deterioro cognitivo

¿Cómo diseñar un programa de ejercicio físico adaptado a personas con demencia?

Demencia y Alzheimer Cuando las personas envejecen, el peso del cerebro se reduce entre un 10 y un 20% y su flujo sanguíneo entre un 30 y 40%. Estos cambios dan lugar a un conjunto de deterioros cognitivos, como pérdidas de memoria, de tiempo de reacción o de capacidad de aprendizaje. Este proceso puede llevar a casos de Incapacidad Cognitiva Suave o a situación más graves como es la demencia, que afecta en España a 600.000 personas siendo el Alzheimer el caso de demencia más común, con 400.000 afectados en España. El ejercicio físico es uno de los factores relacionados con los estilos de vida que podría estar implicado en el retraso del deterioro cognitivo, siendo así una posible herramienta para reducir el riesgo de padecer una de estas enfermedades o retrasar la evolución de la misma. Diferentes mecanismos que podrían contribuir a este hecho están siendo investigados. Así pues se ha observado que el ejercicio produce un incremento del flujo sanguíneo al SNC, mejora la utilización del oxigeno y la glucosa, favorece la regulación de neurotransmisores y estimula la liberación de calcio, todo ello necesario para mantener el funcionamiento neuronal. Siguiendo el Modelo de Fases, se puede dividir la progresión del Alzheimer en tres fases: Fase I. donde apenas hay pequeñas pérdidas de memoria como no saber dónde se ha dejado algún objeto u olvidar algún nombre. Puede ir asociado por cierta ansiedad ante esas pequeñas pérdidas de memoria Fase II. Aparece la confusión y ciertas incapacidades cognitivas, incluye problemas de pérdida de memoria a corto plazo, concentración y orientación. Fase III. Se incrementan los delirios, la agitación, pérdida de habilidades básicas y la incontinencia. El ejercicio para pacientes de Alzheimer además mejorar la movilidad, mejora el estado de ánimo y la calidad de vida. En el caso de demencias más severas, el ejercicio ha demostrado ser capaz de reducir la frecuencia de los comportamientos indeseados y de mejorar la comunicación y la participación social. Recomendaciones para la evaluación En los estados intermedios y avanzados de la enfermedad los test se hacen difíciles de realizar o incluso imposibles, por lo que estos son de utilidad generalmente en los estados iniciales. Para llevar a cabo estos test, deben ser entrenados y repetidos varias veces de manera previa al test, para permitir un aprendizaje y una rutina en los sujetos. Si el sujeto queda con agitación o confusión se detendrá el test y se aplazará. A ser posible, los test se realizarán por la mañana ya que en estos pacientes suele haber más funcionalidad en las primeras horas de la mañana. Al ser una población aislada y por lo general dependiente, debe analizarse previamente el resto de posibles contraindicaciones y patologías que deban tenerse en cuenta durante el test. Recomendaciones para la programación de ejercicios Tres elementos deben tenerse en cuenta de forma principal al trabajar con enfermos de Alzheimer o demencia. Intentar minimizar el deterioro físico y mental de los participantes Saber reconocer los cambios de comportamiento y actuar para evitar periodos de agitación Dar apoyo y confianza a los cuidadores para que sigan trayendo a los pacientes a las sesiones de actividad física. Generalmente se recomiendan programas de baja intensidad relacionados con la actividad de la vida diaria comunes de los sujetos. Para este nivel de actividad realizar test previos es innecesario. Durante los estadios iniciales de la enfermedad, los usuarios podrán participar de diversos tipos de actividad física. Uno de los principales problemas de los programas con personas con Alzheimer es la pérdida de memoria de los usuarios. Olvidan asistir a las sesiones u olvidan las tareas o las rutinas aprendidas. La depresión es un síntoma común durante los estadios tempranos de la enfermedad, provocando en muchos casos el abandono de los programas. Los programas deben articularse en torno a