1 y A2 se cumplen solamente durante un episodio de otro trastorno mental (ej. trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, trastorno psicótico), ni cuando los arrebatos impulsivos son atribuibles a otras afecciones médicas o a los efectos fisiológicos de una sustancia o medicación. Este diagnóstico tampoco debería realizarse particularmente en los niños y adolescentes en edades comprendidas entre los 6-18 años cuando los arrebatos agresivos impulsivos se producen en el contexto de un trastorno de adaptación. Otros ejemplos en los que los arrebatos agresivos impulsivos, problemáticos y recurrentes pueden o no diagnosticarse como trastorno explosivo intermitente son los siguientes: Trastorno de desregulación disruptiva del

¿Cómo tratar a una persona con trastorno explosivo intermitente? Leer más »

¿Es el voyerismo una enfermedad mental?

Los criterios diagnósticos del trastorno de voyerismo pueden aplicarse tanto en a los individuos que en mayor o menor medida admiten libremente este tipo de parafilias como a aquellos que niegan categóricamente cualquier tendencia sexual a observar a personas desprevenidas cuando estén desnudas, desnudándose o dedicadas a realizar actividades sexuales a pesar de haber pruebas de lo contrario. Si los individuos que lo admiten explican también malestar o problemas psicosociales debido a sus preferencias sexuales voyeurísticas, entonces se pueden diagnosticar de trastorno de voyerismo. Por otro lado, si refieren que no sufren malestar, demostrado por ausencia de ansiedad, obsesiones, culpa o vergüenza por estos impulsos parafílicos, no hay un deterioro en otras áreas importantes del funcionamiento debido a sus intereses sexuales y sus antecedentes psiquiátricos o legales indican que no actúan de esa manera, entonces puede afirmarse que tienen un interés sexual de voyerismo, pero no deben ser diagnosticados de trastorno de voyerismo. Entre los individuos que no lo admiten se incluyen, por ejemplo, los que han espiado repetidamente en distintas ocasiones a personas desprevenidas que están desnudas o dedicadas a una actividad sexual pero que niegan cualquier deseo irrefrenable o fantasía relacionada con dicho comportamiento sexual y que pueden explicar que los episodios conocidos de observación de personas desprevenidas que están desnudas o en actividad sexual fueran esporádicos y no sexuales. Otros individuos pueden reconocer episodios anteriores de observación de personas desprevenidas que estaban desnudas o sexualmente activas, pero rebatir cualquier interés sexual significativo o continuado de ese comportamiento. Desde el momento en que los individuos niegan tener fantasías con la observación de terceras personas desnudas o en actividad sexual, dichos individuos también negarán sentirse subjetivamente mal o presentar deterioro en lo social debido a sus impulsos. El comportamiento voyeurístico recurrente constituye un argumento suficiente a favor del voyerismo y simultáneamente demuestra que ese comportamiento de motivación parafílica causa daño a terceras personas Espiar “recurrentemente” a personas desprevenidas que están desnudas o manteniendo relaciones sexuales (varias víctimas, diferentes en cada ocasión) puede ser interpretado, como norma general, como la presencia de tres o más víctimas en diferentes ocasiones. Un menor número de víctimas puede satisfacer el criterio siempre que se espíe a la misma victima en varias ocasiones o si hay pruebas que confirman un interés distinto o preferente en observar a escondidas a personas desprevenidas que están desnudas o en actividad sexual. Nótese que la existencia de varias víctimas, como se ha sugerido anteriormente, es condición suficiente pero no necesaria para