tres sencillos pilares, consistencia, paciencia y diversión. El entrenador debe dar constantemente feedback positivo para reforzar la asistencia de los usuarios. Las rutinas sencillas como caminar, la bicicleta o rutinas simples de pesas son preferibles que actividades más complejas de coordinar y recordar. Es interesante establecer rutinas consistentes en los primeros estadios de la enfermedad para que estas perduren en el tiempo de la mejor manera posible. Hay que tener en cuenta que la inestabilidad emocional y los cambios bruscos de comportamiento pueden dificultar los programas de ejercicios en estadios más avanzados. Los programas deberían centrarse en actividades de baja intensidad que las personas puedan disfrutar con objetivos fácilmente alcanzables. La supervisión constante es requerida en los estadios intermedios y avanzados de la enfermedad. A medida que la enfermedad avance los programas deberían volverse más sencillos, deberá tenerse en cuenta los episodios de agitación y los cambios de humor bruscos, y con las pérdidas de memoria se hará necesaria una guía verbal o física en los ejercicios. Los cambios de ánimo pueden volver al sujeto agresivo, estos cambios suelen durar pocos minutos y el paciente tiende a olvidar lo sucedido. El entrenador debe tener claro que estos episodios son causa de la enfermedad y no debe permitir que afecten a su programa de trabajo y a su motivación hacia el mismo. A veces la música puede ayudar a mantener calmados a los usuarios durante las sesiones. Para los entrenamientos de fuerza será útil el uso de gomas, fortaleciendo los músculos posturales, los músculos que vayan presentando debilidad con 10-12 repeticiones o lo que se tolere Los ejercicios de trabajo aeróbico como caminar deben centrarse en la diversión y el mantenimiento de la funcionalidad. Los ejercicios de flexibilidad deberían hacer hincapié e músculos posturales y a ser posible que se puedan hacer de pie o desde una silla, ya que levantarse y sentarse en el suelo puede ser complicado para los usuarios. Dada la pérdida de memoria de los sujetos, no se debe presuponer que el sujeto habrá aprendido nada de una sesión a la siguiente. Es interesante usar tareas que fortalezcan las habilidades que todavía posee el sujeto. Debido a las pérdidas de atención, es interesante el

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¿Cómo se diagnostica la enfermedad de Pick y qué pruebas se utilizan?

Por razones históricas, la enfermedad de Pick es mal conocida en la literatura y a veces no se diferencia de los casos atípicos de Alzheimer. Los primeros síntomas suelen aparecer entre 40 y 50 años, aunque hay descritos casos que comienzan en los treinta. La frecuencia de Pick no incrementa con la edad sino que aumenta hasta los 58 años y luego decrece. La evolución puede durar entre 5 y 15 años. La incidencia clínica es difícil de estimar ya que a menudo solo se diagnostican postmortem. Se ha estimado una razón de 50 a 100 casos de Alzheimer por cada caso de Pick. Un aspecto a resaltar es la alteración de los instintos. Hay un incremento de apetito y puede darse pica (ingesta de objetos no alimenticios) e introducción de objetos en la boca. En estados avanzados puede haber hábitos anormales respecto a las funciones esfinterianas. Sexualmente la conducta también es inapropiada, en general en forma de incremento de las actividades sexuales auto y heterogéneas así como un cambio de las preferencias (homosexualidad) o ausencia total de discriminación por edad, sexo o grado de familiaridad. También puede aparecer exhibicionismo o masturbación publica. La actuación motora está condicionada por la existencia de resistencia muscular hipertónica, una tendencia a conservar actitudes y una persistencia de movimientos iniciados pasivamente. Hay reflejo de “grasping” en respuesta a estimulación táctil o visual, con o sin signo de puntos cardinales. Puede darse un síndrome piramidal o extra piramidal acompañante. Aparece actividad compulsiva como revisiones continuas, lavado corporal, actividades orales o coleccionismo compulsivo. Respecto a los elementos repetitivos suele haber ecolalia, ecopraxia y escritura iterativa y micrográfica. El registro electroencefalográfico es normal y el PET puede mostrar hipo metabolismo frontal y temporal. Algunos pacientes tienen primordialmente atrofia frontal con cambio de personalidad y conducta social más que alteraciones de memoria y cognitivas. Se encuentran desinhibidos en situaciones sociales, pierden interés por sus responsabilidades, se vuelven apáticos, y carentes de autocrítica y de consciencia del déficit. Un segundo grupo de afectos tienen atrofia temporal o fronto temporal. Estos comienzan con una pérdida de memoria, alteración del humor y conducta infantil. Las dos formas más usuales de la enfermedad son la afección bifrontal y la fronto-temporal izquierda, ambas de forma circunscrita. Esta preferencia de la atrofia por unos lóbulos concretos hace que la RM de un caso de Pick, al contrario de lo que sucedía en el Alzheimer, sea específica y distinguible de otras atrofias normalmente generalizadas. Knopman y cols. (1989) describen seis casos de enfermedad de Pick en los cuales la atrofia frontal o temporal permite distinguir sus TC de las de los afectos de Alzheimer.   (Información extraída de Envejecimiento y demencias / Carme Junqué, Ma. Ángeles Jurado, 1994)  

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Incidencia del delirium en adultos mayores

La característica esencial del delirium es una alteración de la atención o de la conciencia acompañada de un cambio cognitivo con respecto a la situación basal que no se explica mejor por un trastorno neurocognitivo (TNC) preexistente o en curso. La alteración de la atención (Criterio A) se manifiesta por una disminución de la capacidad para dirigir, centrar, mantener o desviar la atención. Las preguntas deben ser repetidas porque la atención del individuo se distrae o el individuo puede perseverar, respondiendo a la pregunta anterior en lugar de hacer el cambio de atención apropiado. El individuo se distrae con facilidad por estímulos irrelevantes. La alteración de la conciencia se manifiesta por una disminución de la orientación relativa al entorno y en ocasiones incluso a sí mismo. La alteración aparece en poco tiempo, habitualmente en unas horas o pocos días, y tiende a fluctuar a lo largo del día, a menudo empeorando por las tardes y noches, cuando se reducen los estímulos externos para orientarse (Criterio B). Hay evidencia a partir de la anamnesis, la exploración física o los hallazgos de laboratorio de que la alteración es consecuencia fisiológica directa de una afección medica subyacente, de una intoxicación o un síndrome de abstinencia por una sustancia, del uso de un medicamento, de una exposición a una toxina o de una combinación de estos factores (Criterio E). La etiología debe codificarse de acuerdo al subtipo etiológico apropiado (es decir, intoxicación por sustancias o medicamentos, abstinencia de sustancias, otra afección médica o múltiples etiologías). El delirium a menudo aparece en el contexto de un TNC subyacente. La afectación del funcionamiento cerebral que presentan los sujetos con TNC los hace más vulnerables al delirium. Se acompaña de un cambio en al menos un área cognitiva adicional como alteración de la memoria y el aprendizaje (en especial, la memoria reciente), desorientación, alteraciones del lenguaje, distorsiones perceptivas o una alteración perceptivo motriz (Criterio C). Las alteraciones de la percepción que acompañan al delirium incluyen malinterpretaciones, ilusiones o alucinaciones; estas alteraciones son típicamente visuales, pero también pueden aparecer en otras modalidades y oscilar de simples y uniformes a altamente complejas. La atención conciencia normal, el delirium y el coma se encuentran en un continuo, definiéndose el coma como la ausencia de respuesta a estímulos verbales. La capacidad para evaluar la cognición al diagnosticar un delirium depende de que haya un nivel de conciencia suficiente