el diagnóstico; los criterios también pueden cumplirse si el sujeto reconoce un interés sexual voyeurístico intenso. El marco temporal del Criterio A, en el que los signos o síntomas del voyerismo deben a ver persistido durante al menos 6 meses, debe entenderse como una pauta general, no como un umbral estricto, con el fin de asegurar que el interés sexual en observar a escondidas a personas desprevenidas desnudas o en actividad sexual no es meramente transitorio. La adolescencia y la pubertad generalmente incrementan la curiosidad y la actividad sexual. Con el fin de atenuar el riesgo de patologizar el interés y el comportamiento sexual que son normales durante la adolescencia puberal, la edad mínima para el diagnóstico del trastorno de voyerismo se establece en 18 años (Criterio C). Criterios diagnósticos Durante un periodo de al menos seis meses, excitación sexual intensa y recurrente derivada de la observación de una persona desprevenida que está desnuda, desnudándose o dedicada a una actividad sexual y que se manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o comportamientos El individuo ha cumplido estos deseos sexuales irrefrenables con una persona que no ha dado su consentimiento o los deseos irrefrenables o fantasías sexuales causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. El individuo que experimenta la excitación y/o que actúa con un deseo irrefrenable tiene como mínimo 18 años de edad Especificar si: En un entorno controlado: este especificador se aplica sobre todo a individuos que viven en una institución o en otros ámbitos en los que la oportunidad de un comportamiento voyueurista es limitada. En remisión total: el individuo no ha cumplido sus deseos irrefrenables con una persona sin su consentimiento, y no ha existido malestar ni problemas sociales, laborales o en otros campos del funcionamiento durante al menos cinco años en los que ha estado en un entorno no controlado El especificador “en remisión total” no implica la presencia o ausencia continuada de vouyerismo per se, que puede estar presente después de que los comportamientos o el malestar hayan remitido. Prevalencia Los actos de voyerismo son los más frecuentes para un potencial comportamiento sexual delictivo. La prevalencia entre la población del trastorno de voyerismo se desconoce. Sin embargo, basándose en muestras no clínicas de actos sexuales voyeurísticos, la máxima prevalencia del trastorno de voyerismo a lo largo de la vida es aproximadamente el 12% en los hombres y el 4% en las mujeres. Curso y desarrollo Los hombres adultos con trastorno de voyerismo a menudo se dan cuenta por primera vez en la adolescencia de su interés por espiar a escondidas a personas desprevenidas. Sin embargo, la edad mínima para el diagnóstico del trastorno de voyerismo es de 18 años por la dificultad que entraña diferenciarlo de la curiosidad y la actividad sexual propias de la pubertad a esas edades. La persistencia del voyerismo a lo largo del tiempo no está clara. El trastorno de voyerismo, sin embargo, requiere por definición uno o más factores contribuyentes que pueden variar con el tiempo con o sin tratamiento: malestar subjetivo (p.ej., culpa, vergüenza, frustración sexual intensa, soledad), morbilidad psiquiátrica, hipersexualidad e impulsividad sexual, deterioro psicosocial y propensión a comportarse sexualmente espiando a personas desprevenidas desnudas o en actividad sexual. Por lo tanto, el curso del trastorno de voyerismo es probable que cambie con la edad., Factores de riesgo y pronóstico Temperamentales. El voyerismo es una condición previa necesaria del trastorno de voyerismo, por consiguiente, los factores de riesgo del voyerismo deberían a su vez incrementar las