para responder a estímulos verbales, así pues, el delirium no debe estar diagnosticado en el contexto de un coma (Criterio D). Muchos pacientes que no están en coma tienen un nivel de conciencia disminuido. Los pacientes que muestran solo respuestas mínimas a los estímulos verbales no son capaces de colaborar con los intentos de realizar pruebas estandarizadas o incluso una entrevista. Esta incapacidad para colaborar debe ser clasificada como inatención grave. Los estados de bajo nivel de conciencia (de inicio agudo) deben reconocerse como indicativos de inatención grave y cambio cognitivo, y por tanto de delirium. Son clínicamente distinguibles del delirium diagnosticado en base a la inatención y el cambio cognitivo descubiertos con las pruebas cognitivas y la entrevista Características asociadas que apoyan el diagnóstico El delirium a menudo se asocia a alteraciones del ciclo de sueño-vigilia. Esta alteración puede incluir somnolencia diurna, agitación nocturna, dificultades para conciliar el sueño, excesiva somnolencia a lo largo del día o vigilia a lo largo de la noche. En algunos casos puede aparecer una inversión completa del sueño-vigilia noche-día. Las alteraciones del ciclo de sueño-vigilia son muy comunes en el delirium y han sido propuestas como un criterio esencial del diagnóstico. El individuo con delirium puede presentar alteraciones emocionales, como ansiedad, depresión, irritabilidad, enfado, euforia o apatía. Puede haber cambios rápidos e impredecibles de un estado emocional a otro. La alteración del estado emocional también puede hacerse evidente mediante gritos, chillidos, insultos, murmullos, gemidos u otros ruidos. Estos comportamientos son especialmente prevalentes por la noche y en las situaciones de ausencia de estimulación y de señales ambientales. Prevalencia La mayor prevalencia de delirium se da entre los individuos ancianos hospitalizados y varía en función de las características del individuo, del ámbito de tratamiento y de la sensibilidad del método de detección. La prevalencia global del delirium en la comunidad es baja (1-2%) pero aumenta con la edad, llegando al 14% entre los individuos de más de 85 años. La prevalencia es del 10-30% en los individuos ancianos que acuden a los servicios de urgencia, donde el delirium a menudo indica una enfermedad médica Cuando los individuos ingresan en el hospital, la prevalencia del delirium oscila entre el 14-24& y las estimaciones de la incidencia del delirium que aparece durante el ingreso oscila entre un 6 y el 56% entre las poblaciones hospitalarias generales. El delirium aparece en hasta el 60% de los individuos que están en residencias o en dispositivos de cuidados subagudos y en hasta el 80% de los individuos al final de su vida. Desarrollo y curso Mientras que la mayoría de los individuos con delirium presenta una recuperación completa con o sin tratamiento, la identificación e intervención temprana habitualmente reduce la duración del delirium que puede progresar a estupor, coma, convulsiones y muerte. La mortalidad entre los individuos hospitalizados con delirium es elevada. Hasta el 40% de los individuos con delirium, en especial aquellos con neoplasias malignas y otras enfermedades médicas significativas de base, fallece en el primer año tras el diagnóstico Factores de riesgo y pronóstico Ambientales. El delirium puede aumentar en los contextos de deterioro funcional, inmovilidad, antecedentes de caídas, niveles de actividad bajos y uso de drogas y medicamentos con propiedades psicoactivas (en especial, alcohol y anticolinérgicos). Genéticos y fisiológicos. Tanto el TNC mayor como el leve pueden aumentar el riesgo de delirium y complicar el curso. Los individuos ancianos son especialmente vulnerables al delirium en comparación con los adultos más jóvenes. La susceptibilidad al delirium en la primera infancia y a lo largo de la niñez puede ser mayor que en la edad adulta temprana y mediana. En

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¿A qué se debe la pérdida de memoria?

El proceso por el cual se pueden recordar hechos pasados, tanto recientes como lejanos, tiene lugar en el cerebro. La información (palabras, imágenes, olores, sensaciones y otros muchos tipos de datos) llega al cerebro sobre todo a partir de los sentidos, asentándose en las células cerebrales, inicialmente en lo que se denomina “memoria reciente”, luego, con frecuencia mediante un proceso más o menos consciente, estos datos se organizan de forma lógica y se guardan en una “memoria a largo plazo”. Cuando recordamos, tiene lugar el proceso de buscar, por lo general por asociación de ideas, aquellos datos que se hallan almacenados en las células cerebrales. Fallos Olvidarse de algo que se creía recordar ocurre con frecuencia. Los fallos diarios de memoria no son, por lo general, debidos a ninguna dolencia, sino que forman parte del proceso normal de memorización. Por una parte, no todas las personas tienen la misma facilidad de recordar, si bien se sabe que casi nadie utiliza más allá de una décima parte de su posible capacidad memorística. Por otra parte, influye de forma considerable en estos “olvidos diarios” el temperamento y el grado de estrés de un individuo en un momento determinado. El proceso de recordar un dato puede verse entorpecido por un torbellino de ideas que acuden a la mente y que hace difícil o más lenta la recuperación del dato buscado. Por dicha razón, las personas de temperamento nervioso y muy ajetreado en su quehacer diario sufren más olvidos que las personas tranquilas y que gozan de un temperamento reposado. No es posible aumentar la capacidad memorística de una persona mediante la administración de fármacos u otros remedios “milagrosos”, si bien en la actualidad existen técnicas de desarrollo de la memoria que, por medio de reglas mnemotécnicas y de asociación de ideas, pueden mejorar la facilidad para recordar los datos que nuestra memoria ya posee. Por otra parte, parece ser que existen diversos tipos de memoria, en el sentido de que hay personas a las que les resulta muy fácil reconocer una cara y por el contrario, no logran recordar el nombre del individuo en cuestión. Otras recuerdan con mayor facilidad una melodía o un olor. Parece ser que la memoria es selectiva y que en unos individuos se muestran más eficaz con los datos percibidos por determinados sentidos y menos eficaces con otros. Amnesia Se denomina amnesia a la pérdida parcial o total de memoria, proceso más profundo que el ocasional olvido diario o momentáneo. La amnesia puede ser debida a muy diversas causas, siendo las más frecuentes las lesiones cerebrales producidas por un traumatismo craneal, o por tumores o hemorragias cerebrales. También pueden provocar amnesia los procesos infecciosos y las intoxicaciones. A veces, la pérdida de memoria tiene un origen psíquico. Puede tratarse de un episodio muy desagradable o de una fuerte emoción que impacta profundamente al individuo. Ante estas circunstancias, el subconsciente puede reaccionar mediante un mecanismo de autodefensa, impidiendo que el individuo recuerde el hecho en sí o, incluso bloqueando sus recuerdos. Las personas ancianas sufren un lento, pero progresivo deterioro de la memoria. Esto es debido a que las células cerebrales que envejecen y mueren no son sustituidas por nuevas células, con lo que, a medida que transcurren los años, quedan menos células capaces de retener los datos. La enfermedades de Alzheimer (o mal de Alzheimer) que afecta más a las personas ancianas, causa un profundo deterioro de todas las células cerebrales y en particular de las que se hallan relacionadas con la memoria, por lo que el enfermo, en fases avanzadas, llega a ser incapaz de reconocer a sus parientes más cercanos. (Información extraída de Guía médica familiar, 1994)

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Discapacidad intelectual vs retraso mental