¿Es el voyerismo una enfermedad mental? Leer más »

¿Qué enfermedades provoca el consumo de alcohol y tabaco?

La cultura occidental ha convertido la elaboración de las bebidas alcohólicas en un arte diverso y sofisticado. Los consumidores han aprendido a conocerlas y a disfrutar de sus ventajas, aunque socialmente se observan ciertas consecuencias como violencia, embrutecimiento e infinidad de accidentes como resultados de los excesos. El alcohol tiene el poder de relajación para hacer frente a la ansiedad. Mezcla con la desinhibición sentimientos tan opuestos como la extroversión y la depresión, la actividad y el sopor o la autosuficiencia con una frágil sensibilidad. Todas las personas conocen los efectos del exceso de alcohol en el organismo. No obstante, pocos saben las consecuencias que acarrea a los alcohólicos intentar dejar de beber asiduamente. Quienes lo hicieron, experimentaron temblores y convulsiones, además de alucinaciones desagradables y una completa desorientación mental, situación desconocida como delirium tremens, durante casi una semana, lo cual produce un deterioro mental irreversible en una elevada proporción de individuos. TABACO Y ALCOHOL El tabaco y el alcohol forman parte del entorno ambiental del individuo y son aceptados por la sociedad, la cual permite y fomenta su consumo. El tabaco proviene de la elaboración de diversas especies de plantas originarias de América, la más importante de las cuales es la Nicotina Tabacum, de la familia de las solanáceas. Según la Organización Mundial de la Salud, el tabaco crea una dependencia psíquica fuerte y una dependencia física leve. Se acepta según esto, que es la forma más extendida de dependencia de una droga. Los efectos nocivos son causados por los componentes del humo del tabaco, que son la nicotina,  el monóxido de carbono, las sustancias irritantes y los distintos compuestos cancerígenos, el principal de los cuales es el alquitrán. La nicotina es la sustancia química responsable de la dependencia del tabaco, del síndrome de abstinencia y del conjunto de molestias que se producen al dejar de fumar. Es el componente esencial que convierte al tabaco en una droga. El alquitrán está formado por un gran número de sustancias, algunas de ellas como los benzopirenos, con acción cancerígena. El monóxido de carbono es un gas integrante del humo del  tabaco. Tiene una gran capacidad de combinación con la hemoglobina de la sangre, disminuyendo la capacidad de ésta para transportar oxígeno a los diferentes tejidos del cuerpo, debido a lo cual, provoca sobre todo, trastornos de tipo nervioso y circulatorio. Las sustancias irritantes (como la acroleína) irritan las mucosas respiratorias y son las responsables de la tos típica del fumador. Las repercusiones que el hábito de fumar tiene sobre la salud del fumador pueden ser muy graves y también pueden tenerlas los fumadores pasivos. Es un error creer que los efectos negativos se limitan a una simple irritación que provoca tos o bronquitis. Está perfectamente demostrado que la expectativa de vida de los fumadores es más baja que la de los no fumadores, y que guarda relación con el consumo diario y con la edad en que se empezó a fumar ENFERMEDADES PRODUCIDAS POR EL TABACO Entre las enfermedades más frecuentes que encontramos producidas por el tabaco: Inflamación e irritación de las vías respiratorias. Formación de tejido precanceroso en los bronquios y los pulmones que puede derivar en cáncer bronquiopulmonar. Bronquitis crónica y enfisema pulmonar Infarto y arteroesclerosis Gingivitis inflamatoria o ulcerosa. Cáncer de lengua, de mucosas y de suelo de la boca Cáncer de vías urinarias y de vejiga Complicaciones en el embarazo Úlceras gástricas, gastritis y esofagitis. PREVENCIÓN Y RECUPERACIÓN La prevención de las drogodependencias según los expertos tiene tres objetivos: El primero consiste en tratar de evitar la aparición de la drogodependencia antes de que se produzca. El segundo tiene como fin el descubrir cuanto antes la drogodependencia, de modo que permita atajarla o como mínimo evitar que siga progresando. El tercero tiene como objetivo frenar la drogodependencia e iniciar la recuperación del drogadicto. La prevención de la aparición de la drogodependencia es una batalla que hay que librar en varios frentes. El primero de ellos es el interior del grupo familiar, procurando proporcionar a los hijos la información precisa sobre las nocivas consecuencias del consumo de drogas y sobre todo potenciando un ambiente familiar donde el joven se sienta orientado y comprendido. Esta labor informativa debe ser complementada por la escuela, los medios de comunicación y la sociedad en general. Otra batalla para la prevención ha de ser librada por los administradores del Estado haciendo todo lo posible para reducir y eliminar la posibilidad de disponer de drogas por parte de los ciudadanos combatiendo el narcotráfico. Desgraciadamente, las medidas preventivas a veces no son suficientes y por ello, hay que estar atentos para detectar si alguien de nuestro entorno ha sido atrapado por la droga. Los síntomas son muy variados, según la droga que se esté administrando, pero los más visibles y comunes suelen consistir en un cambio muy notable del comportamiento que entraña el alejamiento del núcleo familiar, el descenso notable en el rendimiento escolar, el cambio de amigos, los cambios súbitos e injustificados de humor, el abandono de las que habían sido sus aficiones y mayor necesidad de dinero cuyo destino le resulta difícil explicar, entre otros. Si se han detectado estos síntomas la actitud a adoptar por parte de padres y educadores ha de consistir no solo y en primer lugar en evitar una actitud de rechazo, sino en propiciar además un acercamiento, con el fin de establecer un diálogo fructífero que permita al afectado comentar sus problemas con personas de su entorno, evitando así que solo se sienta comprendido por su “vasca” por el círculo de compañeros en su misma situación, quienes en nada podrán ayudarle. Son muchos los pasos que hay que dar y mucha la paciencia necesaria para ayudar a un drogodependiente en su recuperación e imposible enumerarlos aquí, por lo que es muy aconsejable contactar desde el primer momento con cualquiera de las muchas instituciones que se dedican a la recuperación de drogodependientes donde aconsejarán a los familiares sobre la actitud a seguir. Cuando el drogadicto ha llegado a

¿Qué enfermedades provoca el consumo de alcohol y tabaco? Leer más »

¿Qué tipos de trastorno bipolar existen?

Ser bipolar es una enfermedad crónica mental que afecta al estado de ánimo. No es fácil de detectar porque a menudo se confunde con la depresión. Es algo crónico, pero con tratamiento adecuado el paciente puede hacer una vida normal en todos los ámbitos de la vida. Depresión y Bipolaridad. Conocerlas para Vencerlas: Tanto juntos como por separado los trastornos psico emocionales, son actualmente, la gran plaga de nuestra sociedad Trastorno bipolar: Una guia para el paciente y su familia Manual práctico del Trastorno Bipolar: Claves para autocontrolar las oscilaciones del estado de ánimo PSICOTERAPIA EN EL TRASTORNO BIPOLAR: Un abordaje integral Trastorno bipolar de tipo 1 Corresponde al patrón clásico de la enfermedad, y su rasgo diferencial básico es la presencia de manía. El patrón más frecuente es el de manía seguida de depresión mayor. Los síntomas psicóticos pueden aparecer tanto en la fase maniaca como en la depresiva, pero también es posible que estén ausentes. Las principales dificultades en el diagnóstico diferencial se producen con la esquizofrenia, probablemente por la sobrevaloración de la eventual presencia de síntomas psicóticos aparatosos, como los que Kurt Schneider consideró de “primer rango” y porque no se presta la debida atención al curso previo de la enfermedad Trastorno bipolar de tipo 2 Consiste en la combinación de episodios depresivos mayores con hipomanías espontáneas. La comunidad científica está dividida entre quienes consideran que los pacientes depresivos con hipomanías asociadas a tratamientos antidepresivos deben clasificarse como bipolares II y quienes prefieres clasificarlos como unipolares con episodios hipomaníacos inducidos por sustancias, opción que se corresponde con la clasificación DSM-IV. Diversos estudios indican que el trastorno bipolar tipo II es una categoría válida, distinta del trastorno bipolar tipo I y del trastorno unipolar en aspectos genéticos, biológicos, clínicos, evolutivos y farmacológicos. El trabajo pionero de Ayuso y Ramos ya apuntó, como han demostrado estudios posteriores, que el hecho de que el tipo II se asociara a una mayor benignidad clínica iba acompañado con frecuencia de una mayor malignidad evolutiva, en el sentido de un mayor número de episodios. Aunque ésta es una categoría bastante estable, entre un 5 y un 15% de los afectados acaban presentando algún episodio maniaco y convirtiéndose en bipolares I. Muchos bipolares II son diagnosticados y tratados como si fueran pacientes unipolares, porque el paciente solo acude a su médico cuando está deprimido. Todo paciente deprimido debe ser interrogado, si es posible con asesoramiento familiar, acerca de eventuales antecedentes de hipomanía. El trastorno bipolar II podría ser una de las categorías con mayor comorbilidad y mayor riesgo de suicidio. Ciclotimia Se considera una variante menor del trastorno bipolar y a menudo evoluciona hacia el tipo II con menor frecuencia hacia el tipo I. Para Akiskal, evocando a Kraepelin, la ciclotimia constituye el sustrato temperamental de los trastornos bipolares. Se caracteriza por su curso crónico y la elevada frecuencia de los episodios, hasta el punto que el DSM-IV considera un criterio de exclusión la ausencia de episodios durante solo 2 meses. Se trata de episodios de intensidad leve, pero su elevada frecuencia y los cambios de conducta que los acompañan acaban comportando complicaciones psicosociales. A muchos pacientes ciclotímicos se les diagnostica un trastorno límite de la personalidad. En algunos casos existe comorbididad con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad del adulto. Estos pacientes son resistentes a los tratamientos antidepresivos, sobre todo con tricíclicos, pero también con IMAO, y responden mejor a eutimizantes. Otros trastornos bipolares Algunos autores han propuesto nuevos subtipos categóricos, como el trastorno bipolar de tipo III (Akiskal, 2000) para pacientes con antecedentes familiares de trastorno bipolar que presentan depresiones e hipomanías únicamente durante el tratamiento antidepresivo. Este mismo autor define la existencia de pacientes con temperamento hipertímico que presentan episodios depresivos cuyas características psicobiológicas les acercarían más al espectro bipolar que al unipolar, y depresiones ansiosas que podrían considerarse estados mixtos. En el otro extremo, también los trastornos esquizoafectivos y las psicosis cicloides podrían formar parte del espectro, aunque los primeros tienen un lugar reconocido en las dos taxonomías vigentes.     (extraído de Manual de psicoeducación para el trastorno bipolar. Autores: Francesc Colom, Eduard Vieta, 2004)  