Tanto el concepto de retraso mental como la consideración social que ha merecido han variado considerablemente a lo largo de la historia. El retraso mental se puede contemplar como una característica individual, un concepto teórico, un síndrome, un síntoma, un valor psicométrico o incluso como una categoría social. Las primeras referencias sobre dicha situación se pueden hallar en el papiro de Tebas en el que se alude a las alteraciones de la mente producidas por un daño cerebral. Los individuos que lo presentaban recibían un trato muy diverso, según el momento histórico y la sociedad donde estaban ubicados. En la antigua Grecia y en el Imperio Romano el infanticidio era una práctica habitual; por ejemplo, en Esparta los neonatos eran examinados por una comisión municipal de “sabios” que determinaba si un recién nacido era sospechoso de ser deficiente, en cuyo caso debía ser arrojado por un acantilado. Durante el Imperio Romano a los individuos retrasados, niños incluidos, se los vendía con el fin de utilizarlos como elemento de diversión para animar las fiestas. Los primeros líderes religiosos de la humanidad – Jesús, Buda, Mahoma y Confucio – se opusieron a estas prácticas inhumanas. Sin embargo, hasta principios del siglo XIX a muchos niños retrasados todavía se los vendía como esclavos o se los abandonaba a su suerte. Incluso en la actualidad persisten fuertes prejuicios y tópicos sobre el retraso mental. Basta con reflexionar sobre la gran cantidad de términos que hacen referencia al retraso mental y que, indefectiblemente, poseen una connotación de insulto (tonto, bobo, idiota, subnormal, lelo, memo, necio, alcornoque, imbécil, majadero, tarugo o simplemente “retrasado mental”). Los niños con retraso mental suelen ser motivo de burla y victimización por parte de compañeros de clase. Tampoco es infrecuente que se vean sometidos a un fuerte estrés escolar determinado por un desconocimiento del problema, La idea más extendida sobre el concepto de retraso mental es que está basado exclusivamente en la determinación de un cociente intelectual (CI) igual o inferior a 70. Si bien esta idea no es falsa, es parcial, y, sobre todo, muy confusa. Es parcial porque no es el único criterio que define el retraso mental. Es engañosa porque, como se discutirá más adelante, el CI es un dato muy impreciso, relativo y conceptualmente discutible. Actualmente coexisten diversas interpretaciones conceptuales sobre el retraso mental que permiten interpretaciones distintas. La CIE-10 entiende que no es apropiado definir unos criterios clínicos operativos para la investigación de la misma forma que se hace para los demás trastornos, por la razón de que en el retraso mental los dos componentes básicos que lo determinan, el C1 y la adaptación social, están muy mediatizados por influencias sociales y culturales. Por esta razón, la CIE-10 se limita a constatar y definir niveles de habilidades cognitivas. El método para valorar el CI o la edad mental debe determinarse en función de las normas culturales y las expectativas de un individuo en su entorno. La competencia social, factor muy relacionado con la capacidad intelectual, En el Manual de diagnostico y estadístico de los trastornos mentales IV, texto revisado (DSM-IV-TR), el diagnóstico de retraso mental se codifica en el eje II junto con los trastornos de personalidad, y concretamente dentro de los trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia. En el DSM-IV-TR, a diferencia de la CIE-10, se definen unos criterios diagnósticos específicos. La codificación por niveles se basa únicamente en el C1. La American Association on Mental Retardation (AAMR) parte de una definición prácticamente superponible a las del DSM, según la cual el retraso mental es una discapacidad caracterizada por limitaciones significativas en el funcionamiento intelectual y en la conducta adaptativa, que a su vez incluye gran número de habilidades sociales y habilidades prácticas. Esa discapacidad se inicia antes de los 18 años. El funcionamiento intelectual y adaptativo, de acuerdo con la última revisión de la AAMR, se desglosa en cinco dimensiones: Dimensión I: habilidades intelectuales Dimensión II: conducta adaptativa (conceptual, social y práctica) Dimensión III: participación, interacciones y roles sociales Dimensión IV: salud (física, mental, etiología) Dimensión V: contexto social (ambiente, cultura, oportunidades) Esta versión añade las dimensiones de la participación y del contexto social. Con ello se enfatizan las claves para la evaluación diagnóstica y para la determinación de los apoyos que requiere