¿Qué tipos de trastorno bipolar existen? Leer más »

¿Qué es la depresión?

La depresión mental es uno de los síntomas más frecuentes en psiquiatría y puede observarse prácticamente en todas las enfermedades físicas y mentales, pero desde un punto de vista psiquiátrico es común referirse con este término a un verdadero síndrome depresivo que es por sí mismo una entidad patológica independiente. Desde las formas ligeras, que pueden considerarse una reacción emocional normal a sucesos o circunstancias que parecen justificar el estado de ánimo del enfermo, hasta las formas francamente patológicas y delirantes, como la melancolía, existe toda una gama de situaciones depresivas de diferente intensidad y matices. Síntomas de la depresión En todo síndrome depresivo los síntomas se acompañan siempre de otros trastornos  patológicos; así, la cefalalgia, la fatiga, la inapetencia y el estreñimiento están presentes en más de la mitad de los casos, y el insomnio es constante. Es frecuente que los enfermos deprimidos interpreten su depresión como el resultado, y no como la causa de sus molestias orgánicas , las cuales comúnmente constituyen el objetivo de consulta médica. Los rasgos afectivos que caracterizan la depresión mental son una profunda tristeza, acompañada de ideas de desesperanza, indignidad y culpabilidad basadas muchas veces en remordimientos y escrúpulos por acciones realizadas años atrás y que, imparcialmente consideradas, carecen de importancia; en los casos más intensos hay una inhibición motora general y una dificultar para iniciativas de cualquier tipo. Las depresiones leves son frecuentes, en especial en la edad media de la vida y pueden pasar inadvertidas durante mucho tiempo incluso  al médico que asiste al paciente. Las depresiones más intensas tienen gran importancia por la tendencia a acompañarse de impulsos suicidas que obligan a menudo a una estrecha y constante vigilancia del enfermo. El peligro de suicidio es mayor al principio del tratamiento, pues la inhibición motora cede antes que el ánimo depresivo y el enfermo, que hasta entonces no había tenido suficiente iniciativa para llevar a la acción sus impulsos suicidas, puede hacerlo en esta fase de transición hacia la mejoría. La farmacología en la depresión El capítulo de la farmacología de la depresión es uno de los que más ha progresado en los últimos años. Actualmente se cuenta con gran número de fármacos que dan muy buenos resultados. Aunque su acción puede parecer reducirse a disminuir la duración de la depresión, este resultado es ya muy apreciable si se tiene en cuenta el sufrimiento que ahorra al enfermo y a sus familiares, y el hecho de que el riesgo de suicidio, que sigue siendo importante, disminuye proporcionalmente a la reducción del tiempo que dure la enfermedad. En los casos graves, en especial en la melancolía, siguen estando indicados los electrochoques a pesar de ser un tratamiento empírico. El tratamiento psicoterápico o psicoanalítico es el ideal para los casos de depresión de tipo neurótico, que son los más frecuentes, puesto que es el único que se encamina a una reestructuración de la personalidad neurótica previa. Desde el punto de vista psicodinámico la depresión es en todo comparable  a la situación de duelo, con la diferencia de que éste es un estado de depresión transitorio y normal, producto de la elaboración psíquica de la pérdida de un ser querido, mientras que la depresión mental es un estado patológico ante una pérdida que muchas veces no es real, sino simbólica, y supone una incapacidad previa para enfrentar tales situaciones que tiene sus raíces en la deficiente elaboración de las situaciones infantiles de separación (nacimiento, destete, separación prematura de la madre, fallecimiento de ésta, o del padre, o de algún hermanito, etc.)

¿Qué es la depresión? Leer más »