el individuo afectado. Se definen los apoyos como “Recursos y estrategias que persiguen promover el desarrollo, la educación, los intereses y el bienestar personal de una persona y que mejoran el funcionamiento individual necesario” En cierto modo, el DSM-IV-TR también contempla estas dimensiones, aunque las incorpora en el eje IV (problemas psicosociales y ambientales), donde incluye la disfuncionalidad en las siguientes escalas: Problemas derivados del grupo primario de soporte (problemas familiares, abuso físico o sexual, negligencia, etc.) Problemas derivados del entorno social (discriminación, marginación, etc.) Problemas educativos (oportunidades educativas y calidad de éstas) Problemas ocupacionales (falta de empleo, explotación o acoso laboral) Problemas de vivienda Problemas económicos Problemas de acceso a los servicios sanitarios Problemas relacionados con el sistema judicial Otros problemas psicosociales y ambientales (desastres ambientales, guerras, falta de servicios sociales, etc.) Los niveles de retraso mental definidos según el CI, y aceptando todas las matizaciones expuestas, siguen siendo útiles para la práctica clínica y para la cuantificación del problema en su perspectiva biológica. De este modo se pueden definir las siguientes características para cada uno de los niveles: Retraso mental leve (CI: 50-55 a 70). Comprende a alrededor del 85% de los individuos con retraso mental. Suelen desarrollar habilidades sociales y de comunicación y son difíciles de identificar durante los primeros cinco años de vida. Habitualmente adquieren habilidades sociales y laborales adecuadas para una autonomía mínima, aunque requieren una supervisión, sobre todo en situaciones difíciles o complejas. Con un buen apoyo pueden desarrollar una vida autónoma, útil y satisfactoria. Retraso mental moderado (CI: 35-40 a 50-55). Constituye alrededor del 10% de toda la población con retraso mental. Adquieren habilidades de comunicación durante los primeros años. Pueden desarrollar una actividad laboral tutelada, y con

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¿Cómo se diagnostica el alzheimer?

La enfermedad de Alzheimer se produce por un proceso degenerativo que ocasiona una importante pérdida de células cerebrales, así como una acumulación de sustancias anormales en el espacio intercelular. La consecuencia de estas alteraciones es el deterioro progresivo de las facultades mentales hasta el punto en que el enfermo se encuentra totalmente incapacitado para realizar cualquier función normal. Por desgracia, esta terrible enfermedad no tiene cura; solo se la trata con algunos ejercicios de rehabilitación en la medida en que el afectado puede realizarlos, y ciertos fármacos que pueden retrasar el proceso. A causa de la carga física, psíquica y económica que representa para la familia un enfermo de Alzheimer, se han creado asociaciones encargadas de suministrar a quienes lo soliciten asesoramiento sobre los aspectos legales, económicos, científicos y asistenciales que implica para los familiares este tipo de enfermos. Aunque esta enfermedad puede afectar a cualquier adulto, con independencia del sexo y de la raza, suele aparecer en los cincuenta y los sesenta años, si bien el porcentaje más elevado de afectados, un 20% de la población, se registra entre los que superan los ochenta años de edad. Causas Pese a que aún no se han establecido con certeza las causas de la enfermedad, se barajan varias hipótesis y se realizan diversos estudios para determinarlas. Entre las teorías más corrientes sobre su origen figuran la que se basa en la modificación genética, que se atribuye a una alteración del cromosoma 21, la de la intervención de agentes inmunitarios y tóxicos, la de un aporte deficiente de oxígeno y glucosa a las células cerebrales por mala circulación sanguínea, y las investigaciones más modernas, que la atribuyen a las deficiencias de las sustancias que permiten la comunicación entre las células cerebrales, denominadas neurotransmisores. Diagnóstico Debido a los numerosos adelantos técnicos, que se han producido en el último decenio, se puede diagnosticar la enfermedad de Alzheimer con mayor precisión. De ahí que hoy la enfermedad se conozca mejor y que se diagnostiquen con mayor acierto casos que antes se atribuían, de forma vaga e imprecisa, a un estado de arteriosclerosis o de senilidad. El diagnóstico, como el de cualquier demencia, es difícil especialmente en las primeras fases, puesto que un leve deterioro de la capacidad mental es frecuente y normal en edades avanzadas. Se efectúa mediante largos y costosos estudios clínicos, técnicos y biológicos. También se utilizan las pruebas de capacidad y de habilidad intelectual, y unos cuestionarios especiales destinados a detectar los trastornos de quien se sospecha que puede padecer la enfermedad, comparándolos de forma periódica y controlando su evolución. Pero, a pesar de los adelantos técnicos actuales, por desgracia todavía puede tardarse entre cinco y diez años en diagnosticar la enfermedad. El único medio de absoluta precisión se consigue a través del estudio de muestras cerebrales obtenidas mediante una biopsia. Evolución A pesar de que las características individuales pueden alterar la forma en que se presenta la enfermedad, lo más corriente es que en la primera fase se produzcan síntomas de pérdida de la memoria reciente. También se observa en el enfermo una disminución de la capacidad de respuesta refleja, causa de accidentes y también de equivocaciones, así como una modificación de su comportamiento social y laboral, con señales evidentes de una progresiva pérdida de interés en ambos campos. Con el tiempo, presenta crecientes dificultades en el uso del lenguaje, por lo cual disminuye su capacidad de comunicación. Todos estos síntomas incipientes del deterioro intelectual progresivo pueden tardar años en manifestarse de forma clara, por lo cual no es de extrañar que mientras tanto se los atribuya a un estado senil o arteriosclerótico. A medida que el deterioro intelectual avanza, los indicios del mal de Alzheimer se tornan más evidentes. El enfermo pierde progresivamente su capacidad de asimilar y recordar hechos recientes, de estructurar su pensamiento en secuencias lógicas y, por tanto, de llevar a cabo acciones lógicas, como hacer cálculos aritméticos o mantener una conversación con sentido. De esta forma, va acusando una creciente incapacidad para realizar las actividades normales de la vida diaria porque, de hecho, se olvida de cómo realizarlas, aunque se trate de tareas tan cotidianas y simples como las de comer, asearse o levantarse de la cama. También comienza a manifestar dificultades para coordinar los movimientos y para mantener el equilibrio, por lo cual aumenta su sensación de inseguridad y sufre una desorientación en cuanto al tiempo y al especio se refiere. Aparecen, asimismo, los trastornos de deambulación, típicos de la enfermedad, con el consecuente incremento del riesgo de golpes y caídas, accidentes también frecuentes entre quienes padecen esta enfermedad y los cambios de humor repentinos y agudos que, sin causa aparente, pueden llevar del ataque de risa a un marcado episodio de tristeza, con llanto incluido. En las fases más avanzadas se agudizan los problemas de lenguaje y del reconocimiento. Difícilmente podrá el enfermo formar una frase entera, y si lo hace, es muy probable que no tenga sentido o que esté mal estructurada, y también le costará reconocer a las personas de su entorno, inclusive al cónyuge y a los hijos. En la etapa final, el enfermo habrá perdido totalmente la memoria y las facultades mentales, incluidas las necesarias para comer, beber y caminar, por lo que, en general se limitará a quedarse en la cama o en una silla de ruedas. Sus reacciones serán primarias, por lo que a menudo gritará, llorará y sufrirá incontinencia. Dada la evolución del mal, el enfermo necesita una creciente atención especial hasta alcanzar la última etapa, en la que ya dependerá por completo de alguien que le cuide. La carga para la familia suele ser muy pesada a lo largo de toda la enfermedad, pero se hace casi insostenible cuando el paciente requiere una atención exclusiva las 24 horas del día, y como sucede en la mayoría de los casos, no se dispone de dinero suficiente para pagar el sueldo de tres enfermeras, que serán las necesarias para cubrir estas horas, o bien para ingresar al

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